Fernando Milagros – San Sebastián (Quemasucabeza)

Cuando le preguntamos a Fernando Milagros qué tiene que aportar una sonoridad tan particular como la suya, nos lanza la pregunta de vuelta, “dímelo tú”, responde. Veamos una posible respuesta, pues. Tal que así: tierra. Tiene que aportar tierra, un olor a tierra sincero y desmaquillado, al margen de formatos de éxito comercial, a tierra fértil, a su tierra (Chile) y, al mismo tiempo, a la tierra que hay cada día debajo de todos nuestros pies.

San Sebastián es un disco hondamente sentido y leal a sí mismo. Aunque para nosotros aparece como el primer trabajo en solitario de Fernando, lo cierto es que, además de haber pasado por varias bandas, en Chile ya es conocido como solista por sus dos trabajos anteriores. Sin embargo, es con San Sebastián con el que aterriza en España, y lo hace para hacernos tragar saliva y reconocer que hay que ser conscientes de la herencia que lo acunó a uno, de dónde viene, lo que lo hizo crecer, y, a partir de ahí, ser capaz de contagiar a todo el mundo una forma de sentir que es al mismo tiempo peculiar y universal. Recoge ritmos folklóricos locales y recursos contemporáneos universales para componer un delicioso cocktail en el que se entrecruzan sentimientos y acordes. No exagera la sensibilidad, simplemente la expone, natural, como ella es. Como decíamos: como la tierra, desnuda, fértil, recién mojada por la lluvia de sus notas.

Por si no fuera bastante, Fernando elige muy bien de quién rodearse. Christina Rosenvinge participa en dos canciones del disco, “Carnaval” (que es el primer sencillo) y “Nahual”. Otros que han apostado por él son Bill Callahan, Jane Birkin o Nacho Vegas, para quienes ha abierto conciertos en varias ocasiones. ¿Verdad que nos fiamos de ellos?

Nos fiamos, y, haciéndolo, nos metemos de lleno en este universo que huele a milagro, que pone en la práctica la vieja idea que dice “de lo particular a lo universal” y que contiene tanta magia como realidad, tanto de social como de individual, tanta espontaneidad como precisión técnica, y, sobrevolando todos los temas, un extraño ritmo que nos recuerda nuestro pulso, el pulso de la tierra, el pulso de la vida. Aporta, pues, vida, de esa de noche de tormenta en mitad de una rocosa cordillera, de esa de cuento fantástico, de esa de mañana cuando te levantes y te vayas a trabajar. Y ese profundo olor a tierra.

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