Psychotica – La Boite (Madrid)

La del pasado lunes era una cita ineludible para los fans de Psychotica, grupo de culto por excelencia de la pasada década. Su reciente reunión era la razón perfecta para saldar deudas con Pat Briggs, pura leyenda del reciente glam rock.

Ni que decir tiene que pintamonas como Marilyn Manson le deben mucho a Briggs, toda la imaginería y sonido de Mechanical Animals (98), su último disco decente antes de la debacle, surgen de fusilar todas las ideas de este héroe underground.

Su regreso en formato trío prometía una noche acústica, que a efectos fue mucho más eléctrica de lo esperado. Enrique Tiru Velez con un trabajo absolutamente ensoñador al cello eléctrico y Paul Ena Kostabi con un carisma desbordante tras su afiladísima guitarra, dotaron de escolta a una garganta ajada y seductora que emocionó hasta el tuétano cuando te sacudía a escasos centímetros.

Hubo que luchar como sabíamos con los inconvenientes de una sala deficiente tanto en sonido –acoples, reverberaciones, micros que no funcionan…- como en atmósfera –esos espejos y luces de fondo del escenario rinconera son inaguantables-, pero aún así logramos abstraernos una audiencia fiel y entregada, eso sí, no tanto que un Briggs en éxtasis al borde de las lágrimas en más de una ocasión y que por dos veces bajó entre nosotros a cantarnos a quemarropa.

Es absolutamente increíble apreciar como con el tiempo su clase y calidad vocal, no sólo no ha decaído, sino que ha mejorado. Estremecedor resultó escucharle y apreciar como desbordaba talento y atractivo. Por instantes parecía que estábamos asistiendo en vivo al Five men acoustical jam (90) de Tesla.

Algunas bases pregrabadas intentaron lograr la contundencia y empaque de temas robustos, pero la potencia de “Ice planet hell” o “180º”, himno arrebatador por antonomasia, se deslució ligeramente. Eso sí, en los momentos más íntimos y evocadores, se podía palpar la belleza y épica en cada poro de la piel. “Too late”, la cima de Espina (98), y una increíble “Ocean of hunger”, inmortalizaron para siempre la velada, sin poder creer aún que un día pudiese escuchar delante de mí su interpretación. Ardo en deseos de que la próxima vez sea  pertrechado de toda una banda.

Entre cambios de atuendo a cada cual más glammy y decadente, Briggs demostró un dominio absoluto del espacio, a la hora de arengar al público, moverse, sentarse, expresarse… muy, muy grande. Dos bises brindó tras las ovaciones calurosas del respetable, donde cayeron una versión algo evidente de “I will Survive” y otra  apropiada de “Sympathy for the devil”, para cerrar en éxtasis con “Little prince”.

Antes había abierto Mae Kurtz, barcelonesa acompañada de una banda de cinco músicos -destacaba su solvente batería- recordando bastante la oscuridad y atmósfera de Siouxie and the Banshees.

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