Arizona Baby (Sala Hangar) Córdoba 18/01/19

Uno de los secretos mejor guardados de esa vertiente del rock español que gira mirada y maneras hacia latitudes allende los mares –léase querencias americanas normalmente de raíz clásica- es el que guarda como oro en paño un grupo llamado Arizona Baby. Un trío de amigos bien avenidos procedentes de una tierra en teoría tan alejada de sus presupuestos sonoros como Valladolid que cobra importancia cultural desde el momento en que tenemos noticias de que en la década de los sesenta Joaquín Díaz, un esforzado folclorista oriundo de dichas tierras castellanas ya grabó varios discos en inglés extrayendo la esencia de aquellos lares en un tremendo ejercicio de erudición; o que bandas olvidadas y de escasa trascendencia como Fallen Idols o The Bumpers también lo intentaron en su momento con menos de la mitad de fortuna y éxito (curiosa y relativa palabra) que Javier Vielba, Rubén Marrón y Guillermo Aragón, los componentes primerizos y actuales de este espléndido combo. Y lo más sorprendente es que ninguno de sus discos suena igual al anterior ni al siguiente, pues en este último Sonora está la misma esencia, que no es otra que la misma que guió los pasos del abuelo Neil Young o derivó en la medida electricidad de Black Crowes, pero simplificada y expandida hasta límites que ni ellos mismos sospechaban. Dos guitarras acústicas que en directo no hacen añorar ni siquiera al ausente bajo y una batería espartana, bongos incluidos, como contrapunto percusivo a unas canciones que ahora más que nunca en su carrera se bañan en un mar de acordes infinito y nunca previsible. La simplicidad, aunque lo parezca, tiene la partida perdida con estos músicos.

Saben dosificar los vallisoletanos las nuevas andanadas de intensidad implícitas en los nuevos temas “Videotapes”, “Nobody seems to care” o la juguetona “Walking contradiction” con las pasadas pero igualmente prestas a ser tocadas cada vez con distintos matices “The truth”, “Survive”, “16 tons” o “If I could”, que si se escuchan con atención se presentan con un traje prestado para la ocasión pero nunca idéntico al que vestían cuando fueron concebidas. A todo esto, el agradecimiento y las dotes de showman del señor Vielba (El Meister cuando se presenta al margen de sus acompañantes y vuelca sus naturales inclinaciones eléctricas con igual acierto) hacen al público divertirse como si en escena hubiera dos o tres músicos más, percibiendo y haciendo percibir la base de cada tema como un motivo de alegría por la gente que consigue hacer cada vez más del menos, sin darle casi importancia a un himno de reciente creación como “UpDownAroundGo” o al boceto de country que es “Erase all the lines”, o escuchando con la misma atención al batería cuando el barbudo le cede el protagonismo que tiene a las voces de “What you are”. Decisión justificada como promoción innecesaria del proyecto paralelo de Guillermo, un combinado de folk y electrónica bautizado como Tuxedo y que ya ha grabado varios discos harto interesantes. Sí, se descubre con el paso de los años y las sucesivas escuchas y conciertos que Arizona Baby es un compendio de influencias y talentos puede que aún no bien ponderados. En las actuales presentaciones en directo siguen cabiendo el armazón de blues de “Dirge” y el trote fronterizo de “A tale of the west”, reforzados por los decibelios y la interpretación ajustada a los cánones, como mandan los ídem.

Cierran la primera parte con “Time to go” y abren la segunda, breve y definitiva, de la misma forma que el nuevo álbum, con un “Make believe” adornado por la armónica de Vielba y antes de cerrarla con el inevitable “Shiralee” –probablemente el hit que nunca quisieron hacer-, sueltan un “Devilish minds” que con otra instrumentación podría ser un disparo funky para cualquier sala que quiera poner a bailar a su clientela. Con todo, quede constancia de que servidor y acompañantes lo hicieron casi a su pesar y con pleno orgullo de haber presenciado el despegue definitivo de una banda que a base de trabajo y sudor, como se hacen los grandes, se empieza a hacer imprescindible en directo. Lo dicho, y sin necesidad de guitarras eléctricas. ¿Para qué, si ellos saben perfectamente lo que necesitan para sentirse realizados?

Fotos: Raisa McCartney

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