Bunbury & Vegas – El Tiempo de las Cerezas (Capitol)

Extraña sensación tiene uno cuando un par de amigos deciden darse de hostias cordialmente. Y es que El tiempo de las cerezas parece un combate de boxeo amañado, aunque quizás sea la única manera de afrontar un disco como el que nos ocupa, en el que Bunbury y Vegas se van alternando en un tuya mía, exponiéndose valientemente a las comparaciones. Pero lo han querido hacer lo mejor posible, es decir, interpretando cada uno sus canciones, de otra manera no habría tenido sentido. El de Bunbury y Vegas –tanto monta, monta tanto- es un universo tan de cada uno que, después de escuchar los reprises de “Días extraños” y “El rumbo de tus sueños”, asusta la posibilidad de que el uno se hubiera hecho cargo del material del otro. De cualquier manera, estamos ante una obra bien meditada, en la que todo ha sido pensado y repensado. Y no podía ser de otra forma porque ambos se están jugando mucho y ninguno está en esto por azar. Sin embargo –y a modo de reflexión a medio camino-, Bunbury sale perdiendo –reincidiendo en el símil pugilístico- del combate, aunque paradójicamente es el que desde mí punto de vista, ha afrontado el trabajo de una manera más generosa. Vegas es un artista con gran proyección, solvente músico y muy buen letrista e interprete, pero aún se maneja en cifras de venta modestas. Bunbury, por su parte, es un artista asentado, con un pasado al frente de Héroes del Silencio que le ha reportado gran popularidad y cifras de venta millonarias. En esta tesitura, es lógico pensar que Vegas tiene algunas ventajas respecto a Bunbury, derivadas del acercamiento del primero al público del segundo.

He leído en su reciente entrevista en el número de septiembre de Mondo Sonoro un par de declaraciones que nos pueden servir de hilo conductor para intentar sacar más luz al álbum. Por un lado, Bunbury: “De hecho, yo creo que en este disco hay un álbum de fotos de la historia del rock”. Pues sí, lo hay. Sin querer hacer un esfuerzo desmesurado por sacar el parecido a todas las canciones, sí que aparecen sin ningún trabajo claras similitudes con clásicos del rock y el folk de los últimos 50 años. Por otro, Vegas: “De hecho, diría que en mí caso es el disco menos mujeriego que he hecho en mi vida”. Pues no lo sé, pero sí que veo una sobre exposición de la figura femenina a lo largo del álbum, bien desde el punto de vista metafórico, bien desde el real.

Pero vayamos por partes. Si hacemos caso de la información promocional en El tiempo de las cerezas están Johnny Cash, Nick Drake y Townes Van Zandt, pero esto no es así. De Cash y de Drake no hay casi rastro y Van Zandt sale a luz por primera vez al final del primer disco y de la mano –no podía ser de otra manera- de Vegas en “Por la paz y la canción”. Habría sido más correcto hablar de Dylan –omnipresente en los cortes de Vegas– y de Waits como influencias motoras y de Crazy Horse, Wilco e incluso The Velvet Underground etapa Loaded como luz guía para la excelente banda que acompaña. No obstante, es preciso aclarar que Vegas es más poroso a sus influencias que Bunbury que sigue siendo muy él mismo, aunque ya digo que la banda aglutina las intenciones de ambos, logrando que el disco suene compacto y ayude a no enturbiar el propósito de sus protagonistas. Vegas no muestra pudor por citar sus referencias, provengan del cine – la actriz mejicana Katy Jurado y las nubes negras detrás, probablemente en Solo ante el peligro-, o de la música –Seymore Washinton es el nombre del negro que escucha a Van Zandt cantar “Waitin´ Around To Die” en el documental “Heartworn Highway” de James Szalapski-. Incluso tira de “intertextualidad” para re plantear hipótesis de, por ejemplo, Dylan como “La respuesta está en el viento”, que en la re lectura de Vegas aparece como “La verdad está en la canción”.

“Días extraños” se sujeta armónicamente y trota rítmicamente en el “Everybody’s Talkin’” de Fred Neil, vía Harry Nilsson, lo que no quita ni un ápice de mérito a la excelente presentación del álbum, que se vale de un medio tiempo de más de seis minutos para narrar una historia inconclusa de personajes sin género. A acto seguido, Bunbury arremete con “Puta desagradecida”, uno de sus mejores momentos, sin duda. Entre el primer y segundo cortes, ya podemos observar lo que va a ser una constante en todo el álbum, y es que las canciones suelen ir unidas, e incluso mordidas, sobrepuesto el final de una con el comienzo de otra. Probablemente, para enfatizar la sensación de unión y realzar el objetivo común. En “Secretos y mentiras” Vegas desata su lírica con la mirada puesta en Waits y en T. Rex. “No fue bueno, pero fue lo mejor” es otro de los momentos álgidos de Bunbury. “Va a empezar a llover” es una de las mejores canciones del álbum. Gran texto y bonito estribillo. El único pero es que suena demasiado a “Sunday Morning” de The Velvet Underground. “Látex” es la única canción escrita por ambos y en la que la banda está menos inspirada. En “La pena o la nada” encontramos otro de los momentos álgidos del disco. Gran texto, gran interpretación y la banda sonando a los Crazy Horse del Harvest. En “Ahora”, Bunbury echa la vista atrás para reivindicarse.

El segundo disco no recupera el nivel del primero hasta “Welcome to el callejón sin salida”, aunque es “El Cazador” el tema que vuelve a poner el listón en el notable. Entre el Dylan de “Like a Rolling Stone” y el Van Zandt de “Pancho & Lefty”. “De esclavitud y cadenas” utiliza coros y texturas de guitarra que delatan nuevamente a Crazy Horse. A partir de aquí y hasta el final el disco, vuelve a peder fuelle. En “La Fin” Vegas navega entre el Cohen y Aute.

Desde el punto de vista técnico El tiempo de las cerezas destaca por la excelente producción a todos los niveles. Gran trabajo de Paco Loco en la grabación -mención especial para las guitarras, tanto acústicas como eléctricas-, gran trabajo también de Jordi Mora en las mezclas y de Geg Calvi en la masterización.

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