Menomena – Mines (Barsuk)

Los chicos de Menomena se lo toman con calma para preparar cada disco. Y es que el proceso creativo de los de Portland no es ni mucho menos sencillo: las bases rítmicas y los esqueletos de las canciones viajan montones de veces de uno a otro componente, que añade, deshace, retoca y altera según le parece. Sólo cuando un tema convence a los tres, es cuando se da por bueno. Y aún así, luego queda un farragoso proceso de mezcla final, que para una banda de perfeccionistas como ellos puede eternizarse. Así, es fácil entender que hayan necesitado tres años para dar forma a Mines, su nuevo trabajo.

Para alivio de sus fans, no se alejan mucho del camino que iniciaron con I Am The Fun Blame Monster y que les llevó a su magnífico Friend and Foe: pop adornado de rock experimental, con mucho espacio instrumental. Por decir algo, porque son bastante difíciles de etiquetar. Aunque no se trata de repetir una fórmula, así que para esta nueva entrega han decidido ahondar en la vertiente más personal y emocional de su música y mirar hacia adentro, para crear temas con una estructura más ordenada, más clásica, con más protagonismo de las voces y ritmos más pausados sin tantos quiebros alocados, con menos presencia electrónica aunque sin abandonar su monolítico sonido característico y una rica producción llena de matices.

Y lo han vuelto a hacer, vuelven a entregar un disco plagado de grandísimos temas. Aunque el ritmo lento y cadencioso de “Queen Black Acid” lleve a una inicial suspicacia por si los americanos hubieran sucumbido a esa famosa (¿o es infame?) fase de “madurez”, hay que reconocer que la atmósfera de viaje ácido del tema lo hace altamente adictivo. Además ahí están la brillante “Killemall”, con su piano  clásico o la enorme “Dirty Cartoons”, con otro estribillo para enmarcar junto con “Monkey’s back” o “Evil Bee”.

Es cierto que hacia el final del disco bajan la intensidad y puede parecer que les queda una segunda mitad algo monótona o incluso aburrida. “Lunchmeat” es un tema tan retorcido que al principio cuesta, pero después se dispara. Y “Oh Pretty Boy, You´re Such A Big Boy” puede dar la sensación de ser un tema de aires funk sin demasiada garra, pero al cabo de un par de escuchas va emergiendo, igual que un iceberg, la verdadera profundidad del tema.

Como siempre, los discos de Menomena, y éste no es una excepción, evolucionan a cada escucha. Mutan. Se transforman. Nada es lo que parecía la primera vez, siempre hay sitio para nuevos detalles y nuevos rincones en los que mirar. No hay más que descubrir el enigma que encierra la portada, a priori insulsa. ¡Sorpresa! Sí, es lo que pasa siempre con Menomena.

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