Los exámenes del FIB 2013 (2ª Parte). Repasamos el cartel del Festival de Benicàssim en su decimonovena edición

Cuando queda prácticamente un mes para que arranque el verano, temporada que a pesar de la creencia popular confundida entre equinoccio y solsticio queda realmente inaugurada una vez que se retiran las vallas de acceso al recinto del FIB (todo aquél que algún año haya acudido a la cita castellonense sabe de lo que hablo) desde Muzikalia ya nos hemos empezado a preparar los exámenes para contaros de primera mano todo lo que allí ocurra.

Así que aprovechando que tenemos los discos duros y las playlists a tope con el cartel de la edición 2013 os queremos ayudar a repasar esta nueva entrega, que viene caracterizada por la inclusión de multitud de segundos espadas noveles, tanto que muchas de las apuestas de este año apenas han dado sus primeros pasos en el mundillo hype. No son pocos los fibers que a la vista del cartel han arqueado las cejas a lo Primavera Sound por las similitudes estilísticas entre éste y aquellos primerizos carteles del festival barcelonés.

El caso es que ya toca comenzar con los preparativos y tabla Excel en mano, empezar a subrayar, rascar, escuchar, mirar, rastrear y separar la paja del grano, por lo que desde Muzikalia os queremos ayudar con la selección de algunos de los grupos que de nuevo este año se salvarán en la memoria de tu mp3 por lo menos un mes y medio más.

Capítulo III: La reválida de los dinosaurios.

Una de las señas de identidad del festival es la recuperación para el escenario Maravillas, otrora escenario Verde, de grandes dinosaurios al estilo del Bob Dylan del 2012 o el Leonard Cohen del 2008, pero a falta de un artista que postule tales méritos porque no se ponga a tiro uno con más canas que experiencia, el FIB también sabe firmar carteles de estilo con unos cuantos históricos que no necesariamente sean valedores de la tarjeta dorada de RENFE.

En esta parcela estanca este año lo justo es cruzarse en el camino de los dos grandes titanes que vienen a revalidar su victorioso pasado. Ya sea porque han vuelto a las tablas tras un parón bien intencionado como es el caso de Queens of The Stone Age, o bien porque aprovechando el tirón de un pasado de vino y rosas vuelven a colocarse al frente de los televisores de medio mundo gracias a la publicación de un nuevo material digno sucesor de sus años más gloriosos, como le ha ocurrido a Primal Scream tras la edición deMore Light (2013).

Queens of the Stone Age: Reinas del camuflaje.

Sin lugar a dudas para muchos el gran marcaje de este año, el gol que le han colado a la competencia, traerse a los californianosQOTSA, petición exacerbada de gran parte de los seguidores del festival que ansiaban, especialmente en las últimas ediciones, una prevalencia de las seis cuerdas frente a tanta caja de ritmos prefabricados y teclados ochenteros.

Y no han podido escoger mejor momento para traernos a los estadounidenses, con un nuevo disco después de años, seis para ser exactos, que está ganándose todo tipo de piropos de albañil por las listas de medio mundo. Después de que Homme y los suyos hayan jugado a camuflarse en distintos proyectos durante este hiato, vuelven con su rock rotundo, esquiva seriedad, la misma firmeza y sin prácticamente atusarse el flequillo, se han plantado delante de las catedrales del rock a entonar su particular vuelta al monte de los olivos con las diez canciones que dan forma a Like a Clockwork (2013), aceite puro y necesario para el engranaje del festival. Que todo el mundo se querrá asomar a ver cuánto gancho conservan las reinas es algo que nadie duda, la gracia estará en saber si realmente el fiber de a pie ansiaba tanto el rugir de guitarras vespertinas como venía cacareando en las redes sociales. Desde luego que la expectación está más que justificada si atendemos a las últimas citas de sus directos, en las que están trocando el rugido severo por un ritmo y una cadencia perfectos, casi germánicos me atrevería a decir.

Primal Scream: Reyes del despiste.

En el otro lado del cuadrilátero y por dar cancha a este plumilla, tenemos a los históricos que nunca se fueron, pero que tampoco importaron tanto. Admitámoslo queridos, Primal Scream vuelven a importar gracias a su gira de recuperación del Screamadelica (1991) que sirvió como excusa para comprobar en vivo que su fórmula no ha necesitado de mezclas ni aditivos adicionales para llegar a nuestros días con el mismo olor a fresco que en aquellos primeros años noventa. Pero es que además el quedado de Bobby Gillespie continúa igual de artísticamente agilipollado en el escenario, ahora que está completamente limpio de drogas, dimes y diretes. Ya no da tumbos por necesidad, ahora lo hace por chulería. Nunca una rehabilitación tuvo mejor final. El nivel excelso que han alcanzado Primal Scream de dos años atrás ha devenido en delirante, en ajustado a Derecho, conciertos de alquimia musical como pocos he acertado a escuchar en los último años, sonidos pulidos, ritmos infecciosos, letras agónicas, interpretaciones casi inhumanas, un festival dentro del festival, una ovación continua a su méritos propios.

Y eso sin ni siquiera haber mencionado la joyita que nos han compilado canción a canción en More Light (2013), un disco largo en el que puedes encontrar ritmos ansiosos y metralla moldeada para el disfrute de propios y extraños. Otro de los grandes que este año vuelve al festival, esta vez sí, con la cama hecha.

Capítulo IV: ¿Cuando haces pop…?

Dispuestos a demostrar que cuando haces pop, sí hay stop, llegarán al festival dos bandas que aglutinan en la esencia de su música el justo punto de liviandad necesario para que afrontemos las noches de excesos con un punto de karma popera. Muy apasionado se debe ser de este tipo de propuestas intimistas para acercarte a un concierto que parece más propio de teatros, sobre todo cuando a buen seguro como es habitual en festivales de estas dimensiones, a pocos metros habrá tres o cuatro escenarios invitando al desenfreno. Digámoslo abiertamente, el recogimiento no termina de encajar del todo bien en un festival de música de este calibre, especialmente cuando el ochenta por ciento del respetable está obsesionado por terminar la noche dando botes con las primeras luces del día. Sin embargo y por aquello de cerrar bocas, a nadie se le puede olvidar la fascinante fascinación de los miles de fieles hipnotizados con Portishead en la edición del 2011. Puede que por eso y todavía con el regusto amargo y eléctrico del vello erizado que dejaron aquél domingo los de Bristol, este año los poderosos del FIB han decidido traer ración doble de eso que se ha venido llamando «dream pop», o lo que es lo mismo, el aturdimiento del alma sin química de por medio, a pelo, sólo música pura, sin cortes ni aditivos.

Beach House: La cabeza llena de pájaros.

Hablar a estas alturas de los de Baltimore, es venir a hacer llover sobre mojado ¿qué falta por decir cuando Bloom (2012), su cuarto disco, ha sido escogido prácticamente en todo el globo terráqueo como el mejor disco del año pasado? Sus conciertos se puntúan tomando como referencia la cantidad de descargas que recorren la espina dorsal y su preciosista, intimista y fantasmal puesta en escena supone una experiencia planificada a mayor gloria de su música.

Este dúo entiende la música como un elemento ajeno a cualquier persona física, con vida propia más allá de sus creadores. El jueves este año ya tiene un claro ganador y mucho nos equivocaríamos si finalmente Victoria Legrand y Alex Scally no se alzan con uno de los premios al mejor concierto.

Alba Lua: Con los pies (más) en la tierra.

Sin alejarse demasiado de sus reverenciados Beach House, los franceses Alba Lua otorgan un puntito bastante más terrenal al pop que orquestan, gracias a que su música pivota en torno a unas cuerdas metálicas bien diferenciadas del resto de instrumentos. Juegos de voces también sin raíz que se mantienen atadas al suelo gracias a unas cuerdas más estridentes y más corpóreas que las de Beach House.

Su disco es una celebración cuasi folk del Sol, mientras que Beach House celebran la cotidianeidad evocando lo celestial, estos otros no le hacen ascos ni a la campiña, ni a la cantina. A falta de conocer los horarios, no nos sorprendería nada que nos viéramos obligados a disfrutarles a plena luz del Sol, ese que hace justicia a las ocho de la tarde, o sea su hábitat natural. Pop infeccioso, contagioso, pausado y apto para cardiacos.

Puedes leer la primera parte aquí.

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