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Cineplexx – Espejos (Jabalina)

Antes de escuchar por primera vez el último álbum de Cineplexx, hice una cosa muy contraproducente que consiste en ver un documental sobre la vida de Ginger Baker, batería de Cream y personaje sociópata, talentoso y fascinador a partes iguales. Al acabarlo, miré la oscura portada irónico-romántica de Espejos como se mira a una patata hervida después de haberse zampado cuatro Big Macs enteros, es decir, sin hambre. Sé que es injusto tanto para Cineplexx como para la patata hervida, porque cuando se vuelve a casa de fiesta a las 6 de la mañana bien que entra una patata hervida o una pizza congelada sin descongelar. Y como ya no sé cómo salir de ésta, volvamos al tema del último álbum de Cineplexx.

Argentino afincado actualmente en Madrid, donde compuso y grabó las 12 pistas de su nuevo Espejos, dijo alguna vez que todo lo que esté alejado del virtuosismo le interesa. No hace falta que lo jure; canción melódica latino-europea arreglada desde una perspectiva new romantic es a lo que evocan «Hipnotizado», «Besos» o sobretodo «Cariño». En definitiva, nada particularmente rebuscado en ideología o forma, aunque quizás sí en pretensión de suficiencia, porque, ¿hasta cuándo puede valer todo en el nombre de no tomarse a uno mismo muy en serio? Según el nacido Sebastián Litmanovich, hasta el infinito y más allá.

Dicho lo anterior, el sentido del humor no debería contemplarse nunca como excusa menospreciable para hacer música, sino todo lo contrario; en ocasiones, puede ser hasta su única razón de existir. Sobre todo cuando el portento interpretativo no acompaña, sensibilidad y gracia son camaradas indispensables del artista, y da la impresión con este Espejos de que Cineplexx ha estado haciéndole un poco el vacío a su amiga chisposa para pasar un tiempo extra con la otra más romántica. ¿Resultado? Se ha pasado de ñoño tres pueblos y le ha faltado el componente amazónico de aquel «Te Quiero» o del vídeo de «Tiger Trap» con los que convencía y conquistaba sin apenas esfuerzo. Porque ahí está, al final del día, toda la gracia del pop: en ser frívolo y no avergonzarse de ello.

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