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Louis Armstrong, el rey del Scat

Si preguntásemos a un puñado de personas que conocen la palabra “jazz” de refilón que dijesen el nombre de un músico del género, casi con toda seguridad la mayoría diría Louis Armstrong. Ya sea porque te pusieron “What a wonderful world” en bucle en el colegio para aprender inglés o que has visto su icónica sonrisa en alguna foto, es innegable que su figura es una de las más populares del jazz.

El 4 de agosto de 1901 nació en New Orleans nuestro protagonista, aunque él mismo siempre dijo que había llegado al mundo el 4 de julio del año anterior. ¿Desliz? La teoría más aceptada es que falseó la fecha para poder tocar en una banda militar. Conjeturas cumpleañeras aparte, su larga vida musical de cerca de cinco décadas está bastante bien documentada, aunque hay un aspecto que ha quedado más soterrado que los demás; el “scat singing”.

Antes de entrar en harina, explicar qué es ese palabro tan raro. El scat es eso que haces en la ducha cuando no sabes que cantar y das rienda suelta a la extraña felicidad que te invade ese día…, pero de conservatorio. Permitidme que me ponga digno. Técnicamente hablando, el “scat” es una improvisación vocal a la manera de un instrumento, utilizando palabras, sílabas, sonidos sin sentido, onomatopeyas, etc. La voz se quita el corsé de la lírica y adquiere libertad rítmica y armónica para improvisar. Si aun así no te ha quedado muy claro, Louis te lo muestra perfectamente en este vídeo:

Sus orígenes nos llevan a varios puertos lejanos entre sí. Por un lado, hay quienes sostienen que puede provenir de raíces irlandesas y escocesas y su tradicional “lilting”. Por supuesto, la costa oeste africana se postula también como candidata, ya que es comúnmente aceptado que el ritmo de los tambores es convertido en melodías para las voces. Una tercera vía, posiblemente la más ajustada, nos habla de que se creó directamente en los EE.UU. Y es que muchas veces tendemos a ver las teorías como únicas y herméticas, cuando es muy factible que todas puedan ser causa y origen. Eso es lo que probablemente ocurrió en el Nueva Orleans de principios de siglo pasado, donde creció el bueno de Louis. Los artistas tenían una máxima que rezaba así: «Si no puedes cantarlo, no puedes tocarlo«. Por esa razón,  los músicos “scateaban” las melodías antes de interpretarlas.

No obstante, la leyenda pone el punto de partida del scat en un «accidente» que ocurrió en 1926 durante la grabación de “Heebie Jeebies”. En la misma, se le cayeron a Louis Armstrong los papeles con la letra al suelo y, lejos de amilanarse, improvisó un emblemático scat.

Pero las leyendas, leyendas son. Aunque la industria musical y el mismo artista difundieron el mito de la creación a capa y espada, la realidad es bien diferente. Hay constancia de varios artistas que utilizaron la técnica del scat (incluido el propio Louis)  antes de 1926. Entre ellos Al Jolson, Gene Rodemich, Aileen Stanley y Gene Greene, del que ha sobrevivido una de las grabaciones más antiguas: “King of the Bungaloos”.

Alan Lomax, como siempre arrojando luz a la historia de la música, entrevistó al gran Jerry Roll Morton, quien sentenció de manera tajante que el scat fue invención del comediante Joe Simms, oriundo de Vicksburg, Mississippi. Añade además que a Tony Jackson y a él mismo les pareció una buena práctica para empezar una canción, por lo que decidieron traerlo a New Orleans, donde nos llevan todos los caminos.

Dicho lo cual, aunque Louis Armstrong no fuese el creador del scat su labor no fue menos importante. Sin su popularidad e influencia en otros músicos no hubiese tenido la enorme proyección posterior. Además, fue la asombrosa habilidad musical del artista la que modeló el arte de improvisar con la voz. Para algunos, imitaba su manera de tocar la trompeta. Para otros, como el crítico Will Friedwald, era algo más: “el scat de Louis tiene mucha emoción y una profundidad real, difícil de expresar con palabras”. Para todos, una auténtica delicia.

Recogieron el testigo la mayoría de los grandes, desde Duke Ellington a Cab Calloway, destacando sobremanera Ella Fitzgerald y Sarah Vaughan.

 

 

Con la llegada del “be bop” en la década de los 40 la cosa se pone seria. El jazz se convierte en un arte cada vez más complejo y el “scat” rivaliza con los frenéticos solos de cualquier otro instrumento, perdiendo el humor que tenía en los comienzos. De hecho, este sería uno de los debates más candentes en torno a la novedosa manera de cantar. Por un lado los detractores, quienes le acusan de quitar seriedad al sacrosanto jazz, tales como el crítico Leonard Feather, quien declaró: “salvo un par de excepciones el ‘scat singing’ debe ser prohibido”. Al otro lado, los adoradores, quienes alegan que su uso, ya sea con el toque humorístico del jazz más primigenio o con la complejidad de la vanguardia, es vehículo de la liberación lingüística, del cambio social y de la emancipación del movimiento afroamericano. ¡Ahí es na!

Este enfrentamiento hizo que muchos artistas del jazz dejasen de practicarlo. Pero la semilla ya estaba creciendo. Los cantantes que lo abrazaron empezaron a realizar innovaciones, se desarrollaron nuevos fraseos, se utilizaron diferentes sílabas, diversificando y enriqueciendo el scat. En el estilo de Louis Armstrong predominaba la imitación de instrumentos de viento más que de percusión y la utilización de las consonantes “D” y “B”, como queda reflejado en “Hotter than that” de 1927. (doo-yah-dah-dah-dit-dip-bah!).

 

Pero no solo de jazz vive la música y el scat se coló en géneros muy dispares. Desde el pop al funk pasando por el surf y el rock. France Gall, The Trashmen, Jamiroquai, Amy Winehouse, Beyoncé o el siempre genial Bobby McFerrin, quién llevo la improvisación vocal a otra dimensión. ¿Y el hip hop? Por supuesto, hay quien hunde las raíces del rap hasta el scat y muchos artistas del género aseguran que su uso es fundamental para la creación de rimas.

 

Como colofón a la gran influencia de Louis Armstrong y su popularización del scat, cerramos con la bonita historia de Scatman John, cuyo megahit “Scatman (ski-ba-bop-ba-dop-bop)”, se coló en la adolescencia de muchos de nosotros. De nombre real John Paul Larkin, hizo de su trauma un aliado cuando la tartamudez que sufría le llevo a aprender scat viendo vídeos de Louis Armstrong y Ella Fitzgerald. A mediados de los noventa decidió dejar de esconderse detrás de un piano y escribir una canción “scateando”, para animar a niños con tartamudez. Scat y música dance se fusionaron para hacer de Scatman John, a sus 52 años, una estrella mundial.

 

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