Suicide – American Supreme (Everlasting Records)

Formados en 1971 en Nueva York y forjados en la vanguardia punk de los setenta, Alan Vega y Martin Rev no han cejado en su empeño por demostrar que la música avanzada debe ser arriesgada y chocante. Ambos personajes, con los 50 años de sobra cumplidos, siguen siendo los representantes más genuinos de la ideología situacionista, entendiendo esto como una forma de confrontación perpetua para con cualquier cosa establecida.

Sin novedades discográficas desde 1992, pese a sendos trabajos en solitario o con Pansonic (caso de Vega), Suicide vuelven ahora con su discurso de siempre. Un discurso abrupto, políticamente incorrectísimo, y gracias al cual han conseguido labrar una carrera sólida como pocas. American Supreme no les consagra como dinosaurios del rock sino que es una evidencia de que la juventud mental pervive en ellos, al igual que hace 30 años.

Lo cierto es que American Supreme es un apasionante tratado de subversión musical. Pocas veces se han oído arrebatos tan lúcidos en contra de la sociedad del espectáculo. Temas como “Televised Executions”, “Dachau, Disney, Disco”, “Swearin’ to the Flag”, “Misery Train”, inciden en la provocación inteligente, como forma de rendir cuentas con el entramado militar-industrial-político-mediático americano. La ironía de Suicide –en la que subyace sin duda gran preocupación- consigue retratar lo más caricaturesco de la cuestión: ¿cómo es posible que un gobierno mediante sus televisiones, consiga convencer a un 40% del electorado americano de que es necesaria la guerra para acabar con la inseguridad y el terrorismo?, ¿cómo es posible que la música sea cada vez más estúpidamente feliz, qué tipo de sociedad surgirá de las macro-discotecas?

Estas preguntas, y otras de parecida índole, son planteadas y contestadas en American Supreme. Vega sigue fiel a su elogiado estilo: gritos, ecos y absurdidad controlada. Y Rev, que aunque sigue enganchado a su ajado sintetizador japonés de los años 50, golpeado con ferocidad punk en innumerables conciertos como el del Sonar 99, parece haber renovado ligeramente su equipo musical. Esto le permite realizar más piruetas sónicas, entre las que se incluyen, en los mejores temas, sutiles homenajes al techno de Detroit y al hip hop más distorsionado (el punk se renueva y sabe reconocer a sus hijos más rebeldes).

Las parodias sonoras (el tema “Death Machine” es candidato a tema absurdo del año, por su mordacidad y por su cómico uso del peor trance discotequero), hacen de American Supreme un buen decálogo para alimentar nuestro espíritu crítico. Discurso inteligente, oscuridad y luminosidad a la vez: el Pop-Art sigue vivo. Dad por seguro de que Lou Reed, Jim Jarmush y Narky Ramone, todavía vivo, por suerte, ya tienen este disco.

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