The Stranglers

El punk fue un punto de partida y de respuesta pero nada más. Permitió explorar otros terrenos. Pero llegó un momento en que se volvió una caricatura


 
Escucharles o verles simboliza la consistencia de una carrera que, ajena a tendencias, se mantiene tras cuarenta años de trajines, hallazgos y logros. Más allá de cualquier ventisca, The Stranglers sigue siendo un grupo con personalidad y actitud.
 
Aprovechando la salida de su reciente recopilación Giants And Gems: An Album Collection, que recorre los grandes pasajes que pueblan sus diecisiete discos, y su inminente paso por estas tierras (1 abril – Barcelona (sala Barts), 3 de abril – Madrid (sala But), 5 de abril – San Sebastián (Intxaurrondo) y 6 de abril – Gijón Sound Festival), la ocasión se presentó propicia para poder charlar con Jean – Jacques Burnel, uno de sus fundadores, singular bajista y consumado karateca, acerca de los avatares que rodean a una historia plena de acción, calambres, triunfos, persistencias y consistencias.
 
Cuarenta años de carrera es mucho tiempo, tanto como para evaluar el ímpetu que se puede tener para seguir sosteniendo a una banda. ¿Cómo se lleva esto en un grupo como The Stranglers?
 
«Despierto y pienso que cada día es nuevo. Llevamos muchos años en esto pero nos sentimos más fuertes que nunca. Sentimos que somos gente que se renueva y eso nos mueve. Sé que no soy muy joven pero quiero mantener la mirada joven. Soy muy afortunado de tocar junto al grupo pues es parte de mi vida y me siento muy bien junto a ellos. También me impulsa el apoyo de la gente, de nuestros seguidores, de los de siempre y de los que van llegando».
 
Esa fidelidad a su propuesta y el reconocimiento de sus fans es un bastión en el que parecen sustentar sus movimientos. Su influencia en el punk, tras salir a toda velocidad de las cenizas del pub rock, se hizo notoria en un momento en el que era difícil clasificarles pues en su sonido latían varios pulsos que manifestaban un empecinamiento por no pertenecer a nada.
 
Pero ¿realmente fue el punk como se nos ha pintado?
 
«El punk fue un punto de partida y de respuesta pero nada más. Permitió explorar otros terrenos. Pero llegó un momento en que se volvió una caricatura. Nosotros odiamos ser definidos, por eso preferimos irnos por el punto de libertad que nos dio».
 
Sus característicos apuntes de teclados o las líneas de bajo ejecutadas por Burnel, ponían sobre el tapete a un grupo distinto al grueso de bandas. El entrevistado recuerda ese momento y sonríe.
 
«Lo de tocar el bajo fue algo completamente accidental. Yo era guitarrista pero se dio la circunstancia de que alguien tenía que hacerse cargo de ello y me tocó a mí. Pero lo bueno es que aprendí a hacerlo a mi manera, sin reglas, sin clases. Veía lo que hacía gente como Jaco Pastorius y me quedaba pensando que yo podía hacerlo a mi manera. Y eso fue lo que hice».
 



Hablando de hacer las cosas a tu manera. ¿Crees que el pop o el rock de hoy siguen esa forma de actuar?
 
«No quiero parecer cínico pero creo que cierto tipo de pop y rock está dando vueltas sobre sí mismo, complaciéndose. Quizás lo importante sería avanzar, como hacen muchos, intentando romper reglas. Es algo que se ha intentado en el hip hop, por ejemplo. Creo que deberíamos tener en cuenta que cada persona es única, con lo cual lo que hacemos también debería serlo. Así cualquier expresión iría más allá del cliché. Lo malo es que, a diferencia de cuando empezamos, ahora hay mucha presión para los grupos que empiezan. Asumir riesgos se hace complicado. Pero es lo que debería hacerse».
 
Palabras para ser tomadas en cuenta. Más aún cuando observamos a la gran cantidad de canciones que ya son parte viva del imaginario de la memoria del rock: «No More Heroes», «Golden Brown», «The European Female», «Hanging Around», «Always The Sun», «Princess Of The Streets», «La Folie», y muchas más están ahí. Pero el camino ha sido largo y, en ocasiones, duro.
 
«Cuando empezamos viajábamos mucho y tocábamos en cualquier lugar, en sitios aceptables pero también en lugares horrendos. Siempre teníamos problemas con el sonido, broncas con el público, con la policía… Una noche de 1974 acabamos un concierto y el ambiente era muy malo, no nos querían pagar y, tras una buena trifulca, vimos en la televisión una película con Tony Curtis llamada «The Boston Strangler». Con lo enfadados que estábamos supimos que la palabra strangler tenía que estar en nuestro nombre. Entonces nos convertimos en Guildford Stranglers y, afortunadamente, después en The Stranglers«.
 
Retomamos el tema de décadas en las que grabar y girar ha sido, y es, parte de su transcurso vital. ¿Puede resentirse un repertorio de sonar y sonar noche tras noche?
 
«Repetir canciones no es algo que nos preocupe mucho porque ocurre que cada día tenemos algo distinto en nosotros. Estados de ánimo distintos, maneras de enfocarlas distintas, ideas distintas… Somos un grupo muy orgánico. Aunque he de decir que también hay canciones que ya no quiero tocar pues lo hemos hecho tanto que es mejor dejarlas descansar un poco, especialmente si son hits».
 
¿Es como si se llegase a un diálogo de comprensión con las canciones?
 
«Sí, así es. Con el tiempo hemos aprendido a darles lo que necesitan y a quitar cosas que en su momento pensábamos que les venían bien y que, después, hemos comprendido que eran rellenos. Por eso el espacio es tan importante en nuestra música, hace que se redefinan en la experiencia de cada uno de nosotros».
 
Además en vuestras grabaciones, como en tu trabajo en solitario, se puede ver que, habiendo un hilo conductor, habéis dejado lugar a otros matices y sonidos.
 
«Es que, si te gusta la música con verdadera pasión, no te puedes encerrar en un estilo. Es absurdo, hay tanto que te lleva de un lado a otro, que limitarte a una sola cosa no tiene sentido. Es negarte la posibilidad de descubrir y crecer. Esto es aplicable a todo lo que tiene que ver con la sensibilidad y con el progreso, si es que es lo que quieres».
 
¿No te parece que progresar ahora parece algo complicado?
«Es un momento delicado pues en una época Europa creía en sí misma, pero no como ahora que se ha convertido en una Europa irresponsable y tecnócrata y que no representa nada. Es un continente lleno de políticos con las manos sucias. Si miras a España se ve lo evidente que es esto. La manera en que se gestiona el trabajo es un crimen, tanto como la soberbia de quienes creen que son dueños del dinero de los demás. Es una vergüenza ver como existe un rey que dispara a animales y que es un símbolo para mucha gente. Por otro lado hablar de monarquías constitucionales es absolutamente irónico. Es una broma del tiempo».
 
Pero siendo una broma de mal gusto, ¿crees que el arte, como en otras épocas, puede realmente servir de detonante de liberación?
 
«Creo que el espíritu se abrirá en base al arte. Quiero creer que así ocurrirá, que el cambio llegará con el contacto con el interior de cada uno y de su conexión con el arte y con la apertura de conciencia que este puede generar. Es necesario rebelarse contra la mediocridad y la ignorancia de todos los ladrones que se creen con derecho a debilitarnos emocional y económicamente. Para esa gente el arte es un peligro, para ellos pensar es un peligro».
 
Y en medio de todo este torbellino de sinsentidos ¿cómo te ves?
 
«Si repaso el tiempo que he vivido metido en el grupo y todo lo que he hecho creo que puedo decir que mi vida ha sido leal conmigo y con el grupo. Sinceramente me siento bien al verme en el espejo».
 
Siendo parte de un grupo que ha influido a muchos. ¿Qué crees que es lo esencial que debe tener en cuenta quien empieza en la música o que busca seguir adelante con ella?
 
«Creo que como parte del grupo, como músico y como alguien que cree en lo que hace puedo decir que siempre hay tiempo para poder hacer o deshacer algo. Si miras con ojos jóvenes errarás, pero el error es la mejor forma de aprender».
 
Y si tuvieses enfrente a un joven ¿qué le dirías?
 
«Le diría claramente: No me escuches. Comete errores y aprenderás. No sigas reglas. Mantén tus sentidos despiertos y distinguirás cuál es tu camino».
 

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