Paco Pecado – Entre Bodegas y Ferias (Paquito Records)
En estos tiempos en donde el pop y el rock estatal está sometido una homogeneización de sonido que daría para un un estudio sociológico, propuestas como la de Paco Pecado se reciben, primero, arqueando una ceja con gesto de incredulidad, y después con la esperanza de que no todo está perdido en una escena musical patria víctima de las tendencias. Porque la música que compone Javier Morales Bellsolà se nutre de la tradición folklórica actualizando su métrica a la manera de artistas como Rodrigo Cuevas, C. Tangana, Sílvia Pérez Cruz o Maestro Espada, y consigue lo impensado para un autor novel: que este debut suene musculoso y repleto de matices inesperados. Así que, con especial tino para enhebrar melodías notables, hace que la tradición y los sonidos más actuales lleguen a encontrarse sin que suene postizo e impostado. Si a los artistas arriba mencionados que están rejuveneciendo la tradición le añadimos nombres como Os Resentidos, Los Coyotes, Moncho, o Los Mestizos por poner sólo algunos ejemplos, uno se puede ubicar dentro de la cartografía sonora y emocional de estas canciones.
Entre Bodegas y Ferias (Paquito Records, 2025) se divide en dos secciones: en la primera mitad “bodeguera”, Paco Pecado transita por letras de desamor y se sustenta en un pentagrama más sosegado en donde tiene cabida el bolero (“inexplicable”), la canción melódica de aromas mediterráneos y con ecos a La Búsqueda (“muere un amor”), estimulantes sonidos que se miran en el gran legado afrocubano (“a los hombres que lloran”), pop temperado de lirismo descarnado (“cachito de pastel”), hasta llegar a la actualización del pasodoble (“luna del mediterráneo”).
En su vertiente más “verbenera”, la rítmica tiene más empuje. Nuestro hombre tira de la cumbia (“Chicx” y “Cumbia del pecador”) en donde la temática del desamor sigue presente aunque con indicios de esperanza y realización personal. La salsa se alía con la rumba en “Jaranera”, los estereotipos de género quedan fulminados tras los pasos de “Raffaella” (junto a los coros de Dianka) cristalizando en una bella declaración de intenciones artística, para después en “Algo divino” -ribeteada a ritmo de reguetón – se exhume la herencia imperecedera de Victor Coyote, y para el final con “Tango del Clavel” juega a ser un Gardel electrónico.
Lo dicho: Paco Pecado es una bendita anomalía que espero tenga pronto continuidad.
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