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Peter Perrett + Jamie Perrett (16 Toneladas) València 01/03/25

«I Wanna Go Dignity« / “Quiero irme con dignidad”, dice Peter Perrett. No es sólo el título de una de las mejores canciones de The Cleansing (Domino, 2024), su último disco. Es mucho más: toda una declaración de intenciones. El que fuera líder de The Only Ones -banda clave de la nueva ola británica- es dueño de una vida azarosa como pocas, como consecuencia de la cual padece de EPOC (enfermedad crónica obstructiva pulmonar), algo que, contra todo pronóstico, no ha podido tumbarle. Sigue en la brecha, sacando discos tan poderosos como el citado y dando conciertos como el que se disponía a ofrecer en València la noche de un sábado lluvioso.

Y eso que estuvo a puntísimo de no hacerlo. La noche anterior en Barcelona por lo visto las cosas no habían ido bien y Perrett se hallaba bajo mínimos de voz. No obstante, se debía a un público que había hecho colgar el sold out en la sala 16 Toneladas con mucha antelación. No sé lo que tuvo que hacer para subirse al escenario, pero lo hizo y allí estaba: en pie, extremadamente delgado, de riguroso negro y con sus gafas de sol. Con la actitud de alguien que lo ha visto y lo sabe todo en aquello del rock and roll, que un día fue algo verdaderamente peligroso además de un nombre.

Salió, pero antes hizo aparición su hijo, Jamie. Un guitarrista, compositor y cantante que fue el encargado de abrir la noche con sus canciones y la única compañía de su guitarra eléctrica. A base de composiciones tan bien cinceladas como “Nepo baby” o “Glory days”, de las cuales dio cuenta en crudo y luciendo una inapelable actitud, logró el difícil target de convencer a una audiencia que había esperado mucho tiempo para ver a su ídolo. De hecho, Jamie iba a ser una parte muy importante de la noche.

Una vez acabado el set de su hijo, Perrett hizo su aparición, acompañado de su otro hijo, el bajista Peter Perrett Jr, Laura Noon a los teclados y además de Jamie otro guitarrista, Benjamin Markham, con los que iba a defender su repertorio, no sin antes darse aviso de que Perrett pedía por favor a la audiencia que no usaran la cámara de vídeo de sus móviles para grabar imágenes del concierto, ni por supuesto las publicaran en sus redes. Ya pueden imaginar lo que más de uno y una hizo con su petición, perdiendo una oportunidad de oro de demostrar edad adulta y educación. Pero de donde no hay, no se puede sacar.

En todo caso, pese a que dicha petición provenía del miedo del protagonista de la noche a que se difundieran imágenes suyas en un estado lamentable, esto no fue para nada así. Peter está bastante cascado, está claro, pero aún así mantiene una dignidad en escena, un je-ne-sais-quoi, que no es fácil de ver en casos similares. Su mojo se mantiene ahí. Las pocas veces que se dirige al respetable lo hace con un hilillo de voz, sin embargo, cuando canta, algo sucede. Su voz remonta y vuelve, casi, casi, a ser la que era ¿Milagro? ¿Truco tecnológico? Yo diría que actitud. Valoren ustedes.

Dicha actitud se nota desde el primer instante, con la inevitable “I wanna go with dignity” y la también perteneciente a su etapa en solitario “Sweet endeavour”, que suenan, haciendo honor a la frase, más que dignas. Llegan pronto los clásicos de Only Ones con “The big sleep”, “The inmortal story” o “Flaming torch”, las cuales se ven algo ensombrecidas por otras de los últimos trabajos de su autor, que creo que aquí sonaron más victoriosas, como la infinita “An epic story” o “Mixed up confucius”, en que la banda hizo un gran trabajo, sobre todo Jamie, que es un guitarrista extraordinario capaz de imprimir nervio extra a cualquier momento de la actuación en que parezca que su padre va a decaer. Hace coros, le cubre cuando le tiene que cubrir y con su bien medida y entendida pirotecnia guitarrera se hace co-propietario de un show que tiene mucho que agradecerle.

Juntos perpetran un “Another girl another planet”, la canción que todo el mundo ha venido a escuchar, que si no fuera por el excelso arte de Jamie hubiera quedado descafeinada, pero aún así cumple su trámite y permite que el show continúe con buena salud hacia su fin, a base de una ristra de canciones absolutamente infalibles (y sin parón para bises, por cierto): “The beast”, “Daughter”, “Take me home”, la inmensa “Someone who cares” y por último, la clausura con “Disinfectant” no huelen en absoluto a derrota, sino a la mayor de las dignidades. La exhibida por un hombre con todo el derecho del mundo a redimir todos sus pecados en el escenario y reivindicar una carrera que, pese a sus intermitencias y batacazos, es absolutamente ejemplar. Igual que lo fue este concierto.

Fotos Peter Perrett: Susana Godoy

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