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Entrevistamos a Mark Cunningham (Blood Quartet)

Mark Cunningham es un trompetista que estuvo entre los pioneros de la llamada no-wave, a finales de los 70 en Nueva York, con su grupo Mars. Desde entonces su trayectoria, que le ha llevado a residir en Barcelona las últimas décadas, ha transcurrido casi totalmente en el underground más absoluto. Entre sus muchos proyectos vanguardistas y experimentales destaca ahora Blood Quartet, formado con músicos de jazz barceloneses, con quienes acaba de sacar su segundo álbum, Until My Darkness Goes. Esta misma noche presentarán su música en Barcelona, en la sala Vol. Hemos aprovechado para hablar con Mark del presente y también de su interesante pasado.

«Nueva York se ha convertido en una mierda de ciudad para los ricos de todo el mundo. Y cuidado porque es el futuro de Barcelona»

¿Cómo nace el proyecto Blood Quartet? Creo que hacía algunos años que no trabajabas con una banda estable, ¿cierto?

Bueno, solo han pasado un par de años entre mi banda anterior, Bèstia Ferida, y los principios de Blood Quartet, y durante ese tiempo trabajé en solitario. Blood Quartet empezamos por casualidad, Shook Down Underzine nos pidieron probar algo juntos, yo y Murnau B, en una fiesta para el numero «no wave» de la revista. Desde el primer momento hubo un feeling muy especial y decidimos seguir para ver qué pasaba.

En 2016 Blood Quartet lanzasteis un primer álbum, Deep Red, un disco inquietante y sorprendente. La combinación entre la trompeta y los motivos jazz junto a una banda que por momentos se acerca al noise rock no sé si es nueva, pero desde luego suena novedosa y espectacular.

Tampoco podría decir que es nueva, pero seguimos nuestros instintos sin pensar demasiado, y da gusto.

Uno siempre tiende a pensar en este tipo de música como fruto de la improvisación, de dejarse llevar y disfrutar. ¿Cuánto hay de ello en tus piezas, y cuánto de preparación, ensayos y trabajo duro?

Hay de todo, ensayamos mucho. Las piezas empiezan bien por un idea de cualquier de nosotros, o fruto de una improvisación, y de allí a desarrollarlo hasta que tenga una identidad fuerte, pero que siga abierto siempre a la libertad y la reinterpretación.

En 2018 habéis publicado Until My Darkness Goes, segundo disco como Blood Quartet. ¿Cómo ha evolucionado la banda en estos años, y de qué forma ha repercutido esa evolución en el nuevo álbum.

En el nuevo disco hay mas proceso de composición e intentamos superarnos y buscar otros caminos dentro de una evolución orgánica desde el Deep Red.

Portada del último disco de Blood Quartet

Aparentemente parece un disco más pausado, menos agresivo, incluso con un sonido más local, más mediterráneo que vuestro anterior trabajo. Por momentos me recuerda a Sketches of Spain de Miles Davis pero sustituyendo los arreglos orquestales por una banda de rock. ¿Estás de acuerdo?

Si, supongo, pero no era nuestra intención, simplemente es donde hemos llegado. Yo siempre he estado  influenciado por Miles pero nunca empezaría un tema con intención de homenaje o apropiación. Nuestras influencias están presentes en los dos discos, y se ve que son muy variadas entre sí, desde la música surf hasta el free jazz denso.

A diferencia de vuestro anterior disco, aquí hay un tema, «Velvet love», cantado de manera tradicional. No recuerdo partes cantadas en Deep Red, solo alguna voz haciendo coros o funcionando como un instrumento más. ¿Hay algún motivo especial por el que «Velvet love» tenga letra?

También por evolución natural. De hecho hay letras en Deep Red, aunque es verdad que en principio Càndid usaba la voz más como un instrumento, pero en los nuevos temas las letras salían durante las improvisaciones y nos parecía genial. Somos una banda intuitiva, con mucho respeto a lo que cada uno puede aportar, y así la música se crea casi sola.

Tengo entendido que llegaste a Nueva York a mediados de los 70, coincidiendo con el inicio del punk, el CBGB, etc. ¿Por qué te inclinas por el free jazz y por un instrumento tan poco punk como la trompeta?

Yo tocaba la trompeta desde los 7 años. Mi tío era batería de jazz, pero en los 70, en Mars, tocaba bajo y guitarra. No fue hasta los 80 con mi banda Don King y la ópera no wave «John Gavanti» que retomé la trompeta. Siempre me gustó el jazz más revolucionario y en Mars, en parte, entraba el free jazz tocado en formato de rock.

¿Cómo de importante fue el álbum No New York de 1978 para tu grupo Mars y otros similares? Creo que hubo algunos problemas con Brian Eno durante su grabación y producción, ¿cierto?

Para nosotros los problemas no eran importantes, solo que estábamos en contra de los efectos electrónicos, y a Eno le encantaban. Pero nos gustaba mucho el resultado. A algún otro grupo no le gustó tanto.

¿Cómo recuerdas Nueva York en aquellos años? ¿Era tan peligrosa y sucia como nos han mostrado en películas de la época?

Si, totalmente. Ser atracado en plena calle era normal, y me pasó varias veces, pero había que tomarlo como una característica de la vida allí. Gracias a esos aspectos la ciudad era barata, muy barata, y así los artistas podíamos vivir con poco. Todo cambió en los 80 cuando se hizo más segura y empezó la especulación.

En general no nos llevábamos bien con los punks por ser borrachos y musicalmente aburridos

Libros como Please Kill Me dan una imagen menos romántica de la que siempre hemos tenido sobre toda aquella escena punk, new wave y no wave. ¿Cómo la viviste tú?

Eran tres escenas distintas, y había más como el minimalismo o el free jazz. Yo no he leído ese libro y en general no nos llevábamos bien con los punks por ser borrachos y musicalmente aburridos con excepción de los fundadores, como The Ramones.

Me imagino que volverás allí regularmente. ¿Cómo ha cambiado la ciudad en todos estos años?

No, apenas vuelvo, la ciudad ha cambiado tanto que no me reconozco en ella. Una mierda de ciudad para los ricos de todo el mundo. Y cuidado porque es el futuro de Barcelona.

¿Cuánto tiempo llevas en Barcelona? ¿Por qué motivo decidiste instalarte aquí?

27 años, pero de hecho este verano nos hemos mudado a Mataró porque nos echaron de  nuestro piso en Ronda Sant Antoni para hacer pisos de lujo, y no había donde ir en la ciudad con un mínimo de calidad de vida. En Mataró estamos muy bien, y sigo como residente en Fabra i Coats con Blood Quartet. Vine a Barcelona la primera vez en el ’86, de gira con Don King, y encontré una escena muy original, con bandas como Macromassa e improvisadores como Anton Ignorant y Gat. Me quede casi un verano entero y seguí visitando la ciudad hasta quedarme a vivir en el ’91 con mi compañera Silvia Mestres. ¡Vaya ciudad era en esos años!

Antes de Blood Quartet, ya afincado en Barcelona, tuviste otros proyectos y numerosas colaboraciones, incluso con gente como Lydia Lunch, pero sobre todo con bandas y colectivos europeos como Étannt Donnés, entre otros. ¿Qué encontrabas tan atrayente en la vanguardia europea? ¿La consideras distinta en algunos aspectos de la americana, o hablamos de un lenguaje universal?

Por un parte es un lenguaje universal, pero me gustan las diferencias también, diferencias que ya están desapareciendo con el mundo conectado por internet. En los 90 había mucha más escena de bandas en todo Europa, en parte debido al soporte económico que había de los estados. Era mucho más fácil hacer giras en circuitos de asociaciones culturales, squats y clubs con programaciones más atrevidas que ahora.

Tras tantos años en Barcelona, y por lo que conoces del underground local, ¿has podido notar un cambio en estas últimas décadas? ¿Había, como muchos afirman, más libertad artística y personalidad antes de las Olimpiadas del 92 y la posterior conversión de la ciudad en icono turístico mundial?

Creo que ya lo he dicho, pero son cambios que han pasado en casi todo el mundo. Y son los jóvenes quienes tienen que despertarse y decir basta.

Esta noche Blood Quartet estarán presentando su nuevo disco en la sala VOL de Barcelona. Entradas aquí.

(la foto de Blood Quartet es obra de Sergi Escribano)

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