Mark Mulcahy – The Gus (The Mezzotint Label)

Debo reconocer que, hasta que mi compañero Raúl Julián habló de este disco hace ya 10 años en Muzikalia, no había oído hablar de Miracle Legion. Lo cierto es que el underground de finales de los 80 y primeros 90 no era lo mío, absorto como estaba en otras propuestas más mainstream y que, entonces, me resultaban más atractivas. Una escucha por encima a sus discos tampoco me dijo gran cosa: su música cambiaba de un disco a otro, oscilando entre el college rock, el jangle pop, el rock alternativo…hasta algo de lo que ahora llamamos “americana” en su etapa final. Por lo visto Miracle Legion y Mark Mulcahy habían publicado varios discos en los últimos años el siglo pasado y primeros del actual, una trayectoria cortada trágicamente por el fallecimiento de su mujer. Ese disco tributo del que os hablábamos en su momento venía, supongo, a intentar paliar su situación económica y también anímica. Ahí quedó todo hasta que, este verano, recibí uno de esos correos en busca de promoción en el que se mencionaba el nombre de Mark Mulcahy, quien sin enterarme yo había vuelto a la actividad hace algunos años. La persona que redactó la nota de prensa tuvo el acierto de calificarlo como un disco “de historias”, el tipo de álbum que más me atrae últimamente, así que me puse a ello como parte de mi dieta veraniega de discos nuevos.

Lo primero que me encontré fue una desoladora balada llamada “Wicked world”, un canto crudo (apenas una guitarra, unos toques de armónica, un lejano cello) a lo frágil y azarosa que es nuestra existencia. Una canción que te deja tocado anímicamente, supongo que inspirada a medias por su propia experiencia y por los relatos cortos de George Saunders que Mulcahy afirma haber estado leyendo últimamente. Algo similar pasa con “A long time ago”, nostálgica y crepitante. El resto de las canciones transitan un sendero algo más luminoso, al menos en cuanto a sonido. Las historias ya no parecen tan personales, tan dramáticamente reales. Entre ellas está por supuesto el consabido toque a Trump (“Mr. Bell”). También hay canciones de amor desde una óptica muy particular (“Daisy Marie”), tensión lírica (“Taking baby steps”) y algún himno a la extraña belleza de las cosas cotidianas (“Later for the box”). Todo ello bajo un envoltorio que recuerda al storytelling de gente como Lou Reed o Jonathan Richman, también a su particular manera de vertebrar una canción a través de guitarrazos aleatorios. En ocasiones los tiros al aire confluyen en un punto y generan una belleza estrepitosa, pero belleza al fin y al cabo, como en “Happy boat”.

Un disco más que interesante con mucho que ofrecer si uno se sumerge en él con oídos limpios, sobre todo si los tienes acostumbrados a esa línea marginal que arrancó con Velvet Underground y ha dado frutos de todo tipo hasta hoy, discos desechables y obras maestras. Este disco no es ni una cosa ni la otra, pero chispea como el fuego y sube como la espuma con cada escucha. Algo tendrá.

Escucha Mark Mulcahy – The Gus

 

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