Discos

Nacho Vegas – Resituación (Marxophone)

A lo largo de su trayectoria, Nacho Vegas ha ido mutando poco a poco a través de cambios que, manteniendo su esencia, iban resituando -nunca mejor dicho- su perspectiva y su discurso musical a través del cual manifestarla.

En el plano estrictamente formal, las canciones se han ido desprendiendo de espesor brumoso para ir ganando en sencillez templada. Esto se hizo del todo evidente con La zona sucia (11). Con Resituación (14), hay una cierta vuelta atrás. Algunos temas suenan más armados, pero en cualquier caso, parece claro que un regreso al manierismo de Cajas de música difíciles de parar (03), o a más recientes ejercicios de catarsis coyuntural como El manifiesto desastre (08), se antojan harto improbables. Y esto no es que sea bueno o malo en sí mismo, dependerá de las preferencias de cada cual, más bien hablo de algo evidente.

En el plano lírico, por otra parte, el nuevo trabajo del asturiano presenta un notable estado de forma. Tras una aparente sencillez, las letras sugieren formidablemente; detrás de cada verso elegido con precisión e inteligencia, hay múltiples destellos sutiles a descubrir a cada escucha. Me gusta pensar en Resituación como uno de esos discos de libreto en mano, leyendo una y otra vez sus letras, captando los detalles que se escapan y apreciando el recorrido de cada palabra.

El infierno y el cielo personales, sus paseos por ambos estados, si bien desde el principio fueron universales y proyectados con una intención integradora, donde cada cual los transitara a su antojo, se vertebran más que nunca a través de un discurso colectivo interdependiente con el que hacer frente común a la adversidad política, económica y social que nos golpea duro cada día.

Un buen ejemplo de estos aspectos fue el adelanto de «Actores poco memorables», un tema que describe distintos personajes reconocibles dentro del contexto arisco y desagradecido con todos en el que vivimos, tratados con acidez, condescendencia y compasión. La canción suena con cuerpo y sus apuntes son certeros e inteligentes. Una canción inagotable y con autonomía.

Regresa, a las formas de su ya lejano Actos Inexplicables (01), un tema instrumental para abrir el disco, «Indefensos», que suena frágil, grave y emocionante. Sus bellos arreglos viran finalmente hacia una apuntada distorsión, indicador de que algo está cambiando y que ya es del todo insostenible.

Tan insostenible como, con otro registro, suena «Polvorado» (Polvo somos, lo sabemos, y en pólvora nos convertiremos), con un uso de coros y tempo animado que recuerda la costumbre reciente de Nacho de contar lo más terrible de una forma ligera y directa, recurso que nos descolocaba al principio, pero al que actualmente ya estamos inevitablemente acostumbrados. A través de exotismo tropical con «Libertaria song» y de intimismo -rebajado de amenaza, una vez más, con el uso de coros- con «Runrún» (Eres un gato observando el horror, hay quien te mira y se frota las manos. Los otros evitan la conversación y hay algunos que se tiran desde el balcón), también lo hace. Es como si el gijonés, cuanto más sacara el estilete para diseccionar con la pluma a una sociedad podrida, menos trascendencia grave quisiera dar a esas canciones en el plano musical.

Ante un mundo globalizado, disperso y terriblemente anónimo, Resituación es también un disco de personajes y de entornos concretos, locales y con enjundia. Para empezar, el geográfico, con Gijón como personaje colectivo que levanta sus brazos malheridos para reconstruirse a través de la denuncia de sus miserias fruto de la reconversión industrial, de la nostalgia cauterizadora y de la toma de conciencia común.

«Ciudad vampira», inspirada en el «Devil town» del imprescindible imaginario de Daniel Johnston, es el retrato de una ciudad triste, pero con los mimbres necesarios para salir de la desolación y repararla a través de dicha toma de conciencia colectiva. Gijón surge también con la inevitable nostalgia de la bonita «Luz de agosto en Gijón», la canción más íntima y emocionante de este trabajo, una especie de interludio más personal en un disco donde el nosotros está más presente que nunca.

Dos artistas norteños son reivindicados desde la admiración y el cariño en dos de las mejores canciones del lote; la cantautora Lorena Álvarez, en «Rapaza de San Antolín» una bonita postal de la artista, descrita con providencial viveza: uno parece estar al lado de Nachín dispuesto a verla actuar embriagado sensorialmente por cada sentido.

Y, por otro lado, Adolfo P. Suárez, autor de la portada de su anterior largo, en «Adolfo suicide», musculado corte moderadamente desbocado que narra una existencia en los límites del peligro, del autoengaño y del resto de recursos que uno emplea para encontrarse a sí mismo.

Cerrando el minutaje, tenemos, por un lado, «Un día usted morirá», también de mis preferidas, brutal retrato del egoísmo y desinterés más despreciables (Hay una niña judía dibujando sobre un misil corazones enlazados que más tarde estallarán cerca de allí, llevándose por delante a una madre y a su bebé. No se apuren, no eran de los nuestros, todo sigue yendo bien), tema animado y rítmico, ensuciado con precisión por apuntes distorsionados

Por otro lado, y curiosamente, el disco termina con uno de sus acostumbrados ejercicios narrativos de antaño, «La vida manca», un viaje onírico en el que se da cita la policía, la guardia civil, el Club de Regatas y hasta el cadáver de Miguel Bosé en una piscina observado por Víctor y Ana. Jugosa en lo lírico y  desorientadora en lo musical, personalmente, no la hubiera elegido como cierre.

Concluir que Resituación es un paso más en la carrera de NachoVegas que destila, ante todo, coherencia, compromiso y necesidad.

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