Ricardo Lezón [Mcenroe] (Sala The Club) Málaga 08/03/24
Tímido, con esa frágil sensación continua de que pasan muchas cosas por su cabeza pero comunica las justas, y resguardado bajo una gorra que forma parte de su identidad, Ricardo Lezón, nuestro Jason Molina particular, se presentaba en un contexto algo extraño. Una pequeña sala malagueña que normalmente acoge otro tipo de público, repleta de seguidores de la trayectoria de McEnroe, una rara avis de nuestra escena, un grupo que ha compuesto parte de la banda sonora vital de tantos de nosotros. El propio artista zaragozano se sorprendía de la buena acogida que había tenido el evento. Su aventura por el sur, con su acústica a cuestas, sumando fechas en Sevilla y Cádiz además de Málaga, ha resultado ser un éxito, recordándole, por si hacia falta, que a lo largo y ancho de este país, se le sigue y se le valora.
Abrió la noche el cantante catalán Zulabard, y tuvo que sobreponerse primero a la nula publicidad previa sobre su presencia esa noche y después a una audiencia que priorizó charlar a volumen descarado mostrando nulo cuidado por lo que allí estaba pasando (mucho y muy interesante), y lastrando el sonido para aquellos que estábamos por la labor. Pensar que cuando uno va a un concierto, se va a encontrar con gente que escucha a los artistas y respeta el derecho de los demás a hacerlo, es ya una quimera desde hace mucho tiempo. Dicho esto, sólo podemos aplaudir el discurso elegante de un compositor que se mueve en las coordenadas de L.A. , Pájaro Sunrise o Bon Iver, construyendo cálidas postales de folk-pop aderezadas por su bonita voz. Estaremos atentos a su evolución.
A continuación, el carismático líder de McEnroe, cogió el relevo corroborando su innata facilidad para transmitir con sólo aparecer. Desojó la margarita de los clásicos y tiró de “Montreal” para cogernos de la mano y llevarnos por esas carreteras secundarias donde canta al amor haciéndonos partícipes de sus vivencias, muchas veces en primera persona. Esos acordes perezosos, esa voz que retumba en nuestra memoria, esas letras que hicimos nuestras desde la primera escucha que desembocó en flechazo instantáneo. Y así fueron cayendo canciones que son historia viva de cualquier momento, de cualquier estilo o etiqueta en el que se quieran clasificar. Porque lo suyo trasciende coyunturas para convertirse en universal y atemporal. De esa manera, el latido se aceleró cuando arrancaban las notas de “La Cara Noroeste”, “Mundaka” o “Los Valientes”.
Un hombre tranquilo recorriendo los paisajes andaluces y llevando su mensaje para recordar que aún se puede sentir de verdad en tiempos de inteligencia artificial, la misma que cada vez gana más espacio a la inteligencia emocional. Sobreponernos al drama de una sociedad deshumanizada, encontrar un pequeño refugio en “Rugen Las Flores”, “Gracia” o “Asfalto”, sonreír al conocer la historia que explica por qué nunca tocan “Naoko” antes de atacarla con la inocencia del que asume poder equivocarse con naturalidad y sin miedo. Sentir la cercanía y el calor de unas melodías tan grandes como su accidental carisma, algo que nunca buscó y encontró sin seguramente darse cuenta. Y así, ese hombre tranquilo, llegó, vio y venció antes de preguntar qué canción queríamos que interpretara y echarse a un lado para saludar y firmar discos, observando como hay mucha gente que sabe bien cómo elegir a sus héroes silenciosos.