L.A. Witch – DOGGOD (Suicide Squeeze Records)
Cinco años. Cinco largos años de espera desde Play With Fire. Y cuando el humo del tiempo se despeja y el espacio se acomoda, Sade, Ellie e Irita con su DOGGOD irrumpen como una pandilla de forajidas en un western psicodélico que se niega a morir en paz. L.A. Witch no regresó para perder el tiempo, volvió para dispararte entre los ojos con riffs bañados en ácido, bajos hipnóticos y tambores que suenan como el eco de tus peores decisiones a las tres de la mañana.
Sade Sánchez con esa voz hecha de deidades desconocidas, decoro y sueños desgarrados no canta: conjura. Declara versos que huelen a polvo, sudor y proposiciones a medio olvidar, justo como debe ser el Rock And Roll. Irita Pai amarra todo con líneas de bajo que ondulan por el suelo como serpientes sagradas, mientras Ellie English golpea la batería como si estuviera exorcizando demonios personales en cada maldito compás. DOGGOD no intenta reinventar nada, y eso es su mayor triunfo.
El fuzz sigue ahí, sucio como un hotel barato en las afueras de Los Ángeles, mezclado con el blues psicodélico, el post punk de mala muerte y ese surf demente que suena como olas negras rompiendo contra un muelle oxidado. Desde «I Hunt You Pray«, un disparo hipnótico en la sien, hasta «Eyes of Love«, donde el amor y la muerte bailan un vals espectral bajo acordes deconstruidos y atmósferas que huelen a cementerio humedecido. Hay canciones que te noquean con la dulzura de un puñetazo femenil en la cara, como «The Lines» y “DOGGOD”, himnos que podrían volarle la peluca incluso al más amargado de los críticos de Rock de sofá, esos que huelen a pretensión barata y café del Starbucks. Aquí no hay poses. No hay filtros de Instagram. Solo música hecha a mano, con uñas sucias, corazones rotos y sueños en carretera.
La producción es una carta de amor a todo lo imperfecto. No esperes producciones de laboratorio ni un maldito coro de estadio, DOGGOD es música para quebrantados con clase, para románticos arruinados, para los que entienden que la belleza está en las cicatrices y el ruido. Cada canción se siente inaplazable, como si L.A. Witch supiera que el fin del mundo está a la vuelta de la esquina y esta fuera su última misa negra en la Tierra. Claro, si quieres una banda que suene como robots con melenas perfectas, vete a buscar a otra parte. Aquí hay fallas humanas, grietas que supuran verdad, pequeñas imperfecciones que hacen que todo se sienta más vivo, más perverso, más real. DOGGOD es el tipo de álbum que no solo escuchas; lo hueles, lo saboreas, te arrastra por el suelo, te deja sonriendo como idiota, preguntándote qué carajos acaba de pasarte. DOGGOD es doloroso, hermoso y absolutamente inevitable.
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