Asistimos a una de las 17 noches de Peter Murphy en The Chapel, San Francisco

Peter Murphy es un tipo inquieto. Si no hubiera sido poca tralla la celebración de 40º aniversario de Bauhaus que le ha llevado junto al bajista David J por medio mundo, el padrino del rock gótico tuvo la ocurrencia de, ya que la gira finalizaba en Los Ángeles, fijar por unas semanas su domicilio en San Francisco y programar una residencia en The Chapel con diecisiete conciertos para repasar su ya larga trayectoria. La fórmula iba a ser simple: cada noche tocaría uno de sus discos en solitario, a lo que sumaría más conciertos dependiendo de la popularidad de cada álbum (Love Hysteria y Deep se llevaron el grueso de noches), a lo que sumaría algunos de celebración con David J (algo así como un bis de la gira) y un tributo a David Bowie.

En la noche en la que debía repasar tanto Dust como Ninth (sesión doble) se respiraba de inicio un ambiente extraño, entre íntimo y oscuro, como lo que seguro buscaba Peter Murphy con esta serie de conciertos. The Chapel es un sitio muy propio para ello: luminosidad escasa, forma de iglesia (de ahí su nombre) y pequeño, casi asfixiante. Asistir a un evento de la comunidad más oscura de San Francisco supone estar rodeado de gente sacada de otro tiempo, que bien pudieron haber sido testigos del nacimiento de The Screamers o haber participado en algún pogo con los Dead Kennedys; en definitiva, público que ha vivido fiel a su mundo.

Peter Murphy no pudo cantar Dust, aduciendo problemas de garganta, lógicos por otra parte, y dejó que el artista de xöömei Soriah se hiciera con las riendas del espacio para ganar tiempo. Es extraño que un artista de origen hispano (su nombre real es Enrique Ugalde) haya dedicado su cuerpo y alma (y garganta) a este arte tuvano, tan radical en su origen. No deja de sorprender lo hipnótico que resulta escuchar los cantos que pueden producirse dentro de esta tradición, pero lo que está claro es que Soriah consiguió que se olvidase la faena de que el repertorio del día se viese reducido a la mitad y dejó caldeado el ambiente para un Peter Murphy que, ya sí, tuvo voz para Ninth.

Ninth no es un disco tan fundamental, pero tiene suficiente potencia y nostalgia para los acérrimos. Pero en el ambiente tan íntimo que se vivía, no hacía falta más que su majestad oscura sobre el escenario y un público fiel que, en algunos casos, había asistido a cada uno de los conciertos previo de la residencia. Acompañado por alguna que otra cara familiar para los que asistimos a su concierto en Madrid en noviembre, Peter Murphy comenzó disculpándose antes de arrancar con «Velocity Bird» y «Seesaw Sway», superando sus problemas de voz y repasando los temas de su noveno álbum. Para cuando comenzaron los acordes de «I Spit Roses», la primera línea de público aderezó lanzando rosas provenientes de decenas de ramos, que inundaron el escenario y en algún caso la boca del señor Murphy. Ninth tiene temas como «Never Fall Out» o «The Prince & Old Lady» que son más o menos regulares en conciertos de Peter Murphy pero lo interesante de estas veladas es escuchar canciones menos habituales y se agradece que vuelvan a sonar, tras ocho años de ausencia, «Secret Silk Society» o «Créme de la Créme». No sonó «Slowdown», pero a cambio se tuvo «Cuts You Up», que siempre es una buena manera de finalizar. Durante el concierto, y sobre todo al final, hubo una clara comunión entre Peter Murphy y el público, intercambiando anécdotas, reconociendo a sus seguidores otra noche más e incluso hablando en turco con una asistente que estuvo presente en la grabación de Dust en Estambul. Desde luego, si lo que se perseguía era una comunión íntima, lo consiguió. Vaya si lo consiguió.

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