Madonna – MDNA (Edición Deluxe) (Polydor/Interscope)

Que Madonna publique un nuevo disco de estudio, cuando están a punto de cumplirse treinta años de la aparición de su primer single “Everybody” (1982), pese a quien pese, sigue siendo un acontecimiento popular. Madonna, el mito nacido en los años 80, la década dorada de la cultura pop, se ha impuesto a la reliquia musical en que se ha convertido la minúscula discografía de Michael Jackson y a un artista que se llamaba Prince, que hoy debe conformarse con aparecer referenciado en una esquina de la Wikipedia, mientras que Madonna todavía se puede permitir el lujo de explicar a la mitad del planeta Tierra qué significa la palabra “SuperBowl”.

Difícil cometido el de esta nueva colección de canciones de la Reina del Pop, primer disco de Madonna que, lo quiera o no, será promocionado de manera directa a través de las redes sociales. MDNA debe convencer pronto y rápido para no acabar devorado, denostado, juzgado y condenado en el juicio rápido de efecto multiplicador que supone aparecer analizado hasta la extenuación en Twitter, Facebook, y millones de revistas on-line (no tan buenas) como esta en sus primeros días de vida.  Tampoco ayuda que su publicación se haya esperado como la aparición del Mesías Salvador para sacudir el polvo de la carrera de Madonna, tras el cacharrazo mediático que supuso la publicación de Hard Candy (2008), el disco menos querido de la diva hasta la fecha.

Y el caso es que si finalmente el éxito llega, no lo será por su carácter inmediato, MDNA no es un disco de tonadillas fáciles, no es un disco de producción dulce y desde luego su ingeniería no se ha programado para satisfacer a su millones de fans incondicionales. Al contrario, basta una primera escucha para entender que estamos ante el disco menos Madonna de toda su carrera y que aún sin desprenderse por completo de la esencia pop, parece dirigido a alcanzar un nuevo público, tal vez no completamente extraño a la Ambición Rubia, pero sí algo más ecléctico, adulto y con una querencia musical por lo corrosivo y lo pueril, un público dado a la fiesta de largas madrugadas. Qué sí, que también tiene petulancia pop como “Superstar”, bonita y extensísima; “B-day Song”, guiño sesentero más que resultón, colaboración testimonial de MIA incluida, o la juguetona ”Best Friend” de tremenda melodía pop.

La versión Deluxe añade cuatro canciones y un remix convirtiendo el CD en un doble álbum y completando – ahora sí – el disco ¿Quién puede creerse que el disco estuviera completo sólo al escuchar la versión sencilla que han puesto a la venta? De hecho “Beautiful Killer”,  firme candidata a single, es un petardazo pop de corte clásico e imperio y que sale airosa entre el resto de canciones, precisamente porque “Beautiful Killer” pasa olímpicamente del excesivo sonido electrónico (léase metálico) al que el manazas de Martin Solveig ha sometido al resto del disco trabajando su producción.

Sin embargo por aquello de que en la pena va la penitencia, es justo alabar el histrionismo electro de la primera mitad del disco, aunque como decimos algo desafortunado en la ejecución. Es de rigor subrayar que esa sensación de “no sé muy bien qué pensar” en determinados momentos de su metraje, es lo que confiere a MDNA el don para resultar afortunadamente extraño e imprevisible así como árido y adictivo a la vez: “Gang Bang”, aclamada por sus fans, pretende ser sucia y oscura recordando la época Erotica (1992), y lo logra  a pesar de su (otra vez) larga duración. “I´m addicted” es sencillamente una disfrutable ida de olla, carne de cañón de rave, descarga comedida de adrenalina, aparentemente tan carente de estructura que podría pasar por un remix. “Turn up the radio”, la hermana mayor del prescindible segundo single “Girl Gone Wild”, copia descaradamente el sonido de los franceses Daft Punk, y por tanto le suma enteros al disco, mientras que “Some girls” que viene a poner punto y final a esta intro de primera media hora revolucionada del disco, nos muestra a un William Orbit confuso que finalmente termina por aburrir.

Al comienzo de la segunda mitad del disco, si decides escuchar muchas veces “I don´t give A”, te encontrarás de nuevo con la Madonna que “tontunea” con el urban style, con mayor o menor fortuna dependiendo del segundo que escuches, en esta ocasión es Nicki Minaj, quien ayuda a cantar las bondades de la rubia.

La música de Madonna debe mucho a la firma de sus productores y es el propio William Orbit el encargado de remontar el vuelo en la segunda mitad del disco con “I´m a sinner”,  una estupenda canción construida a lo Frankenstein con retales de “Amazing”, “Beautiful Stranger”, el esfuerzo vocal de la canción “Ray of Light” y una parte final copy-paste de “Shanti-Ashtangi”, estirando los noventa.

“Love Spent” es otra joya más que reseñable de un disco que ya a estas alturas resulta abultado, gozable y raruno, con una Madonna en plena forma pop, luciendo músculo frente a las wannabes con las que constantemente se ve obligada a batirse, léanse “Rijuanas”, “Keitis Perris” “Brisnis” y “ Ladies no sé qué”. Pero si hemos de reseñar una joya, por la que Madonna impone su personalísima impronta es por la inclusión de “Masterpiece”, ganadora del Globo de Oro 2012 a la mejor canción, una delicada canción simple, sencilla, eficaz y efectiva ¿Quién necesita un joyero de oro para guardar bisutería?

En la carrera de Madonna MDNA se posiciona en algún lugar indeterminado entre su obra máxima Ray of Light (1998) y aquella elegante incursión de las pistas de baile que fue el Confessions on a dance floor (2005). Tal vez  resulte demasiado industrial cuando no deba parecerlo, un álbum metálico y sucio, pero al final resulta una mancha que no deja marca. Suficientemente poco pop como para satisfacer paladares no tan acostumbrados a la diva como la brevísima “Give me all your luvin” y repleto de melodías rabiosas que harán que no se te olvide escucharlo por lo menos una vez al día en lo que queda de año. De lo más complejo y completo que te puedes llevar a los oídos hoy en día…después ya veremos.

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