Entrevistamos a Fino Oyonarte

Lleva Fino Oyonarte mucho tiempo en esto de la música, tanto formando parte de bandas como Los Enemigos o Clovis, como produciendo para otros. Ahora decide sacar del cajón de su memoria todos sus apuntes vitales, y esculpir un hermoso cancionero de los que deberían perdurar en la memoria. Sueños y Tormentas (Buenaventura, 2018) es un manual de vida sin instrucciones, y también una senda en la que adentrarse para redimirse a uno mismo ante su espejismo.

«No tenía intención de hacer un disco autobiográfico y de hecho lo considero más bien personal, pero sí es verdad que conforme iba escribiendo las canciones siempre trataban sobre una búsqueda interior, contando historias que para mí son importantes»

Después de tantos proyectos en los que has estado involucrado, ¿qué es lo que te hizo dar este paso al frente y grabar a tu nombre?

Llevaba mucho tiempo deseando hacer algo propio pero no había encontrado el momento, quizá porque, como dices, siempre he estado involucrado en otros grupos, haciendo producciones, o llevando la editorial Libros de Ruido con una dedicación plena que no me dejaba tiempo para otras aventuras. O quizá no me atrevía a enfrentarme a ello. Tuve un problema de salud del que salí vivo, y esa misma noche escribí en un cuaderno lo que deseaba hacer en el futuro y aparte de ponerme bien, deseaba por fin escribir canciones para un disco en solitario. Puede que ese fuera el detonante.

Fino, en la portada me recuerdas a un personaje quijotesco, o a un retrato de pintura flamenca. ¿Tiene una lectura especial?

Simplemente refleja un momento muy determinado de mi vida que fue cuando  grabé el disco. Llevaba un año sin afeitarme ni cortarme el pelo. Quería tener un recuerdo de esa época y una tarde de verano Ricardo Roncero me hizo esa fotografía en el Jardín Botánico. En ese momento ni había decidido salir en la portada, pero tras grabar el disco recordé portadas de álbumes que siempre he admirado de finales de los 60 y principio de los 70, de Leonard Cohen, Lou Reed, Nico, Bob Dylan… y me dije: «este álbum llevará mi retrato». A los cuatro o cinco meses me hice otras fotografías específicamente para la portada, pero nos dimos cuenta que aquella fotografía del Jardín Botánico tenía algo especial, esa mirada reflexiva que encajaba con lo que transmite el disco, con lo que cuenta.

Este es un disco que teje un discurso confesional, diría que hasta impúdico. ¿Cómo te planteaste este disco?

Simplemente tenía la necesidad y el deseo de escribir canciones, pero no sabía muy bien qué contar. Revisé notas y demos que tenía antiguas, pero de ahí solo me quedé con una melodía y una rueda de acordes con guitarra acústica que al tocarla al piano se convirtió en «Estos años». Pasé una temporada de bloqueo creativo y empecé a escribir todas las mañanas nada más levantarme, una especie de diario que con el tiempo fue alimentando el contenido de las canciones, y me di cuenta que las letras que escribía trataban de ilusiones, sueños – que para mi siempre han sido un motor para seguir adelante – decepción, apoyo mutuo, amor, pérdida, agradecimiento… Expresándome tal y como hablo, estaba encontrando mi voz propia. Ya había escrito antes canciones, pero quizá no de una forma tan personal. A veces sentía cierto pudor, esto o aquello no sé si lo voy a poder cantar… pero poco a poco me fui separando y viéndolo desde otra perspectiva. Pero básicamente fue a base de trabajo.

Es un trabajo que suena como muy meditado, es como si el juego narrativo que empleas, siempre las cartas sobre la mesa, ya lo hubieras cocinado a fuego lento durante años y años…

Hay pensamientos y reflexiones que están ahí dentro desde hace mucho tiempo, pero en cierta manera no era capaz de exteriorizarlas. Las canciones las escribí durante un año y reflejan ese momento, aunque el paso del tiempo sea el hilo conductor. Canciones como «Afortunado» no la podría haber escrito con 20 años. Hay imágenes de cuando llegué a Madrid en el 86, de mi actitud, sensaciones y estado de ánimo en el día a día, una declaración de intenciones y sentirme afortunado por dedicarme a lo que siempre he deseado: la música. Empezar de nuevo y no perder la ilusión, como en «Estos años». También hay una historia de amor basada en imágenes del pasado de mis padres como es «Huellas en el tiempo»… El disco es una mirada al pasado desde el presente, y con la vista puesta en el futuro.

Has elegido a un productor externo, César Verdú: ¿necesitabas el filtro de una mirada ajena para, quizás, marcar distancias, dar una perspectiva al fondo del producto?

 Efectivamente, necesitaba una visión externa sobre las canciones. César ha sido mi máximo apoyo para grabar el disco y el primero que escuchó las canciones – aparte de Cris. Confié en él para que llevase el peso de la producción y yo poder centrarme en la interpretación. De siempre he estado acostumbrado a grabar maquetas con muchas capas e instrumentación y arreglos, pero esta vez intenté no grabar nada hasta que no tuviera las canciones escritas y compuestas con una guitarra acústica o piano, y voz. Ha sido fundamental tener a César a mi lado sacando el mayor partido a mi interpretación, aportando ideas al concepto de sonido y a la producción del disco. No es nada intrusivo y ha potenciado las canciones de una manera muy sutil.

Es un disco autobiográfico, como hemos comentado, en el que la mirada, esa peculiar forma de mirar toma, por así decirlo, la palabra. La memoria, la mirada, el impulso creativo. ¿Cómo se libra una batalla con tantos frentes para un compositor?

Para mí ha sido difícil pero ha merecido la pena. No tenía intención de hacer un disco autobiográfico y de hecho lo considero más bien personal, pero sí es verdad que conforme iba escribiendo las canciones siempre trataban sobre una búsqueda interior, una necesidad creativa, una deuda pendiente conmigo mismo, contando historias que para mí son importantes y que necesitaba contar, quizá para conocerme un poco mejor sin tratar de evitar cómo realmente soy. Escribiendo estas canciones he podido contrarrestar algo de sufrimiento que acarreaba desde hacía tiempo. Y todo esto lo he podido conseguir a base de trabajo y de deshacerme de muchos prejuicios. Un amigo me dijo que escuchar mi disco era cómo estar conmigo. No sé si eso es bueno o malo, jejeje!

El sonido es muy atemporal, unas veces suena a la tradición de cantautores que van de Dylan a Nick Drake, otras veces suena a jazz, se bifurca al Donosti Sound, y hasta al pop español de los setenta del sello Hispavox. ¿Explícanos a que querías que sonase esta hoja de ruta?

A mí me gusta música muy diferente, pero me emocionan muy pocas. Siempre me ha apasionado The Velvet Underground y muchos de los grupos que siguieron esa estela como The Feelies, Yo La Tengo, Luna… pero este disco quería que sonara más orgánico y acústico, como los discos de finales de los 60 o principio de los 70. Estos dos o tres últimos años recuperé discos de Nick Drake que ya escuchaba en mi walkman de casete cuando vivía en Nueva York en 1999, o de Elliott Smith, Nico, Dylan. También discos que escuchaba mi hermano mayor, de Leonard Cohen o Serrat. Con 14 años cuando iba a estudiar a casa de un amigo, sus hermanos mayores solían escuchar bastante jazz. Ahí descubrí a Thelonious Monk, John Coltrane, Charles Mingus… y de alguna manera podría tener su eco en el final de «Atrapado», con ese solo de fiscornio. Conforme iba grabando maquetas me di cuenta que las canciones no necesitaban demasiados arreglos y cuando César las escuchó, me dio la razón. Solo tarareaba de vez en cuando alguna melodía para cuerda que finalmente pudimos hacer con Philip Peterson (colaborador de Nada Surf, LordeSt. Vincent). No hay muchos grupos españoles que tengan arreglos orquestales, pero La Buena Vida es uno de los que más me emociona. Y con respecto a grupos de los 70 de Hispavox… a nivel de sonido no creo que tenga mucho que ver, aunque de pequeño escuché a Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán, Los Pequenikes, Los Ángeles

Las letras rehúyen el dramatismo, e incluso las escucho y me sirven de terapia. La enfermedad y las segundas oportunidades sobrevuela “Cien Pasos”. ¿Explícame cómo ha afectado el paso de la enfermedad en este disco?

Tuve una segunda oportunidad en mi vida y me siento muy agradecido como digo en «Cien pasos». El darme cuenta de ello sirvió para activarme, para enfrentarme a este disco, para escribir mis propias canciones que era lo que deseaba hacer desde hacía mucho tiempo. Era algo que por una cosa u otra llevaba retrasando y esta vez no me podía echar atrás o seguir evitándolo, había llegado el momento de tomar esa dirección. Creo que he tenido grandes experiencias que han marcado mi vida y esta ha sido una más, y ha abierto un nuevo camino.

En Atrapado” cantas “Si pudiera liberarme de las cosas que me atan, si pudiera ver más allá de las cosas que me atrapan”. ¿Con este disco has conseguido soltar lastre, quizás, y has conseguido mostrar la verdadera personalidad artística de Fino Oyonarte?

Bueno, «Atrapado» trata del mal, del enemigo interno, de las dudas e indecisiones, de la lucha de egos y del enemigo externo que siempre encuentra tu debilidad como arma de poder. Con este disco he conseguido expresarme de una forma natural, tratando los temas que necesitaba expresar. Quizá es una forma de redención. Creo que he trabajado para descubrir y ofrecer una nueva faceta artística, aparte de la que he ofrecido anteriormente con mi labor tanto en Los Enemigos como en Clovis o Los Eterno.

La gira de Fino Oyonarte presentando Sueños y Tormentas continúa en:

2 nov. | DONOSTIA | Sala Dabadaba ENTRADAS

8 nov. | PONFERRADA | Sala Tarari ENTRADAS

9 nov. | OURENSE | Sala Torgal ENTRADAS

10 nov. | VIGO | Sala Radar  ENTRADAS

11 nov. | LUGO | Ho! Gruf ENTRADAS LIBRE

 17 nov. | MADRID | Café Berlín ENTRADAS

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