Dean Wareham – Dean Wareham (PopStock!)

Aunque todo el mundo insiste en que estamos ante la primera colección de canciones que publica bajo su propio nombre (en formato largo) Dean Wareham, ex-líder de Luna y antes en Galaxie 500, la verdad es que, siendo cierto el hecho, no resulta especialmente relevante. Principalmente porque, salvo alguna excepción, este álbum homónimo no se aparta de la hoja de ruta que Wareham tiene trazada ya desde que abandonó su primera banda. Una hoja de ruta que plasmó con Luna y de la que no se desvió demasiado con su proyecto Dean & Britta.

Es curioso que lo que se le criticaba en su época de Galaxie 500, su voz, sea aquí una de sus principales armas. A pesar de que la mano de Jim James a la producción se nota, mucho y para bien, en mi opinión es la voz de Wareham lo que hace que canciones simples como «Heartless people» (una versión, además) resistan varias escuchas, o que otras que uno podría tomar por copias de Belle and Sebastian (como «My eyes are blue», por ejemplo) tengan una personalidad propia y definida que las haga pegarse a la memoria como una lapa. 

De todos modos no podemos ignorar los detalles de la producción. Los típicos arreglos del líder de My Morning Jacket dan al disco una calidez, una épica de salita de estar, que resulta muy agradable y reconfortante. Y cuando la cosa se achispa, como en «Holding pattern», el acierto está en sacar a Wareham de la salita y ponerlo a bailar en el pasillo aunque siga cantando desde su habitual melancolía y las paredes estén forradas de terciopelo. Como si este hecho animara al productor a insistir, y al cantante a dejarse llevar, las últimas canciones del álbum son raramente electrizantes y enérgicas para el personaje del que tratamos. «I can only give my all» es más MMJ que Luna, así lo atestigua esa catarata de guitarras que aparece de tanto en tanto a lo largo de la canción; «Babes in the woods», por otro lado, recuerda a esa americana ultraterrenal que practica el grupo de Jim James, falsete incluido. Pensándolo bien, tal vez «Happy & free» no esté colocada al final por azar, sino dando a entender que el proceso de creación ha resultado una especie de catarsis que ha conseguido llevar a Dean Wareham a otro plano. No muy lejano al anterior, cierto, pero es bastante riesgo para alguien que lleva veinticinco años componiendo canciones sin otra pretensión más que hacerlas bonitas. Se lo puede permitir, en cualquier caso, porque le salen casi perfectas.

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