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Ilegales (Caseta Municipal – La Rambla) Córdoba 27/04/19

Cuando el líder, y en este caso el alma y los pulmones, de una banda asegura repetidamente que a los 64 años y después de casi cuatro décadas de escenarios suenan mejor que nunca, la única opción que tienes es creerlo a pies juntillas. No solo por lo que representa Jorge “Ilegal” Martínez para los mortales que lo admiramos desde tiempo inmemorial, sino porque un músico de sus características, inteligencia e infalibilidad jamás te decepciona, ni siquiera en los momentos creativos más bajos y emocionalmente más peligrosos. Que no es el caso actual, por supuesto. El eterno crápula, una máscara que él mismo se ha procurado durante la mayor parte de su carrera, tiene el valor de subirse al escenario al son de la Danza de los Caballeros que Prokofiev compusiera para el ballet Romeo y Julieta, no se sabe ni en una eterna maniobra de distracción o porque realmente es el músico cultivado que asegura ser. Una vez más, no seremos nosotros quienes lo neguemos. Automáticamente, y sin necesidad de saludar de inicio a los congregados, escupe una de sus mejores diatribas recientes: “No tanta, tonto”, un alegato en contra de aquellos que excusan sus excesos con prepotencia, todo lo contrario de lo que él lleva tanto tiempo predicando. Llama poderosamente la atención que esta sea la gira de Ilegales con mayor despliegue lumínico y estética escenográfica, a mucha mayor altura que las recientes y con un sonido inmejorable, mérito también de un entorno acústico perfecto que se trabajaron los amigos de Onda Pasión para celebrar su trigésimo aniversario en la Caseta Municipal de La Rambla, una localidad cordobesa en la que ya tocaron hace nada menos que 23 años. Por lo que se pudo comprobar, solo cambió la fachada, pues el contenido sigue siendo el mismo, corregido y aumentado.

Que levante la mano, si es que lo hay, alguien que pueda igualar un repertorio clásico integrado por himnos en contra de la estupidez camuflados de provocación como “Hola, mamoncete”, “Ella saltó por la ventana”, “Agotados de esperar el fin”, “El norte está lleno de frío”, “Enamorados de Varsovia”, “Yo soy quien espía los juegos de los niños”, “Hacer mucho ruido”, “Regreso al sexo químicamente puro”, “Eres una puta”, “Soy un macarra” o “Tiempos nuevos, tiempos salvajes” y otros que se quedaron fuera del set list por falta de tiempo (están tocando en este Rebelión Tour hasta casi cuarenta temas cada noche). La habilidad de esquivar los altibajos alternándolos con los nuevos y mejor producidos es patente y beneficia a dar sentido y coherencia a un espectáculo sonoro prácticamente perfecto. “Suicida”, “Si no luchas te matas”, “Mundo carapijo” o “Mi amigo Omar”, temas en los que el asturiano da un repaso sin piedad a los prejuicios ideológicos y sexuales, serán engrandecidos por el paso del tiempo, cuando escuchemos de nuevo sus dos últimos discos y seamos conscientes de que la letra de “Voy al bar”, por ejemplo, es tan atemporal como el discurso de su creador.

Provocar pesadillas y dolores de cabeza siempre se le dio bien, de ahí que en un guiño a su propio currículum, haya elegido para estas presentaciones una camisa de rayas verticales porque llevar otro con las mismas pero en horizontal habría significado que muchos de los que lo han perseguido se habrían salido con la suya. Si las drogas y la mala conciencia, que a menudo es la buena, hacen que todos nos alejemos de quienes realmente somos, canciones incontestables como “Chicos pálidos para la máquina”, “Suena en los clubs un blues secreto” (una de las joyas semiocultas de su discografía) y “Todo lo que digáis que somos” son una reafirmación de identidad, sendas declaraciones de principios y finales tan rotundos como la melancolía de “Ángel exterminador” o la rabiosa actitud de “Si la muerte me mira de frente me pongo de lao”. Nada que ver, o todo, con la “Dextroanfetamina” que alimentó el motor de la banda en una de sus épocas más oscuras o con la invocación doble de “Bestia, bestia” que los puso en el centro de la diana en una década donde los únicos que hacían rock con la entrepierna eran ellos. Se siente, y sobre todo se escucha, pero Ilegales hoy por hoy son un artefacto preciso e inmejorablemente armado para la causa. Es un placer tremendo volver a escuchar y cantar desgañitados “Hombre solitario”, “Problema sexual”, “Destruye”… Tres bises que se quedaron cortos una vez más porque el tiempo es limitado y la nostalgia demasiado grande.

Rescatado definitivamente Willy Vijande, bajista de una de las mejores formaciones de la banda, tras la tristísima desaparición de Alejandro Espina, apuntalado por el ritmo infatigable de la batería de Jaime Belaustegui y reforzado acertadamente con las teclas y segunda guitarra de Mike Vergara –sangre nueva para la empresa-, Ilegales suenan, sí, mejor que nunca. Jorge desahoga sus punteos y se hace cargo de los solos con un respaldo que hacía tiempo no tenía. En su enésima juventud, el calvo incombustible demuestra que su sonido no es solo fácilmente identificable y único, sino que su nivel como guitarrista es estratosférico. Nacer con estrella y mejores genes que nadie, salir desnudo al bosque de madrugada, bucear a pulmón y coleccionar soldaditos de plomo son costumbres que, al parecer, todos deberíamos adoptar si queremos vivir tanto y tan bien. La música de este país y de cualquiera también debería estar eternamente agradecida porque exista gente como él. Cuando esta crónica sea leída puede que en España haya vuelto a ponerse el sol y no lo veamos lucir durante una buena temporada. O no. En cualquier caso, la jornada de reflexión a la que nos convocaron Ilegales hizo que cualquier duda que pudiéramos tener quedase automáticamente disipada.

2 comentarios en «Ilegales (Caseta Municipal – La Rambla) Córdoba 27/04/19»

  • Con los teclados lo que estan haciendo es destruyendo las canciones. vaya lástima. No estoy de acuerdo con el artículo. Esta es la peor formación de ilegales en su historia.

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