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Tanned Tin 2008. Décima edición del festival de Acuarela

Intro

Los diez años del Tanned Tin se han pasado volando. Seis en Santander (ciudad irrepetible), cuatro en Castellón (sonido impecable). Quién sabe donde será el año que viene…la misma organización ha comentado en los medios que no asegura la continuidad en la sede actual.

Este año el festival más indie de España, organizado por Acuarela y Septiembre Recuerdos, ha vuelto a mezclar en su cartel nombres contrastados (Come, Sr. Chinarro) con jóvenes promesas y bandas totalmente desconocidas, ejerciendo así de cantera de nuevos talentos. De nuevo muchos intérpretes han enchufado sus amplificadores por primera vez en nuestro país (Audrey, Deer Tick,por nombrar dos de las sorpresas del festival), y como dato curioso o revelador, la edad media del músico ha bajado considerablemente hasta una cifra casi insultante. Mucho veinteañero (quién sabe si teenagers) se ha paseado como si tal cosa por un festival que en el pasado (no muy lejano) acogió nombres como Cocorosie, M. Ward o Herman Dune. Por momentos aquello parecía un instituto plagado de nerds.

De esta manera, bien podríamos comparar el espíritu del Tanned Tin al de una escuela de fútbol tipo «La Masia» (Barcelona) o «Mareo» (Gijon), o también podría recordarnos a un equipo pequeño que sabe manejar un presupuesto ajustado para codearse con los grandes. Como sucede con todas las ediciones, algunos de los nombres del cartel los veremos sin duda en festivales de mayor magnitud y repercusión, y algunos afortunados podrán recordar que los vieron sentados y con buen sonido. Asistir al Tanned Tin es, por tanto, una apuesta de presente y futuro. Y como toda apuesta tiene su riesgo de pérdida, sus momentos flojos, concentrados este año principalmente en el domingo, ultimo día del festival.

El (elevado) número de actuaciones por día vuelve a ser un posible tema de discusión cara al futuro, en vistas a un mejor aprovechamiento del tiempo en un espacio cerrado, para poder saborear mejor un buen concierto. Este año incluso ha habido actuaciones entre los conciertos (ubicados en el hall del teatro), rozando por momentos la sobredosis musical. Aunque lo que uno espera de un festival de música es precisamente eso, música, dudo que nadie haya podido ver absolutamente todo lo ofrecido sin sentirse superado. Los años de Santander eran algo más comedidos.


 

 

Primera parte

El Tanned Tin arranco el miércoles 12 de noviembre en el maravilloso Teatre Principal de Castellón, donde se juntaron nombres comoArms (banda que repetiria el viernes en el hall, siempre en su versión reducida, lejana al disco), o La Orquesta del Caballo Ganador(que el viernes repartía flyers de un concierto paralelo). Pero así es el Tanned Tin, los grupos anuncian sus otros conciertos, te venden y firman sus discos, se sientan a tu lado en el teatro o te piden un cigarrillo a la salida. Uno de los jovencísimos músicos de Deer Tickse nos acercó, disco en mano, ofreciéndonos su trabajo por 13€. Qué mejor ejemplo de cercanía, sencillez y humildad que esa.

El jueves fue el turno de artistas como The Strugglers (que ya pasaron poco antes por Madrid en la fiesta de cierre del aniversario deAcuarela), Beach House o Cass McCombs. De nuevo en el Teatro, que el Auditorio este año no ha sido parte del festival. Ni falta que hacia.

El viernes comenzó la jornada en el Casino Antiguo, espacio ideal para conciertos íntimos a la hora del aperitivo, para dar paso, de nuevo, al Teatre Principal por la tarde-noche. En este día la cosa empezó a calentarse (también en asistencia de publico, incluyendo a un servidor), anticipando el plato fuerte del sábado. Tras The Declining Winter (proyecto de Richard Adams, componente de Hood y hermano de Chris «Bracken» Adams), llegó la primera llamada de atención: Audrey, un cuarteto femenino que desde Gotemburgo se trajeron unas delicadas melodías de dormitorio con un directo sencillo lleno de contención, dulzura y timidez. A continuación fue el turno de Thalia Zedek Band, que tras un buen comienzo que se fue diluyendo en la repetición, en una linealidad lejos de lo que ofrecería al día siguiente con los esperados Come.

Zu llegaron pisando fuerte y tapando oídos, parecía que el teatro se iba a venir abajo. Si algunos consideran el Tanned Tin un festival calmado, el grupo proveniente de Italia dejo claro que nada más lejos de la realidad. Los siguientes en aparecer, Dälek, no se quedaron cortos y terminaron levantando de sus asientos a buena parte de la platea del teatro, que no podía contenerse en sus asientos. Una imagen única la de las decenas de personas que se movían entre (y sobre) las butacas al ritmo del hip hop de los de New Jersey. Una imagen extraña y graciosa fuera de contexto la de los espectadores moviendo los brazos, la cadera y el esternón en pleno teatro.

El sábado colmo las expectativas del más crítico. El día empezó a destacar bien temprano en el Casino, con el concierto de la genialTara Jane O´Neil, que estuvo acompañada por Frank Rudow a la batería (la chica sabe elegir bien a sus acompañantes) y del violinista de Thalia Zedek. Comentaron que apenas habían podido ensayar. Poco importó, es más, aquello gano puntos, viendo como los músicos se iban dejando llevar. Lo de la norteamericana es pura magia escénica, puro talento musical, difícil de explicar con palabras. El final del concierto, como ya sucediera en su ultima visita a Madrid, contó con la participación del publico, al que repartió panderetas, shakers y demás instrumentos de percusión.

De vuelta al Teatre, la primera en la frente: Sam Amidon. Uno de los mejores conciertos del festival, sino el mejor. El de Vermont no solo se marcó una actuación para el recuerdo, sino que se descubrió cómo autentico showman. De las payasadas, carcajadas y bailes imposibles entre canción y canción, al estremecimiento durante la ejecución. Un 10.

El siguiente en destacar fue Sr. Chinarro, esta vez en su versión «solo ante el peligro». Antonio Luque, guitarra en mano, salió vestido confiando en el negro y toco lo que nunca había tocado (desde su grabación en según qué casos), y lo que ya no suele tocar, ofreciendo así un concierto exclusivo, único. Un resumen acertado de su carrera musical en Acuarela, El Ejercito Rojo y Mushroom Pillow. Si había algún sitio para hacerlo era éste. «25 W de una idea» abrió su repaso a Ep´s como La tapia del perejil (que tocó de principio a fin) o La pena máxima. No faltaron «Quiromántico», «Santa Teresa», «El Rayo Verde» o sus últimos singles como «Los Ángeles» o «Del montón» (que incluyo un bochornoso, aunque loable, doble intento del público de acompañarle con palmas). Concierto especial, por tanto, que a más de uno trajo gratos recuerdos del siglo pasado.

Y llegamos a Deer Tick. Cuatro chavales que por momentos parecían estar tocando con Marty McFly en el «Baile del encantamiento bajo el mar». El «clasicismo, desparpajo e improvisación» que ya adelantaba el programa de mano se vio plasmado en un concierto lleno de energía y perfección técnica. De esos grupos que da gusto ver tocar, que saben aplicar su manejo de los instrumentos sin caer en el virtuosismo onanista. Hasta se marcaron una versión de «La bamba», convirtiendo tan conocido tema en uno de los momentos del fin de semana. Si hubiera sido un concurso de instituto hubieran ganado por goleada. Audrey hubiera quedado en segundo puesto.


Segunda parte

Tras el vibrante concierto de rock clásico de unos recién llegados, llego el turno del rock crudo de los experimentados Come. Una vez más un concierto exclusivo, único, especial. Y tanto, como que el grupo escogió el Tanned Tin para reunirse por primera (¿y ultima?) vez en muchos años. Thalia Zedek y Chris Brokaw son dos clásicos del festival, la decisión no es de extrañar. Confieso que su concierto, que volvió loco al teatro, no me entusiasmó como hicieron otros conjuntos. Seria la resaca de Deer Tick, será que nunca fueron santo de mi devoción. Se pudo ver a otra Thalia, más animada, más emocionada, convenciendo a Brokaw para salir y hacer el único bis permitido de la edición. Al finalizar no pararon de firmar discos. Más de uno tendrá en el recuerdo este año como el de Come,no es mi caso pese a su importancia y repercusión, pero para eso están los festivales, para que cada uno se quede con lo que más le ha llegado.

Mount Eerie a.k.a Phil Evelum, antes conocido como The Microphones, fue el siguiente en salir junto a su guitarra y su aire despistado, como recién levantado de la cama, como si todavía estuviera en fase R.E.M. Miraba a su alrededor, miraba su mano (donde llevaba escrito el set list), miraba al publico y afirmo encontrarse en el mejor Teatro en el que haya tocado nunca, «y han sido unos cuantos». No lo tenía fácil tras dos exitosas actuaciones, pero supero la prueba con creces, contagiando al personal con su particular manera de hacer canciones y sentir la música.

The New Year, otros viejos conocidos del lugar, ejercieron de broche del mejor día del fin de semana. Monkey Cup Dress, llegaron desde Copenhague, pero bien podrían haber salido de una película (colorista) de Tim Burton. Inauguraron el domingo con sonrisas y buenas maneras, aunque con demasiada contención y frialdad en sus calidas canciones. Una extraña contradicción que no termino de cuajar. Agent Ribbons continuaron con el quiero y no puedo de las suecas solo que en versión punk de escaparate. De camino la cantante se llevo el premio al peor disfraz.

June Panic enderezo el día él solito y poco después se le unió su vergonzosa compañera a los mandos del metalófono y los dulces coros. The Floorbirds (que ya actuaron el año pasado en el Casino Antiguo) fueron todo un gusto para los oídos, con su interpretación del folk norteamericano más clásico. Lo mejor del día junto con Mom.

Nacho Vegas apareció y desapareció como un relámpago. Al igual que Luque, sin banda de acompañamiento, al igual que Luque, de negro impoluto (salvo unos llamativos zapatos plateados). Apenas tocó 40 minutos de los 50 estipulados. Entre su buen hacer y sus largas canciones, aquello supo a poco. Por el camino dejo una actuación sobria, emocionante en ocasaiones, que comenzó con su versión de «El extranjero», llegando a su mejor momento con «Me he perdido». Aprovechó para tocar un tema todavía inédito «Detener el tiempo», que formará parte de su inminente nuevo álbum. No falto «El hombre que casi conocio a Michi Panero».

Si Phil Evelum parecía salido de su querida cabaña de Noruega, de hablar con los pájaros y los árboles, Munch Munch vinieron directamente desde su garaje de Bristol con su fiesta de la percusión (2 baterías) melódica (2 teclados). Todo un show rítmico con intercambio de instrumentos en mitad de las canciones incluido. Todo enfermizamente cuadrado, sin espacio para el error. Uno no se imagina una claqueta guiándoles en los ensayos, pero si muchas horas de trabajo detrás, muchos vecinos cabreados, muchos padres asustados. Y es que, de nuevo, estábamos ante un grupo de chavales.

Mom aparecieron en escena con su «música concreta», «un poco rara», como ellos mismos definieron. «Somos de Texas», se excusaban. Cosas más bizarras hemos visto. Su propuesta fue lo más sorprendente y grato del día, consiguiendo con sus samplers, guitarras y violines un ambiente musical cercano al trance. Ideal para una banda sonora de una pelicula de Gondry. Jeniferever (mas suecos) cerraron el día y el festival. Su actuación, siendo magnánimos, bien se podría resumir como una sucesión de «caras b» de The Cure. Un grupo sin sonido y personalidad propia, vaya.

En resumidas cuentas, la décima edición del Tanned Tin ha vuelto a contar con una excelente organización, sonido y respeto por los horarios. Ha vuelto a tener demasiados grupos y conciertos para el recuerdo, volviendo a colarse en el top 5 de los mejores festivales del año, respondiendo a las expectativas de un festival con garantías de calidad.

Eso si, se han echado en falta más nombres nacionales, a ser posibles de su propio sello discográfico, una ausencia incomprensible en los últimos años.

 

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