Jeru The Damaja – Razzmatazz 2 (Barcelona)

El apreciable esfuerzo que la promotora Radiation está llevando a cabo para traernos a los grandes del hip hop le está dando grandes satisfacciones al personal. En un concierto básico, a pelo, Jeru The Damaja apareció al fin por estos pagos, tras muchos años esperandolo. Salió solitario por detrás de un escenario sombrío, que le venía como anillo al dedo. Y vino para representar su hip hop de los límites. Tan sólo le acompañaba DJ Su-Cee-O, procelosa figura dispuesta a ejecutar con precisión las órdenes sonoras del mentalista neoyorkino, allá en la penumbra.

Hace años, quizás en 1992, Jeru Davis fue el primero en conectar varios mundos, hasta entonces antagónicos. Por un lado, el de las reivindicaciones sociales del ghetto, en el mismo cónclave que otros grupos o líderes de los años 60 y 70. Y por otro el del imaginario orientalista, manga aquí, kung-fu allá, como teoría de la liberación. ¿Han visto la película Ghost Dog de Jim Jarmush? Es la historia de un negro solitario que encuentra en los códigos de samurais una salida mental a la oscuridad del mundo. La mística de Jeru The Damaja, su personaje, es más o menos eso.

“Controlando el micrófono como Fidel Castro”(sic), el magnánimo MC esgrimió todas las posibilidades de sus cuatro discos. No faltaron al festín casi ninguna de las perlas que adornan el imprescindible The Sun Rises In The East (1994). Ni “Da Bitchez” , lucidísima canción que critica a un cierto tipo de mujeres que venden su ética sexual al diablo para ascender socialmente, y que le valió injustas acusaciones de misoginia par parte -¡qué ironía!- del mainstream. Ni tampoco “Mental Stamina” , “Come Clean” o “Jungle Music”… temas todos ellos rebosantes de jazz mutante y cinemático; polvorientos cortes de Roy Ayers o Charles Mingus (¡ese contrabajo en “Im The Man” !), reelaborados en su día por DJ Premier, artífice del mejor sonido Jeru. Tanta gracia tienen, tan básicas y tan sucias son todas esas canciones, y definen tan bien lo que es una cultura, que merece la pena acercarse a ellas con los oídos bien abiertos.

El memorable corrillo final, con Jeru recitando sin descanso los mejores temas de The Wrath Of The Math (1998), su segundo y no menos increíble disco, acabó de colmar las expectativas. Y tanto sus apreciables discos Heroz 4 Hire (1999) comoDivine Design (2003) pasaron de puntillas en esta ocasión. Especialmente el último, que hacía albergar ciertos temores de que nos hallábamos ante el ocaso de un artista. Pero el exfumador de marihuana sigue vivo y confiado en sus posibilidades. Su fuelle intelectual, a pesar de todas las paredes que se alzan a su alrededor, brilla alto y fuerte en el Olimpo de la gran música.

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