Ainara LeGardon

No me interesa llegar a más público si el precio que hay que pagar supone desvirtuar el mensaje.


 
Ainara LeGardon es una de las artistas más inclasificables y audaces del panorama musical actual. La sinceridad con la que se involucra en el hecho artístico la lleva a experimentar no sólo con su música sino también con la interpretación, la improvisación o cuestiones relacionadas con la autogestión y la propiedad intelectual.
Recientemente ha publicado Every Minute (Aloud, 2014) y ha iniciado una gira nacional para presentarlo. Hablamos con ella de su nuevo trabajo, de la gira y de otras facetas de su trayectoria.
 
Me gustaría empezar hablando de tu nuevo álbum, Every Minute (Aloud, 2014). Aún viniendo de un álbum ya crudo y áspero como We once wished (Aloud, 2011), me ha sorprendido que pareces haber dado un paso más en esa carrera hacia la captura de la esencia, de lo básico de una canción.
 
Estoy de acuerdo. Cuanto más avanzo por mi camino, de más cosas voy desprendiéndome. Todo lo que considero superfluo, trato de dejarlo atrás.
 
Siguiendo tu carrera en solitario, da la sensación de que en cada disco intentas eliminar lo que te parece prescindible del anterior, de manera que el proceso sería como ir pelando una cebolla, quitando capas y dejando la carne al descubierto.
 
Lo has descrito perfectamente. No tengo idea de cómo será el núcleo, pero disfruto en el proceso de llegar hasta él.
 
Esa metáfora de la carne al descubierto se traslada en esta ocasión a la portada del álbum. ¿Fue idea tuya? Intuyo un mensaje en relación con esa crudeza, esa necesidad de funcionar con lo imprescindible, pero me gustaría que explicaras tu visión de esa idea.
 
La idea es de Ramon M. Zabalegi. Yo sólo le mostré, a través de palabras y sonidos, lo que en este disco intento transmitir, y fue él quien dio con esa imagen con tanta fuerza. Me encanta parecer una mujer con la musculatura al descubierto, sin piel.
 
No sé si la portada te representa a ti, pero en cualquier caso te lo pregunto. El personaje de la portada parece estar corriendo, moviéndose. ¿Está persiguiendo algo o, por el contrario, está huyendo?
 
No huye. Tampoco persigue nada. Corre por el simple placer del movimiento. Le pregunté a Ramón si era yo, y me dijo que sí.
 
Tu nunca has ambicionado hacer música fácil para las masas. De hecho muchas de tus canciones son de digestión lenta y necesitan además de una implicación importante por parte del oyente. Incluso así, ¿eres consciente de que, en estos tiempos de hiperactividad musical y escuchas apresuradas, abrir el álbum con una canción a capela puede asustar a más de un oyente casual?
 
Sí, soy consciente. Supongo que no hago música para cobardes ni impacientes. Muchas de las decisiones artísticas en torno a ella suponen una declaración de intenciones; fuerzan al oyente a ponerse en una situación de receptividad, de confianza, y a cambio ofrecen sensaciones y lecturas que no pueden encontrarse en la prisa de la música de consumo rápido. No me interesa llegar a más público si el precio que hay que pagar supone desvirtuar el mensaje.
 
Te has declarado muchas veces seguidora del grunge y el rock sucio de los 90, algo que por supuesto se nota en tu música. Todo el mundo, cuando recuerda a aquellos grupos, habla del ruido, de la mugre, de las guitarras o de la angustia. Yo quisiera que me hablaras de los silencios, esos silencios que, por ejemplo en ciertas canciones de Nirvana, expresaban casi tanto como las partes ruidosas. ¿Juegas con los silencios en tu música de forma consciente? ¿Son para ti un instrumento más?
 
Sí, sin duda. Cada vez disfruto más de ese juego con los silencios, de la tensión que crean, de la continuidad discursiva que producen. Y compruebo que el público, en directo, nos brinda también ese silencio y se embarca con nosotros en la tensión creada.
 

 
Me llama la atención mucho, siguiendo con el tema de los silencios, que en bastantes pasajes de tus canciones la sección rítmica no llena los vacíos de tu voz sino que la potencia, la dobla, de manera que habláis y calláis a la vez. Cómo si el ritmo lo marcaras tú, no la percusión o la guitarra rítmica, y estas te siguieran.
 
No es extraña esa sensación, puesto que la columna vertebral de casi todas las canciones de este disco la marca la letra y la melodía vocal. Los temas se han construido a partir de esos dos elementos en casi todos los casos.
 
Para ser unas canciones tan crudas, las letras hablan mucho de las relaciones, incluso del amor, siempre en primera persona (singular o plural). ¿Es posible compatibilizar una visión romántica de la vida con esa música cruda, dura y sin miramientos que brota de tu interior?
 
El amor y la amistad verdaderos, ¿acaso no son crudos, duros y sin miramientos?
 
En estos últimos años has estado muy involucrada en el mundo de la improvisación. Cursos, seminarios, actuaciones… ¿Hasta qué punto se ha filtrado ese interés en el proceso de creación de este álbum?
 
De manera inconsciente, y por tanto nada forzada, la experimentación y la improvisación «contaminan» ya mi manera de entender la música, y se traducen en ciertos rasgos cuando hago canciones. También ocurre al contrario: la forma de encarar un concierto, la presencia escénica, las tablas que he adquirido en el campo del rock, impregnan mis intervenciones en el ámbito de la experimentación sonora. Unas prácticas se nutren de otras, y todas se ven enriquecidas.
 
¿Te da seguridad para investigar y avanzar en esa libertad creativa el estar en un sello como Aloud?
 
Para investigar y realizar avances creativos en cualquier dirección, mantengo la independencia que me otorga la autogestión. La alianza con Aloud la complementa con un refuerzo intelectual y vital, un apoyo y compañía en la militancia, en la ética.
 
Como estarás un poco harta de que te mencionen siempre a PJ Harvey, voy a preguntarte por otros tres nombres femeninos cuya sombra, a mi entender, planea sobre este álbum. Me puedes responder que son locuras mías, en caso de que sea así. Ahí va el primero, quizás el más cogido con pinzas, pero…Nina Hagen.
 
De cogido con pinzas, nada. Totalmente de acuerdo.
 
El segundo…Patti Smith.
 
Ése también me lleva sobrevolando mucho tiempo… Y me enorgullece.
 
El tercero y, para mí, más evidente…Yoko Ono. Sobre todo en algunos pasajes vocales con fuerte sabor experimental (en «Magnetic», por ejemplo), lo que nos devuelve otra vez a la cuestión de la improvisación.
 
De Yoko Ono precisamente lo que menos me gusta son sus escarceos musicales. Me han inspirado muchísimo algunas de sus propuestas performáticas, y muchas de las partituras de instrucción recogidas en el libro Pomelo, que recomiendo fervientemente. 
 
Si tuviera que darte tres nombres de voces femeninas cuya influencia pudiera estar presente en Every minute, mencionaría la oscuridad de Lydia Lunch, la emoción de Meredith Monk, y la fuerza de Fátima Miranda.
 
En unos días empiezas una pequeña gira fuera de Euskadi. Tengo curiosidad por saber cómo llevarás estas canciones al directo, en qué formato y si habrá presencia de todos tus álbumes anteriores.
 
En la gira de presentación de Every minute tocamos el disco completo, alternando temas con algunas canciones antiguas, y en formato de trío (con Rubén Martínez al bajo y Héctor Bardisa a la batería).
 

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