Optimus Alive! 2012 – Paseo Marítimo (Algés (Portugal))

La visita a un festival en el extranjero, tras haber disfrutado ya de algunas de las propuestas más destacadas de este tipo dentro nuestro país, se antoja como un plato apetecible para el melómano aficionado a los grandes eventos. La elección de Optimus Alive! ´12 como apuesta de festival veraniego en detrimento de FIB y Bilbao BBK Live responde a un cartel en el que se junta un trío de ases descomunal, The Stone Roses, The Cure y Radiohead y a las ganas por descubrir una ciudad a la postre tan hermosa, divertida y juvenil como Lisboa, pero también a la curiosidad por conocer cómo se las gastan más allá de nuestras fronteras a la hora de organizar un evento de este tipo.
Si preguntas a algún asistente al festival, posiblemente te hable del gran ambiente que se respiraba, o de un cartel atractivo en grandes nombres pero no exento por ello de clase media de calidad, o tal vez te comente que el público festivalero británico en la Península no es propiedad exclusiva de Benicàssim (no sé si esto es bueno o malo). Sin embargo es más probable que te hable de las interminables colas para ponerte la pulsera, para acceder al recinto, para conseguir una cerveza, para entrar al baño y un largo etcétera. Cómo no, y más si preguntas a un español (fiesteros nosotros), el temprano horario de cierre y el hecho de que el tentempié alcohólico con más graduación al que se pudiera acceder de forma legal en el recinto fuera el que ofrece una conocida marca de vermouth, serían sus comentarios estrella.
Tras comentar todo esto y replantearme mis quejas acerca de los festivales patrios pasamos a hablar de lo que realmente interesa (o no) en este tipo de eventos. La música.
 
Viernes 13:
Las predecibles, aunque no por ello menos desesperantes, colas de acceso al recinto hicieron que el festival no comenzara, para el que aquí escribe y sus acompañantes, hasta el momento de la actuación de Snow Patrol. Los otrora promesa del indie más grandilocuente y épico parece que confirman en directo lo que ya sabíamos tras escuchar sus últimos discos: cada vez tienen menos que ofrecer. Si bien su espléndido clásico “Run” sigue con esa capacidad de emocionar totalmente intacta a pesar del paso de los años, el resto de su repertorio y la interpretación del mismo en directo deja una sensación de “quiero y no puedo” y un tufo a banda de estadios pasada de moda bastante evidente.
Tras la decepción, un tanto esperada, de Snow Patrol, llega el momento de elegir entre intentar descubrir que ofrecen LMFAO para que se hable tanto de ellos, o bien de ponernos de nuevo en una interminable cola, esta vez para recargar el depósito “cervecil” de cara a la actuación más esperada de la noche: el regreso de The Stone Roses. La decisión no es complicada y unos minutos después ya formamos parte de la gran cantidad de gente que se da cita delante del escenario principal en espera de los reyes del movimiento “Madchester”. Y es que si bien, como posteriormente comentaban amigos no familiarizados con el grupo, el registro vocal de Ian Brown en directo sigue siendo tan discutible como siempre, lo que es seguro es que para los que nos congregábamos en las primeras filas poco importa un detalle como ese. En poco menos de hora y media los de Manchester dieron cuenta de lo mejor de su repertorio, es decir, todo su primer disco (menos “Elizabeth my Dear” y “Bye Bye Bad Man”), los dos temas más destacados de su segundo LP (“Love Spreads” y la preciosa “Ten Storey Love Song”), un puñado de entrañables caras b entre las que destcó “Mersey Paradise” y un single anterior a su disco, la bonita “Sally Cinnamon”.
Obviando la comentada voz de Brown, el concierto fue sobresaliente a nivel técnico (tal vez sólo fallaron en una tristemente desangelada “(Song For My) Sugar Spun Sister”), destacando las descargas psicodélicas de “Shoot You Down” o “Fool´s Gold”, ambas inteligentemente situadas en el set como antesala de la explosión de saltos, gritos y alegría nostálgica de los allí congregados ante el apabullante tramo final con “Waterfall/Don´t Stop”, “Made of Stone”, “This is the one”, “She bangs the drums” y “I am the resurrection”. No sé cómo serían sus conciertos en los 80 o en los 90, pero lo del pasado viernes mereció el precio de la entrada y el viaje a la capital portuguesa.
Tras la fiesta y tremendamente satisfechos, la actuación de Justice, mediocre si la comparamos a las de su anterior gira, no consigue quitarnos la sonrisa de la cara y mientras los franceses seguían dejando con ganas de bailar a sus incondicionales nos dirigimos con curiosidad hacia la actuación de Zola Jesus.  Las referencias de la norteamericana y la escucha de su primer LP, “Conatus”, hacían albergar esperanzas de asistir a un gran concierto, sin embargo la ilusión se difumina debido a la escasa capacidad de conexión entre artista y público, a pesar de una hermosa voz a lo Siouxsie y a unos teclados etéreos y embriagadores, que tal vez hubieran encajado mejor a media tarde.
Para cerrar el día esperamos, esta vez con una apuesta sobre seguro, a que Death in Vegas volvieran a demostrar que por más que en todo festival que pisan les pongan a las 3 de la mañana, son un grupo que ofrece muchísimo más de lo que se puede esperar a esa hora. De nuevo notables (aunque menos que en el Primavera Sound, todo hay que decirlo), los británicos centraron su actuación en su mejor obra, “The Contino Sessions” (1999), de la que sonaron grandes clásicos como “Aisha” o “Dirge”.
 
Sábado 14:
Algo más temprano que el día anterior y con menos colas de espera, la jornada central del festival se abre para un servidor con un par de temas de los indie-folkies londinenses Noah and the Whale. La sensación, sin ser un gran fan del estilo ni del grupo, es que están bastante bien situados a esa hora de la tarde y que sus agradables canciones tal vez ofrecen más de lo que puede parecer a primera escucha en disco.
Tras la frugal ración folkie me dirijo en soledad (sí, mis amigos han descubierto que en Portugal se puede beber en la calle y me abandonan sin más compañía que un triste mini de cerveza) a la esperada actuación de The Antlers. Los “slowcore-dreampopers” neoyorkinos, responsables del tremendo “Hospice” (2009), disco conceptual acerca de lo que se llama eufemísticamente “una larga enfermedad”, y de su hermosa continuación “Burst Apart” (2011) demuestran sobre el escenario que merecen todos los halagos que les están llegando por parte de la crítica. Futuros clásicos, están a un paso de los escenarios grandes de los festivales, y es que la contención, tristeza y honestidad en la interpretación de temas como “Atrophy”, “Crest” o “Putting the dog to Sleep” bien merece un mayor tiempo de actuación.
Con mis amistades felizmente recuperadas para la causa nos dirigimos, con algo de pena por no poder disfrutar de la actuación de Tricky, a intentar coger un buen sitio para el concierto de una de las bandas de nuestra vida: The Cure. La tarea, a pesar de la previsión y del tiempo de adelanto por nuestra parte, resulta infructuosa y tan sólo la paulatina deserción del personal de las primeras filas a lo largo del concierto nos sitúa finalmente cerca de Robert, Simon, Jason, Roger y el ex guitarrista de la banda de David Bowie, Reeves Gabrels.
Las noticias que llegan de que en Bilbao Robert Smith hizo de telonero de su propia banda nos hacen albergar esperanzas de que aquí ocurra algo parecido, las cuales pronto se disipan al escuchar el tintineo de campanas que precede a la gloriosa (ruego me disculpen si vuelvo a utilizar este calificativo posteriormente) “Plainsong”, a la que sigue una increíble retahíla de clásicos encabezada por “Pictures of You”, “High”, “Lullaby”, “Push”, “Just like heaven”, “In between days” y “Lovesong”. Hacia mitad del set principal y hasta el final del mismo hay también espacio para la osucuridad (“From the edge…”, “Play for today”, “A forest”), la psicodelia (“The Walk”, “Sleep When I´m Dead”, la recuperada y apabullante en directo “Bananafishbones”) y la desolación (la bellísima “Trust”, el recuerdo a Pornography en “One Hundred Years” o la antológica “Disintegration”). La voz de Robert Smith es sublime, la banda suena como siempre, es decir, brutal, y la conexión con el público es mágica.
Para el primer bis afloran las lágrimas en los ojos de un servidor con la interpretación por sorpresa de una inmensa “The Same Deep Water as You”. Mucha gente de las primeras filas va desertando y aprovechamos para disfrutar del concierto de una manera más relajada y mucho más cerca del escenario. Mientras, los sonidos de lluvia que cierran el corte número 9 de Disintegration (1989) anuncian que llega el segundo bis, esta vez más extenso, más alegre, casi lisérgico, centrado en el periodo 1983-84 de la banda. Suenan, celebradísimas, “The Caterpillar”, “Let´s go to Bed” o “The Lovecats”, así como rarezas, “Dressing Up” o “Just One Kiss” y saltos a grandes éxitos como “Close to Me”, “Why Can´t I be you?” y un apabullante final con “Boys Don´t cry”.
Y es precisamente al presentar el clásico entre los clásicos cuando un risueño y alegre Robert Smith invita al público a votar entre canciones lentas o rápidas, instando a los que prefieran las rápidas a disfrutar de “Boys don´t cry” y dejar paso al que quiera disfrutar del último bis. Y efectivamente la banda vuelve a salir al escenario cuando ya el público empieza a abandonar exhausto para interpretar sus dos primeras canciones editadas en single: “10.15 Saturday Night” y “Killing an Arab”, las cuales faltan a la promesa del señor Smith de que serían canciones lentas pero suponen un broche mágico a la velada.
Una vez más: gracias, The Cure.
 
Domingo 15:
Jornada final y a priori la más interesante en cuanto al número de grupos y la calidad de los mismos. Además era el día de unos tales Radiohead.
La tarde comienza de manera inmejorable con las chicas de Warpaint, recomendables en disco (magnífico “The Fool” (2010)) y mucho más en directo, haciendo de nuestros queridos delays y reverbs su bandera. Su dream-pop de tintes ochenteros llena de magia la tarde lisboeta y pone a las claras que el género está viviendo una segunda juventud. Para enmarcar.
Turno para The Macabees en el mismo escenario y con tan sólo unos minutos entre actuaciones (un diez a la organización en esto, que ya le había dado varios palos antes). El indie vigoroso de los británicos disipa rápidamente nuestras dudas acerca de la solvencia de la banda en directo y pone a las claras el hecho de que Radiohead está bien acompañado en el programa de hoy.
Finalmente, y antes de iniciar la degustación del plato principal de la velada, nos dejamos seducir por el encanto de Hope Sandoval y sus Mazzy Star, mientras nos imaginamos el tremendo placer que debe suponer escuchar a esta banda en un auditorio y sin el trajín del personal ya loco ante la inminencia de la actuación posterior. En una especie de reto hacia lo que va a suceder en el escenario grande, Hope reserva su gran clásico “So Tonight that I Might See” para el final del concierto.
Es ahí cuando el, para muchos, momento más esperado del festival va tomando forma. Tras 10 años de ausencia de los escenarios portugueses, Radiohead completa el trío de cabezas de cartel más grande de los festivales veraniegos con un concierto memorable e histórico, en el que no hace falta recurrir a los grandes clásicos de los de Oxford. Por mucho que nos duela no suenan “Karma Police”, “No Surprises”, “Fake Plastic Trees” o “Creep”, y es algo que gran parte del público no entiende, pero mirando desde un punto de vista artístico y con la coherencia como principal motor de esta decisión, la banda acierta al plantear un concierto áspero y en buena medida electrónico, basado en sus últimos discos.
“Bloom”, “15 Step”, “The Gloaming” o “Separator”, interpretadas todas con una solvencia deslumbrante, ponen a las claras a lo que se dedica ahora el quinteto y suponen el preámbulo a las igualmente enormes (y algo más celebradas por el respetable) “Pyramid Song”, “I Might be wrong”, “Climbing Up the Walls”, “Exit Music” (como se puede comprobar el recuerdo a “OK Computer” (1997) estuvo bien presente si bien no en su forma más popular), “Nude”, “Lotus Flowers” o “There There”, siendo “Bodysnatchers” la encargada de poner punto final al set principal.
Pero estaba claro que esto no terminaba aquí. El primer bis se inició con una soberbia interpretación de “Give Up the Ghosts”, con un Thom Yorke que grababa sus propias frases en las estrofas para superponerlas sobre las siguientes. Posteriormente “Reckoner” dío paso a uno de los momentos del festival, la brillante y sentida interpretación de “Lucky”, que tuvo que dejar boquiabierto a más de uno. La llegada de “Paranoid Android” sirvió de bálsamo a los que esperaban una mayor ración de temas conocidos y las gigantescas “Everything in its right place” (con homenaje incluido al “The One I Love” de REM) e “Idioteque” caldearon aún más el ambiente hasta el inmenso final con la canción más antigua de la noche, un “Street Spirit” que por fuerza tuvo que arrancar alguna que otra lágrima.
Una banda de otro planeta.

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