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Paul McCartney (Estadio Vicente Calderón) Madrid 02/06/16

Habían pasado 12 años desde la última visita de Sir Paul McCartney a España, así que las expectativas en cuanto a la calidad del concierto no fueron, necesariamente, lo más determinante a la hora de comprar una entrada para ver al ex Beatle. Iba a volver tras más de una década y solo por eso ya merecía la pena una espera de horas y horas para contemplar al que, aunque suene a tópico, es historia viva de la música popular. Pero el querido Macca no hizo las cosas a medias. Durante un setlist de casi 40 canciones, y con unos minutos de retraso que le convirtieron en el blanco de chistes sobre la puntualidad británica, Paul McCartney desgranó poco a poco toda su trayectoria, como una biografía en movimiento a través de temas propios (“Queenie eye”, “New”), de Wings (“Band on the run”, “Let me roll it”) y, claro está, de The Beatles, que ocuparon la mayor parte de la noche. Un concierto de Paul McCartney es una completa amalgama de temáticas y emociones. Una miscelánea en la que conglomerar reconocidos singles o canciones más olvidadas, interpretaciones acústicas y melancólicas, toques electrónicos, dulces baladas o explosivos temas del rock más puro (literal, en “Live and let die” y su espectáculo con pirotécnica y llamas emergiendo del borde del escenario).

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El espectáculo comienza con fuerza con el mítico acorde de “A hard day’s night”, despegando a todo el Calderón de su asiento y casi de sus pies. Entre la llegada de Paul y este tema mítico de The Beatles, la emoción se desata hasta el siguiente clásico, “Can’t buy me love”, y se repliega lentamente en la tanda posterior protagonizada por los Wings. Pero las canciones se van sucediendo una tras otra y es imposible que decaiga el ritmo, casi sin espacio entre ellas salvo por los gritos, los aplausos, el coreo del nombre de Paul (al cual el mismo ex Beatle se arrancó a acompañar con la guitarra) y algunos apuntes de McCartney: “¿qué pasa, troncos?”, saludó como si no tuviera 73 años. “Maybe I’m amazed”, dedicada a Linda, su primera mujer, fue uno de los momentos más emotivos y el que abrió la siguiente tanda de clásicos, como “We can work it out”, “Love me do”, “And I love her” o “Blackbird”.

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McCartney repite la fórmula en todos los conciertos de su gira, sin sorpresas, pero con un resultado fascinante, combinando los momentos más enérgicos con otros más íntimos, casi todo bajo la firma y el recuerdo Beatle. No faltó el tributo a John Lennon con la preciosa “Here today”, un lamento a la pérdida de su amigo, tras el cual el público se arrancó en masa con el tema de “Give peace a chance”. Después de la melódica “The fool on the hill”, la incendiaria “Lady Madonna” o “Being for the benefit of Mr. Kite!” y su impresionante atmósfera circense salida del Sgt. Pepper’s, “Something” sonó esa noche en memoria del también fallecido George Harrison. Esta vez fue una versión al ukelele durante las primeras estrofas tras un comentario de Paul sobre lo mucho que solía gustarle este instrumento al Beatle más místico. “Gracias a George por regalarnos este precioso tema”.

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Paul es escueto en sus intervenciones al público. No se marca grandes discursos ni pomposos agradecimientos desde la extrema humildad que algunos acostumbran casi a parodiar. Paul es irónico, preciso y mordaz, pero encantador y sencillo al mismo tiempo. “Ah, ¿vais a cantar vosotros?”, cuestionaba haciéndose el ofendido cuando el público se arrancó a corear su nombre antes de que él pudiera comenzar el siguiente tema, como haciendo gala del mismo sentido del humor que parecía tener el Macca de 20 años. Son destacables sus graciosos intentos por hablar español (“buen bolo”, “vamos a dar cera”) y la anécdota que compartió con el público, extasiado después de “Back in the USSR”. “Cuando fui a tocar a Rusia estuve con algunos dirigentes políticos que me dijeron que habían aprendido inglés con las canciones de The Beatles”, relató McCartney. “Cuando se despidieron, me dijeron ‘Hello Goodbye’”.

“Let it be”, “Live and let die” y “Hey Jude” cerraron poco antes del encore, que empezó con la acústica “Yesterday” y siguió con “Golden slumbers” y “Carry that weight” para terminar, valga la redundancia, con “The end”. Entremedias, y como ya es costumbre en estos últimos conciertos, Paul aprovechó para subir a una pareja y que se comprometiera en el escenario. A estas alturas, McCartney ha hecho casi más por el matrimonio que la iglesia católica.

El único concierto de Paul McCartney en España después de 12 años fue un recorrido completo a lo largo de toda su carrera. Un sonido excelente, una puesta en escena trabajada y el buen resultado general no dejaron que algunos momentos en los que a Paul (debido a la edad) le fallaba algo la voz empañaran el enorme espectáculo. Un espectáculo que se ha hecho de rogar durante 12 años. “Hasta la próxima, España”, se despidió McCartney. Solo queda esperar que eso no signifique otra década más.

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