Brutus + The Christian Club (Sala Copérnico) Madrid 12/10/23

Para los amantes de esa amalgama de sonidos, con línea divisoria algo difusa, entre post-hardcore, blackgaze, post-rock y metal, está claro que Brutus se ha convertido en una de las referencias básicas en los últimos tiempos.

El éxito obtenido de público y crítica con su reciente Unison Life (22), les ha aupado a una posición merecida que están defendiendo a lo largo y ancho de Europa con una extensa gira que el jueves hacía su parada en Madrid.

Sala prácticamente abarrotada para observar las evoluciones de los belgas, si bien anteriormente ya había que estar atentos cómo se desenvolvían  sus compatriotas The Christian Club. La banda afincada en Brujas llegaba en formato de dúo con la única defensa escénica de guitarra eléctrica y contrabajo, todo presidido por la profunda voz de su cantante Luca Missiaen. Propuesta introspectiva, de fino calado emocional, que entre arpegios, susurros y cuerdas mecidas logró ganarse la atención del respetable y generar un clima propicio para la catarsis sónica de Brutus.

El trío llegó con humildad y decisión, con esa presencia escénica algo de andar por casa donde todo el protagonismo lo acumula su cantante y batería Stefanie Mannaerts, sin desmerecer en absoluto la completísima prestancia a la guitarra de Stijn Vanhoegaerden y la entusiasta manera de aporrear su bajo de Peter Mulders.

El concierto fue una nueva exhibición de intensidad y decibelios por parte del combo, muy centrado en la defensa de su reciente tercer disco, el mejor para quien les escribe, que desde la arrancada contundentísima de “Liar” ejerció un papel preponderante, si bien el público agradeció excursiones a su pasado como “War” o “Justice of Jullia II”, de su ya lejano debut Burst (17).

Ahora bien, pocas veces recuerdo la hegemonía de un tema sobre el resto como el momento de irrumpir en la Sala Copérnico su “Sugar Dragon”, canción que por antonomasia es capaz de demoler cualquier otra que se le ponga a la altura del repertorio, por su descomunal juego de piernas e intrínseca sensibilidad asfixiante a la par que expansiva.

A ella la siguió la bestialidad descarnada de “What Have We Done”, dibujando ambas los mejores momentos de la velada, justo antes de cerrar la noche con ese tour de force que es “Desert Rain”, completando una experiencia desarmante e inmersiva, a la que prosiguió el silencio perenne de nuestras vidas recogidas en sí mismas.

 

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