Amaral – Nocturnal (Antártida)

Cuando los zaragozanos Amaral empezaron a considerarse a sí mismos como una banda, digamos, “indie”, o cuando manifestaron su indignación con la situación política y social del país, lo más fácil era no tomarlos en serio. El hecho de que fundaran su propio sello, tras la desaparición de Virgin, pasó desapercibido. Incluso cuando publicaron el vídeo de “Ratonera”, repleto de rabia contra una clase política inútil e indolente, se les negó el derecho al pataleo y se les acusó de subirse a un barco que no era el suyo. El problema, entonces y ahora, es saber cuál es el barco de Amaral.

En Nocturnal (Antártida) siguen con la senda abierta en sus anteriores trabajos, aunque también hay cambios. Conceptualmente es, como su nombre indica, un disco oscuro, a veces depresivo. La mayoría de canciones transmiten un desasosiego anímico que puede tener causas externas o internas por igual. Porque Amaral, a pesar de aquel vídeo antes mencionado, no son un grupo panfletario. Lo suyo es otro tipo de protesta, más sutil, que tiene que ver más con el descreimiento, la ansiedad y la dificultad de encontrar el lugar de uno en un mundo cada vez más excluyente y complicado. Se podría pensar que buscan un equilibrio entre accesibilidad e inquietud, entre no perder su bien ganada popularidad y poder manifestar su inconformismo. Aunque en “Cazador” no se cortan a la hora de hacer explícita su postura, en la rebeldía de Eva y Juan hay más metáforas que consignas.

Musicalmente, para bien o para mal, Amaral no van a darnos grandes sorpresas a estas alturas de su carrera. No les ha ido mal con su estilo, y han conseguido construirse una personalidad reconocible dentro de la cual ir introduciendo ligeros cambios. Algunos de ellos son los ritmos casi africanos de “Cazador”, los estribillos graves, pesimistas (“Nocturnal”, “Unas veces se gana y otras se pierde”), o una mayor presencia de sintetizadores (Abraham Boba toca el órgano en “La ciudad perdida”). También hay folk-pop cálido punteado con guitarras chispeantes, marca de la casa (“La niebla”), y estribillos y coros eufóricos y que desprenden ganas de vivir (“500 vidas”, “Lo que nos mantiene unidos”).

En definitiva, Amaral siguen sonando a sí mismos, lo que gustará a sus fans, y al mismo tiempo van introduciendo nuevos matices a su sonido clásico, lo que posiblemente traerá sin cuidado al resto.

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