Niños Mutantes + Second (Teatro de la Axerquía – Festival de la Guitarra) Córdoba

Fotos Raisa McCartney

No esperábamos que en la segunda y definitiva jornada de ese “subfestival” que la organización del Festival de la Guitarra había anexado al programa principal del evento en el Teatro de la Axerquía la asistencia fuera más decente, pero tampoco que fuese sensiblemente inferior. El debate sobre la ubicación de unos conciertos de unas características concretas y con un público aún más concreto quedaba cerrado desde el momento en que la ciudad cordobesa no dispone de un recinto colectivo inferior, pero las cuestiones de incluir un circuito de salas en el programa donde dar cabida a este tipo de bolos acababan de surgir. Suponemos que, dado el previsible fiasco, para futuras e hipotéticas ideas de seguir abriendo sendas artísticas alternativas se tendrán en cuenta diversos factores más. Lo triste es que dos nombres del prestigio de Niños Mutantes y Second, sobradamente preparados para ofrecer recitales magníficos, se vieran puntualmente afectados por la apresurada planificación que, en el caso de los primeros, les vio empezar a tocar ante apenas un centenar de personas en un teatro con aforo de casi cuatro mil. No, la de Somos Submarinos no ha sido precisamente una gran idea, aunque absolutamente bienintencionada.

Los granadinos acaban de inaugurar la estación festivalera por excelencia con una agenda repleta de kilómetros y el de Córdoba era un capítulo más en la remontada artística experimentada con su décimo álbum de estudio, titulado explícitamente Diez, un trabajo que los sitúa en primerísima línea de combate de nuevo tras un bache creativo que domesticó en exceso un sonido que nos conquistó desde que tuvimos noticia de su existencia, hace nada menos que veinte años. La exposición de los temas más recientes se abre con “Menú del día” y sigue con “Pura vida”, deteniéndose en “Las noches de insomnio” y “Hermana mía” como paradas obligadas en lo más granado (y mediático) de su inmediatamente anterior fase productiva. En “Náufragos” descubrimos que también son una excelente banda pop cuando las circunstancias acompañan, pese a lo irregular del disco del mismo nombre, y con “La puerta” que intentaron abrir a nuevos horizontes sin conseguirlo del todo nos introducen en unos tremendos “Glaciares y volcanes” y a esa “Balada del hombre libre” que habla bien alto y claro de las características de una nueva banda, porque eso es justamente lo que parecen después de que el fantasma de la ruptura les rondara un año atrás.

En el set list actual prevalece la profundidad y los matices, aportados sobre todo por la nueva adquisición para el directo, un eficaz Alonso Díaz (alma mater de los imprescindibles Napoleón Solo), e incluso temas largamente revisitados en vivo como “No puedo más contigo” o “Empezar de cero” adquieren otro color y otro calor, como si estuvieran más vivos que nunca. No queremos hablar de madurez porque sería absurdo en una banda a la que se le supone desde hace tiempo, pero ver un concierto de Niños Mutantes en el que todas las canciones te suenan mucho mejor que la última vez que los viste, que no hace demasiado tiempo, debe ser un indicador de algo muy importante. Hasta “Como yo te amo”, recuperada ante el clamor popular y su propia convicción después de varias giras sin querer saber nada de la versión por excelencia del indie hispano, parece renacer de un lugar diferente. Como diferente es la inmediatez de la ráfaga rockera de “Jovencita” y el despiadado retrato de “Salmo”, enormes ejemplos de la afortunada mutación de una banda en lo que en realidad nunca dejaron de ser. “No continuar” y “NM”, ambos de la última hornada, empastan sin problemas con “Hundir la flota” y “Todo va a cambiar” como tronco final de una actuación impecable y agradecida. Por fin se puede volver a afirmar con rotundidad que son uno de los bienes más valiosos de nuestra música, y nunca han dejado de demostrarlo.

A Second también los hemos visto en demasiados festivales y sería un error dudar de su capacidad para encabezar cualquiera de sus carteles. Cada vez más aplomados y dueños de canciones con entidad, por muchas veces que hayamos escuchado “Nueva sensación” (muchos matarían por poder empezar así un concierto), “Primera vez” o “2502”, sus rasgos de píldoras de pop directo con aires de grandeza consiguen que no pase el tiempo por ellas y que pese a que llevan dos años fotocopiando conciertos y tirando de sus mejores recursos como “Pueblo submarino” o “Muérdeme” para poner al público a arder siempre sea una ocasión única para volver a creer en los poderes de un grupo irregular en estudio y de una enorme fiabilidad en directo. A su “Nivel inexperto” siempre se le puede poner una nota alta, como las que da el gigantesco Sean Frutos, aún el involuntario sex symbol del indie español, y arrimándose a un “Rincón exquisito” que ellos hacen suyo y de todos por enésima vez completan otra actuación que en otro contexto pasaría sin mayor pena ni gloria, precisamente por lo previsible de un repertorio que puede que necesite una renovación inmediata. Están en ello, por lo que mientras tanto nos basta con entregarnos sin mayores impedimentos a un “Invierno dulce” que nos vuelva a inyectar las vitaminas necesarias para contrarrestar el sudor.

El festival continúa en este mismo escenario y en otros, ya con su etiqueta oficial y sin las voces discordantes incidiendo en la necedad habitual. El resultado de la experiencia “alternativa” fue desastroso en lo económico y reconfortante en lo artístico. A todo se le pueden poner pegas, como bien es sabido, pero conviene basar los argumentos en algo mucho más plausible que los propios gustos. El respeto y la convivencia de géneros siempre fue un símbolo de riqueza espiritual, y la música tampoco debería permanecer ajena a ello. Lección aprendida.

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