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Lee Scratch Perry – (Sala But) Madrid 23/03/17

Asistir a un concierto del maestro Lee Scratch Perry es una experiencia singular. Y más aún haciendo la música que hace.

Porque su visita a Madrid fue una especie de intenso rito de complicidad y de contenido en el que él era el soporte de tantos años de vida, de historias y de música para sí mismo y para otros. Bajo ese prisma era inevitable abstraerse al ritual de reggae, rocksteady y dub que predominó durante todo el concierto. Por eso fue de agradecer la buena sesión de calentamiento a cargo de Miguel Caamaño, que presenta “Alma De León” en Radio 3.

Y la noche fue intensa, sí. Aunque, a priori, tuviese las papeletas de desconcertar a la gente pues Perry iba a lo suyo, con una voz que por momento parecía más bien ser el reflejo de un pensamiento latente, como si estuviese cantando para adentro y, por momentos, derivando a una especie de spoken word alucinado. Pero todo lo que traía consigo pudo más que esas sensaciones.

Durante los quince pasajes del directo, y con una banda compacta formada por cuatro músicos bien resueltos, este icono de la música jamaicana impuso su presencia sobre las bases que mostraban músculo y sutileza al mismo tiempo. Las líneas de bajo potente y envolvente se dejaban querer por los teclados y por la guitarra, en una mezcla continua de ambientes que se movían a gusto encima de la batería, y que se acomodaban a los devaneos del maestro creando un ambiente particular.

Por momentos se pudo echar en falta una consistencia vocal más al uso por parte de Perry, pero con ochenta y un años de trajines espaciales y terrenales, era hasta cierto punto de prever que haría las cosas a su manera, y más aún con una personalidad tan marcada y que se ha prodigado en espléndidas creaciones, producciones y aventuras de lo más alucinante.

En ese punto de viaje a lo cósmico, el señor Rainford Hugh Perry, aprovechó la ocasión para arengar al público que lleno la sala con palabras o frases sueltas que hablaban por si solas con alusiones a la imponente ganja, que flotaba en el ambiente como incienso planeador, a Jesucristo, a Jah, al amor mientras lanzaba bendiciones, al vuelo, la armonía y la toma de conciencia como algo absolutamente personal y a la vez activo. “Soy un artista de reggae, ¿qué esperan?” dijo cuando le pidieron que apagase su porro. ¿Se le podía objetar algo?

El hecho es que verle y escucharle en piezas como “War Ina Babylon”, “African Blood”, “Crazy War Heads”, “Fisherman”, “Roast Fish & Cornbread” o “Exodus”, supuso ser testigos de una historia única, de una marca a fuego en un tipo de música, que como en los graves de los bajos que la sustentan, va directamente a la cabeza, al pecho y, de ahí, al resto del cuerpo con verdadera potencia.

Eso es lo que nos regaló esta noche. Sí, pudo haber sido más cálida o más de lo que algunos esperan de esta música. Pero era su noche y eran sus reglas. O entrabas en su atmósfera o te perdías mucho de lo que volaba en el aire de luces y humos. Por eso resonaron sus marcas en The Upsetters, Bob Marley, Max Romeo y tantos otros nombres dorados que se han visto beneficiados de una especialísima concepción del sonido y del ritmo que supo dar forma en The Black Ark, su estudio, su nave.

“Soy un alma, un alma viviente”, dijo y, quizás ahí resumió cuanto se puede presuponer de su vida y su carrera. Gorra de cristales y espejos en la cabeza, pelo de color casi naranja, chaqueta de condecoraciones de otras dimensiones, pantalón de colores y una mirada y una voz que saben lo que es ser uno mismo. ¿Quién? Pues Lee Scratch Perry.

Fotos Icaro Lavia (concierto de Barcelona)

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