Pond – Beard, Wives, Denim (Music as Usual)

A mediados de los 80, seguro que algunos se acordarán, vieron la luz un par de discos tras los que se encontraba una desconocida banda llamada Dukes of Stratosphear. Pocos o casi nadie sabía quiénes estaban detrás, incluso hubo algunos que pensaron que podían ser los Beatles (obviamente sin Lennon). No era una idea descabellada, puesto que sus canciones eran un clarísimo homenaje a la música psicodélica de los 60. Un par de años después se supo que tras el grupo estaban los miembros de XTC, que habían creado el proyecto para divertirse y hacer algo diferente al pop tradicional que practicaban en su banda principal.

Casi 30 años después, la jugada se repite casi exactamente con Pond, grupo de Perth (Australia) formado por miembros de otra banda más conocida: Tame Impala. La idea es la misma: alejarse unos pasos de la seriedad con que la banda madre se acerca a la música de los 60, jugar con ella, experimentar como el niño que juega con un puzzle, soltar toda su creatividad y su locura. En realidad Pond y Tame Impala llevan publicando discos en paralelo desde 2009, y me imagino que si la banda principal es la segunda es simplemente porque fueron los primeros en alcanzar un relativo éxito, con Innerbreaker (2010).

Ahora Pond, siguiendo con su línea ligeramente paródica pero elevando el nivel de exigencia y calidad, presentan Beard, Wives, Denim (2012), un álbum que es un completo recorrido por todas las facetas de la psicodelia 60s: la garajera («Fantastic explosion of time»), la colorista/futurista («When it explodes»), la funk / glam («Elegant design»), la folk («Sorry I was under the sky», «Moreno´s blend»), la pop («Allergies») y así hasta completar los 13 cortes de un álbum en el que el oyente que se anime a participar en el juego puede buscar ecos de los primeros Pink Floyd, de Jefferson Airplane, de Hawkwind, de los Byrds de Fifth Dimension, de 13th Floor Elevators, de los T.Rex pre-glam y hasta de Sly & The Family Stone.

En definitiva, recomendable para fans de Tame Impala que quieran conocer cómo son sus ídolos cuando se sueltan la melena, y también para gente amante de la psicodelia clásica que no hayan perdido la curiosidad ni el sentido del humor, que no se la tengan jurada a toda la música publicada a partir de 1972 y que no teman perder una hora de su tiempo escuchando el capricho de unos adolescentes. Por si sirve de algo diré que, en mi caso, no lo considero una pérdida de tiempo en absoluto.

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