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Level 42 – Sala Razzmatazz (Barcelona) – 24.02.2017

Es caprichoso ese túnel temporal por el que, en los últimos años, se cuelan bandas de los ochenta que viven una segunda juventud en nuestros días. Son redescubiertas, regeneran su público y, en muchos casos, incluso saborean cierta fama por primera vez en su historia. Otras bandas de entonces, sin embargo, nunca llegan a atravesar ese (caprichoso) túnel y viven relegadas a transitar por el sendero de la nostalgia. Level 42, la banda de Mark King y Mike Lindup, es de estas últimas.

En los ochenta, su sofisticada mezcla de acid jazz y funk hizo que colaran varios temas en la listas de ventas. Salieron de gira con Madonna, sucumbieron a la presión y la vida loca y se separaron… para volver a unirse en 2001 y recuperar a Mike Lindup en 2006. Desde entonces lidian con la incómoda pregunta «¿pero Level 42 aún siguen en activo!?» a pesar de no haber parado de tocar.

Para 2017, los británicos han planeado una nueva gira más ambiciosa: salas más grandes, sección de vientos y un apabullante vendaval de hits. Y una de las fechas de esa gira pasó el viernes por Barcelona, por una sala Razzmatazz con una asistencia de público más que respetable de fans de siempre, y una primera fila poblada por el relevo generacional que hace tan feliz a las bandas maduritas.

Sin teloneros, Level 42 salieron al escenario puntualmente y abordaron «Heaven in my hands», de su disco Staring at the Sun (1988), con un robustez y un sonido excelente. Enérgicos y precisos, la rotundidad de su sonido fue la tónica general de un set pensado para regocijo de los fans. Y es que no se dejaron ni un hit. «Something about you», «It’s over», «The sun goes down», «Starchild» o las inolvidables «Running in the family» y «Lessons in love», que forman parte ya de la historia musical de los ochenta.

La enésima formación de la banda, con Pete Ray Biggin a la batería, más potente pero menos sutil que los baterías de antaño, y Nathan King a la guitarra, acompañados de Sean Freeman, Dan Carpenter y Nichol Thomson en un divertido trío de voces y vientos (saxo, trompeta y trombón respectivamente), funcionó como una apisonadora a los mandos de King, que demostró su virtuosidad al bajo, y Lindup (¡qué clase!). Sin dar tregua, con la urgencia de una banda de adolescentes pero la solidez de las tablas.

Sonando a refinados años ochenta, actualizados con un contundente despliegue sonoro, lo de Level 42 sobre el escenario fue un auténtico tour de force reivindicativo de una banda que, a pesar de arrastrar de forma injusta (y, sinceramente, bastante perezosa) la vilipendiada etiqueta de AOR, son influencia directa de artistas como Jamiroquai o los primeros Daft Punk. Un respeto. Sobretodo después de este intenso y aplastante concierto.

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