Valeria Castro (Teatro Cervantes) Málaga 29/06/25
El Cuerpo Después De Todo (Warner Music, 2025) ha supuesto una de las grandes noticias de lo que llevamos de año en cuanto a lanzamientos musicales en nuestro país se refiere. Con este disco, Valeria Castro sube la apuesta varios enteros con respecto a su ya destacable debut en largo, Con Cariño Y Con Cuidado (Warner Music, 2023), marcado sin duda por la desolación causada por la erupción del volcán de Tajogaite, y reúne un puñado de canciones caracterizadas por su delicadeza y su impacto directo en la memoria, a la que se adhieren con extrema facilidad. En ellas aborda la sanación tras el dolor, habla del perdón, de la devoción y de lo que queda tras el incendio de aquello que nos parte por la mitad en un momento de nuestra existencia. De volver a empezar y reconstruirse cosiendo las heridas.
Su presentación en el imponente marco del Teatro Cervantes de Málaga, dentro de la programación del siempre interesante ciclo Terral, a la que puso el inmejorable broche este año, fue recibida con enorme expectación, colgando el cartel de “no hay billetes” desde hace varios meses. Y lo cierto es que la cantautora de La Palma no defraudó en absoluto, desgranando su distinguido cancionero con personalidad, talento y mucho carisma. A sus apenas veintiséis años, es de admirar como ha ido ganándose al público con unas composiciones llenas de verdad, que respiran honestidad y seducen por su despliegue de matices, abarcando diferentes géneros y haciendo gala de sus inquietudes musicales, no en vano este nuevo trabajo se ha grabado entre Ciudad de México y Madrid.
El recorrido por su joven trayectoria incluyó paradas en sus dos discos y en su ep de 2021, Chiquita. Por cada surco de sus sentidas miradas a ese mosaico de sentimientos que impregna sus versos, se podía sentir el palpitar de una creadora dotada de un magnetismo especial, con el que se antoja natural conectar y aceptar su invitación a navegar por sus historias plagadas de esperanza tras la desolación provocada por la pérdida y dispuestas a afrontar el aprendizaje detrás de cada experiencia, por muy dolorosa que resulte.
Su imponente presencia contó con la sutil compañía de una banda elegante y de contrastada solvencia conformada por María de la Flor al violín (además de guitarra, ronroco y coros), Joaquín Sánchez al saxo y clarinete, Borja Barrueta a las percusiones, Carles Campi Campón al bajo y Meritxell Neddermann a los teclados, sintes y coros. Entre todos contribuyeron a generar un espacio reconfortante en el que la música fluía con inquebrantable armonía mientras recurrían a sus diferentes instrumentos, convirtiendo cada canción en un desarmante ejercicio de poesía musical que acariciaba los sentidos al tiempo que servía para exorcizar miedos y abrazar la calma.
Desde la apertura con la evocadora “La Soledad”, el grácil transitar por las sedosas curvas de “Tiene Que Ser Más Fácil”, “Honestamente” o “Debe Ser” vino a subrayar la valía de su material más reciente, mientras que “Abril y Mayo”, “Guerrera” o “La Raíz”, echaron la vista atrás con deslumbrante vigencia. La toma desnuda de “Devota” generó un aplauso atronador, de esos que ponen un nudo en la garganta y podrían durar toda la vida. La reverencia unánime brotaba mientras pasábamos de la pulsión latina de “Sentimentalmente” al recuerdo a ese mágico encuentro con Tanxungueiras en “Hoxe, Mañá e Sempre” o nos mecía entre las cuerdas de la sublime “Parecido A Quererte” para acabar envolviéndonos en la inercia de la adictiva “Sobra Decirte” entre el clamor y el éxtasis de un público entregado, sabedor de que había asistido a un espectáculo de esos que dejan un recuerdo imborrable en la memoria.
Foto Valeria Castro: José Megía