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Tórtel – Transparente (I*M Música)

De pequeño todos los críos de mi edad teníamos algún juguete de construcción, uno de aquellos con centenares de piezas acoplables con las que podíamos construir castillos, puentes, fortalezas. Al final jamás podíamos completar lo que veíamos en las fotos pero, a cambio, montábamos coches voladores, monstruos, campos de fútbol o laberintos. Es una analogía rara, estaréis pensando, pero no puedo evitar acordarme de aquello cuando escucho el nuevo disco de Tórtel. Me imagino a Jorge Pérez jugando con las piezas del pop, viendo las fotos de lo que ya se ha hecho antes, y decidiendo construir algo nuevo con ellas. Con la inocencia de un niño, la misma inocencia que se respira a lo largo de todo el álbum, disfrutando quizás más con el proceso que con el resultado final, como hacíamos nosotros. El juego por el juego, sin que haya ganadores ni perdedores.

En cualquier caso, si hay ganadores somos nosotros, los que tenemos la suerte de poder escuchar un disco como Transparente. Estamos ante todo aquello que ya podíamos escuchar en La Gran Prueba (Gran Derby / El Volcán, 2014) pero elevado a varias potencias: en aquel álbum había melodías bonitas, en este son gloriosas; los efectos sonoros y algunas introducciones a las canciones resultaban entonces simpáticas, aquí son excelsas, imprescindibles, el prólogo preciso para que el cuerpo del oyente se encoja, se le caiga el vello facial y vuelva a preferir la libertad de las piezas antes que el corsé del montaje terminado.

De las diez canciones que componen Transparente, al menos ocho de ellas tienen todos los números para atraparte y despertarte en medio de la noche, y entonces no podrás dejar de tararearlas, y sentirás la necesidad impetuosa de volverlas a escuchar, de dejarte llevar por sus pegadizos estribillos, por los arranques a lo Spector con campanas y coros, por los sintetizadores juguetones (genial también Al Pagoda, encargado de los teclados y colaborador en alguna composición). Te verás arrastrado por esos épicos crescendos (en “La luz de siempre” parece que vayan a entrar los Walker Brothers), y al mismo tiempo te dejarás arropar por esa frágil pero firme voz, una voz que recuerda de alguna forma al leonés Fabián, otro genial y sensible alquimista de sonidos.

Y luego están las letras… ¿Hay algo más infantil que ponerse a rayar coches tras una rabieta? ¿Hay algo más inocente que la brutal sinceridad de un niño? Tórtel se abre en canal, nos muestra su “traje de huesos tan blancos que duele mirarlos”, nos ofrece su “piel del revés”, se enfada con la gente que sólo quiere hablar de sí misma y no escucha, parece asumir que corre junto a otros “sin saber dónde ir”. Todo no es inocencia, claro, también es consciente de los problemas que conlleva la vida, habla de ellos, los expone, se queja, los denuncia. “Somos lo que escondemos”, llega a decir, en franca contradicción con la exposición cruda de su interior que ha realizado minutos antes. Ah, también contradecirse forma parte de la inocencia infantil.

El álbum se cierra con el juego definitivo: “Pedra cristalina” es un instrumental en el que Jorge renuncia a las palabras para ni siquiera sentirse ligado por lo que dice y poder jugar en libertad con los sonidos, los efectos, los instrumentos, los cambios de ritmo y de textura. Qué bonito debe ser tener esa capacidad para jugar con la música y volver a ser un niño.

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