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Rod Stewart (WiZink Center) Madrid 12/07/23 

Pasaban unos minutos de las nueve y media de la noche cuando un par de miembros de la banda de Rod Stewart tomaban el escenario del WiZink Center de Madrid al ritmo del “Just Can’t Get Enough” de Depeche Mode, seguido (repentinamente) de las gaitas escocesas incluidas en la canción tradicional “Scotland The Brave”. De esa forma tan marciana se anunciaba la llegada del vocalista, en lo que en realidad no era sino una declaración de intenciones acerca de todo lo que vendría a continuación. A nadie se le escapa que Rod Stewart dio lo mejor de sí en su versión de estudio hace ya tiempo, con aquellos discos clásicos de Faces y su mayor gloria creativa en solitario datada en la década de los setenta. Pero la verdad es que, aunque el músico juega en otras ligas desde hace décadas y se debe a ese público generalista con el que encontró una férrea conexión, el encanto del ex mod continúa vigente de un modo u otro.

Un tipo de magnetismo innato que quedó probado en cuanto el protagonista en cuestión pisó definitivamente el escenario, enfundado en pantalones ajustados y luciendo pelo indomable y sonrisa socarrona de eterno seductor. Junto a él, una numerosísima troupe repartida entre músicos que cuentan con (mayor o menor) protagonismo durante el show, y otros que ejercen poco menos que de atrezo hasta completar una estampa que tiene muy claro el objetivo. Porque, efectivamente, el público que a día de hoy compra una entrada para ver a Stewart sobre el escenario no echa de menos su primera época (pocos se inmutaron cuando sonó la magnífica “Ooh La La” de Faces), sino que acuden al olor derivado de su faceta más comercial. Una efectividad contrastada que el Stewart tuvo a bien espolvorear a su paso por Madrid, exponencialmente y sin ningún tipo de disimulo hasta reafirmar ese estatus en el que se encuentra comodísimo. El bueno de Rod sabía que, metido de lleno en el papel, evitaría defraudar a su público y, tras anunciar con orgullo que la cita no duraría menos de dos horas, procedió a cumplir la promesa.

Amparado en todo momento por un buscado aspecto pretérito y ochentero –en una decisión que abarca desde las proyecciones hasta coristas luciendo pierna o complicidades ensayadas–, el londinense disfrutó haciendo apología de ese placer culpable que en ocasiones motiva el arte pretendidamente hortera y que, en el peor de los casos, tiende a dibujar sonrisas. Fue resultado de un desarrollo algo esperpéntico, en el que no faltaron (entre otras excentricidades) desapariciones del cantante para cambiarse de ropa, alusiones a Las Vegas (precisamente lo suyo tiene mucho de esa decadencia magnética tan asociada a la ciudad del pecado), homenajes al Celtic de Glasgow y Ucrania, o una parte de la velada con la banda al completo sentada en riguroso orden al borde del escenario. Todo mientras caían temas propios (“Forever Young”, la maravillosa “Maggie May”, “Young Turks”, “Tonight’s The Night (Gonna Be Alright)” o “Da Ya Think I’m Sexy?”) y esas versiones que tan bien ha trabajado, caso de “I Don’t Want to Talk About It” de Crazy Horse, “Downtown Train” de Tom Waits, “Some Guys Have All the Luck” de The Persuaders o la inicial “Addicted to Love” de Robert Palmer señalando el camino.

La primera de las cuatro fechas de la presente gira de Rod Stewart por nuestro país resultó lucir mucho más como espectáculo que como concierto en firme, y quizá no debería tomarse del todo en serio como tal ni ser evaluado desde una óptica purista. Lo cierto es que nos alegramos de estar allí, dilucidando con asombro cómo una velada de guion incomprensible y embriagador aroma hortera, podía resultar a la vez tan complaciente. Cabe suponer que fuese consecuencia directa de enfrentarse a uno de esos carismas canallas difíciles de explicar pero aún latentes. Quizá Rod Stewart pueda incluso considerarse el equivalente británico a nuestro Julio Iglesias, y aunque su maravillosa voz rasgada no arrase como antaño y sus movimientos de cadera se antojen algo torpes, resulta difícil no adorarle. Es lo que tienen los mitos, sean de uno u otro calibre y vengan de la época que vengan.

Foto Rod Stewart: Raúl Julián

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