Nueva Vulcano – Sala Caracol (Madrid)

Nueva Vulcano dieron un buen concierto. Si digo lo contrario, mentiría. Pero he de decir que fue un concierto más. Un buen concierto, pero un concierto random, como cualquier otro concierto que se pudiera estar dando en cualquier otro rincón de la ciudad en ese mismo momento. Con la llegada de la era internet y la democratización de la música, uno de los daños colaterales ha sido el de la aparición de numerosos grupos que forman parte de una nutrida masa uniforme, una masa de músicos y de música tan homogénea que es imposible diferenciar unos de otros.
El concierto de Nueva Vulcano, que presentaban su nuevo largo en la capital, fue justo eso, un concierto correcto, divertido, ideal para socializar con los amigos en la noche del viernes, pero musicalmente nada impactante, otra bolsa más de ese continente de plástico en el mar. No fue ese otro tipo de concierto que una vez terminado consigue que te lances compulsivamente al puesto de merchandising para comprar sus discos, ni creo que fuera el ideal para conseguir nuevos adeptos. Entre otras cosas porque tampoco es que los necesiten, el público prácticamente agotó las entradas y no costaba sentir que formaban todos parte de una numerosa y convencida parroquia que gustosamente deletreaba una a una todas las letras del grupo catalán, y eso que dieron un buen repaso a su última entrega, de la que consiguió resaltar «La Jota», el último tema de Novelería (2015).
He dicho que el concierto no destacó para bien o para mal, pero sí hubo algo que lo caracterizó, los abundantes duetos cómicos que el cantante Artur Estrada se marcó con el bajista Wences Aparicio, muchos de los cuales trataban sobre la eterna comparación Madrid versus Barcelona (o viceversa, no se me vaya nadie a irritar). Para gusto del que escribe esto lastró un poco el ritmo del concierto, especialmente porque no se entendía muy bien lo que estaban hablando, aunque es indiscutible que esto mostró la cara más amable del grupo y ayudó a empatizar con su energía positiva. Porque si algo hay que alabarles son las ganas y el merecido orgullo con el que se subieron a las tablas. Debe ser maravilloso estar ahí arriba y disfrutar de una abarrotada sala cantando al unísono canciones himno como «Te debo un baile», que una vez más resultó ser la estrella del repertorio.
Las circunstancias personales de los miembros de una banda marcan mucho su trayectoria y sus composiciones. Imaginamos que ahora que el batería Albert Guàrdia se ha instalado en Madrid, según explicaron durante el concierto, la coordinación para componer y ensayar debe haberse convertido en todo un encaje de bolillos. Nueva Vulcano apareció en las primeras páginas de la música independiente española cuando también empezaron a cobrar importancia The New Raemon, Nudozurdo o Standstill. De estas tres formaciones tal vez con la que más cosas tengan en común es con la que capitanea Ramón Rodriguez, ya que tras el paso de los años, Nueva Vulcano acomodados en su propia parcela, no han conseguido sacar cabeza al resto de formaciones, que han sabido jugar mejor su baza de la propia personalidad, como son Nudozurdo y Standstill, cuyos directos sí suelen ser demoledores, de lo mejorcito en tierras patrias. Aunque insisto y recalco, el concierto fue acertado, divertido y un buen reflejo de lo que contienen sus discos. Por cierto, que con la entrada regalaban un precioso vinilo transparente de 7 pulgadas con el single «Pop y Espiritualidad», perteneciente también a su último trabajo.
Antes que ellos de teloneros pudimos disfrutar del ruidismo descontrolado y exagerado (demasiado alto el sonido) de unos enérgicos Juventud Juché haciendo un gran repaso de su álbum Quemadero (2013). Con las amígdalas y los entresijos de su cantante bien presentes en los tímpanos del respetable, azotaron de un guitarrazo el polvo acumulado de la semana laboral, con una entrada algo alborotada para lo que sería el plato principal. Sería interesante que tomaran las riendas y estudiaran direccionar mejor su potencia y energía como solución necesaria para que su música se perciba de una manera igual de intensa pero más comprendida.
 

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