Rufus Wainwright – Unfollow the rules (BMG Records)
Inmensos prados de melancolía sofisticada. Ésta podría resultar una de las diversas descripciones sobre la sustanciosa música de Rufus Wainwright, el cual se encumbra como uno de los más superlativos genios musicales del nuevo milenio (y de éstos escasean) e indudable heredero de perennes y muy sensibles solistas del pop-rock, de diversas franjas temporales previas, como Leonard Cohen, Harry Nilsson, Billy Joel o Neil Young; entre muchos otros.
Desde su homónimo debut discográfico, en 1998 y hasta este 2020, con su noveno y magno LP de los considerados “poperos”, Unfollow the Rules (BMG), el portentoso Rufus canta siempre de modo intenso, vital, hondamente dramático y como un lírico y puro manto de nieve, el cual no debiera pisotearse jamás. A lo largo de todo el minutaje de dicha novedosa grabación, la espectacular, experimentada e inconfundible voz del intérprete norteamericano se presenta como un ciclón de seda, como una cálida mixtura vocal entre barítono operesco, “pop-jazz singer”, tenor de película musical y “chansonnier” francés.
Todo este don vocal sobreviene y se refleja, efectivamente, en temas como la exuberante “Trouble in paradise” (dónde opina el vocalista que el negocio de la moda no es tan impecable como aparenta, aunque también podría aludir él a las pugnas mundanas), la compungida y resacosa “Early morning madness” (trata, veladamente, de adicción a las drogas) o la pausada y titular “Unfollow the rules” (un mensaje que le expresó su hija, Viva, al propio Wainwright acerca de no seguir las reglas y reexaminar la sociedad, además de exteriorizar el mismo músico una auto-consciencia sobre las limitaciones de la fuerza humana).
Y como en una paradoja agridulce, Rufus Wainwright siempre sabe manejar la fragilidad expresiva con mano de acero como, por ejemplo, en “Alone time” (sobre la hermosura de la soledad pero también un canto de ánimo al sacrificado aislamiento de mucha gente debido a la pandemia actual), en la sentimental “Romantical man”, (sobre la visita a varios emplazamientos de Londres, ciudad ésta que Rufus habitó de adolescente y además, rememora aquí a su madre malograda, en 2010, la cantautora canadiense Kate McGarrigle), en la hábilmente fina, algo glam, y al unísono, muy épica “Damsel in distress” (añoranza de la propia capital británica y sobre todo, un homenaje a su muy admirada Joni Mitchell), en el feliz pop-vals “Peaceful afternoon” (dedicada, amorosamente, a su pareja, Jörn), en la angelical “My little you” (ahora acordándose de su hija Viva) o en la plácidamente soñadora “Only the people that love”.
También hay espacio para cruzarse con “You ain’t big”, un templado music-hall, estilo años 40, el cual guarda una implícita causticidad sobre que por muy grandioso músico que te consideren en cualquier otro país, nunca serás una estrella en las regiones interiores de E.E.U.U. si tus canciones no son del gusto de la propia América profunda. Aunque éste se suponía que era el mensaje original de Rufus Wainwright, otra interpretación distinta del mismo tema gracias al video-clip correspondiente, podría contener una alusión a las protestas, en todo el globo, sobre el fallecimiento de George Floyd. Como guinda estilística, se desliza una belleza entre fantasmagórica y mitológica (por decirlo así) en “This one’s for the ladies”.
Para la edición “deluxe” en formato CD, se anexionan dos “bonus tracks”, durante las cuales el autor se atreve a versionear, enteramente en idioma francés, las propias “Hatred” (sobre ciertas situaciones vitales complicadas de afrontar y sobre como darle la vuelta al existente odio actual, para utilizar el mismo de manera positiva), diseminando ésta una dualidad de tintes místicos y de sonoridad abismal y la ya citada “Peaceful afternoon”; es decir, retitulándose ambas como “Haine” y “Pièce à vivre”, respectivamente. En la adaptación de los textos en inglés a la propia lengua gala de dicho par de tonadas, intervino decisivamente el cantautor parisino Renan Luce.
Como colaboradores de altura dentro del álbum hallamos, por ejemplo, a los respetados bateristas Jim Keltner y Matt Chamberlain, al refulgente guitarrista Blake Mills o sin ir más lejos, a la propia hermana de Rufus a los coros, Martha Wainwright; entre otras chicas que trenzan los aterciopelados “background vocals”, en el disco. Por otro lado, Mitchell Froom se responsabilizó de la inmaculada producción alcanzada (además de los teclados), con el apoyo de David Boucher y también se desarrolla como majestuosa la orquestada sección de cuerda, con Rob Moose y Gabriel Cabezas liderando dicha instrumentación. Todo este avezado personal ha auxiliado a Wainwright a bruñir esta obra en varios estudios de Los Angeles, dando como resultado una potenciación y una mejora aún mayor respecto a los álbumes anteriores de este faraónico intérprete neoyorquino.
Por lo tanto, tras ocho años de expectación desde el exquisito Out of the game (2012), el reciente Unfollow the rules se ha convertido ya en otro de los trabajos más descollantes y relucientes de Rufus Wainwright, el cual jamás extravía ni su barroco glamour, ni su inteligencia armoniosa, ni su primoroso talento, ni absolutamente nada de su singular personalidad artística: él es como un Oscar Wilde del siglo XXI.
Escucha Rufus Wainwright – Unfollow the rules
un disco delicioso
Sorprendente e inconmensurable, como siempre, Rufus retorna siguiendo sus propias reglas y arbitrios, sabiendo que sólo un maestro tan polifacético como él puede subyugarnos al máximo con su música. Gracias a Txus Iglesias y a Muzikalia por la reseña de esta interesantísima novedad discográfica.