Lebanon Hanover + Geneva Jacuzzi + Huir (Sala Mon) Madrid 01/03/25
Poco importaba que la tarde del sábado en Madrid estuviera poseída por las inclemencias invernales de la lluvia, el frío y el viento. El cartel de “no hay billetes” hacía tiempo que se había colgado en la Sala Mon para asistir a una velada compuesta por tres nombres que colmaban las expectativas más hambrientas para los degustadores de los sonidos oscuros: Lebanon Hanover, Geneva Jacuzzi y Huir formaban la apuesta.
Los más madrugadores tuvieron la oportunidad de observar las evoluciones del dúo barcelonés Huir. Su darkwave destaca por una capacidad melódica encomiable, lejos de la gelidez que caracteriza al estilo en no pocas ocasiones. Defendieron su aún reciente EP, Triumphal Arch Lovers (24), con la suficiente convicción como para tenerles en el radar de cara a próximos movimientos.
Expectación máxima ante la parafernalia que se estaba montando sobre el escenario para la actuación de Geneva Jacuzzi. Reconozco que mi primer contacto con la artista afincada en Los Ángeles a través de su reciente Triple Fire (24) no terminó de convencerme. Sin embargo, nada me hacía presagiar una performance de tanta altura en vivo. Acompañada por dos bailarines y con el apartado musical enlatado por completo, cualquiera pudiera pensar a priori que el concierto pudiera verse mermado, pero en ningún caso fue así. El vestuario que lucían (que parecía sacado del vídeo de Pet Shop Boys “Can you forgive her?”), la imaginería de decorados y la auténtica fiesta que montó ahí arriba nos hizo deleitarnos con una experiencia tan divertida como bizarramente bonita e inmersiva.
Más cercana por momentos al hypnagogic pop que a cualquier otra cosa y luciendo la vitola de artista total, Geneva Gavin se congratuló, al terminar su set, agradeciendo que este show con el que terminaba la gira hubiera sido el mejor de todos. No me extraña con la que se montó entre globos blancos volando de un lado a otro por encima de nuestras cabezas a lo largo y ancho de toda la sala, coreografías delirantes y outfits marcianos en los que las extremidades, fabricadas por lo que parecían tubos de aire acondicionado, cambiaban de longitud mientras enredaban y contorsionaban a los bailarines. Nunca fue más cierto aquello de que “no es lo mismo decirlo que verlo”.
Antes de la salida de Lebanon Hanover, resultaba (después entenderán por qué les hablo en pasado) todo un misterio para mí el éxito que les acompañaba. Y no, en absoluto quiero decir que me pareciera injusto o desproporcionado, para nada, pero sí que me sorprendía que, en una escena tan nutrida en cuanto a nómina de artistas como lo es actualmente el universo del dark y coldwave, ellos ostentasen una hegemonía aplastante en comparación a cualquier otro nombre en el que pensemos.
Por supuesto, la expectación se palpaba en el ambiente y no cesaba el flujo de personas rezagadas en su entrada a la sala para tratar de llegar a las primeras filas de un recinto completamente atestado. En cuanto el dúo saltó a escena me despejaron definitivamente las incógnitas relatadas en el anterior párrafo.
Yo no recordaba, siendo sincero, un grado tan superlativo de magnetismo y absorción sensorial en su anterior visita cuando les vi en la vecina Sala Copérnico, pero esta vez todo sonaba grande, adictivo y ensoñador. Es más, hubo un momento mientras asistía ensimismado a la interpretación de “Sadness is rebellion” -perdido en la fractura horizontal rojo violento del eyeliner que lucía Larissa Iceglass mientras cantaba a la guitarra- en el que llegué a pensar que ninguna banda había sido capaz jamás de representar la caricia estrangulada de Joy Division como en ese momento percibía a escasos metros de mi persona.
Enfocados en sus primeros trabajos y dominadores de un espacio donde, ahora sí, la parte orgánica se complementaba perfectamente con la sintética – guitarra acústica incluida en ocasiones-, los espasmos danzantes y la pulsión crepitante del bajo de William Maybelline se integraban a la perfección con el hieratismo enigmático y ardiente de Larissa Iceglass, tan capaces de llevar a la audiencia al desenfreno (“Kiss Me Until My Lips Fall Off”) como al trance hipnótico (“Gallowdance”), hasta llegar al delirio, terminando el grueso del show con la marcialidad cortante de una inmensa “Totally tot”.
Lo único que me soliviantó fue que ningunearan en el bis mi tema favorito que estaba sonando durante toda la gira, “The last thing”, de su última referencia Sci-Fi Sky (20) del que, eso sí, asomó bestial “Come Kali come”, cerrando definitivamente la noche entre distorsiones de guitarra y aullidos propios del black metal más espeluznante. Consagración máxima.
Fotos Lebanon Hanover + Geneva Jacuzzi: Raúl del Olmo