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Cuéntame una canción: «Belfast», de Orbital

La Irlanda del Norte de mediados de los ochenta arrastraba más de tres lustros de conflicto armado y sectario. The Troubles, como casi eufemísticamente se quiso llamar a aquello, habían llegado a esa década con un reguero de sangre tras de sí, la presencia de los paracaidistas británicos y una lucha que parecía no tener fin. Los ochenta empezaron con la huelga de hambre de la Protesta Sucia, a la que siguió, en 1981, una segunda huelga de hambre que se saldaría con diez presos fallecidos y que quedaría inmortalizada en En el nombre del hijo. Durante los siguientes años, atentados a gran escala, bombardeos, derribos de helicópteros, tiroteos, explosiones en funerales y connivencia de las fuerzas de seguridad con los paramilitares de uno y otro lado hicieron de Irlanda del Norte un infierno y Belfast no dejaría de ser sinónimo de odio y lugar prohibido.

Pero, a finales de los ochenta, en el estío de 1988, explotaría en todo el Reino Unido, a una escala u otra, el Segundo Verano del Amor. Miles de jóvenes se entregaron al desenfreno y a la confraternización química al ritmo del acid house. Durante esos años, la música electrónica comenzaba a despuntar como auténtica arma de comunión. A pesar del aislamiento de Irlanda del Norte respecto de la isla de Gran Bretaña, aquella reedición del «Summer of Love» salpicó a un buen número de norirlandeses, que comenzaron a ver en el potencial de los nuevos ritmos y en su sentimiento colectivo una buena herramienta para la dispersión tan necesaria de un conflictivo día a día.

Entre esos jóvenes que pretendían alejar la violencia y celebrar la diversidad, fuera cual fuera la religión de cada uno, estaban David Holmes y Iain McCready. El primero, peluquero de profesión, se había involucrado en la escena musical de Belfast como promotor de conciertos desde muy joven, mientras que el segundo, compañero de tijeras y peine en el mismo local, llevaba cierto tiempo al frente de sesiones de hip hop por la ciudad. A finales de 1989, decidieron unir sus fuerzas y apostaron por crear una sesión que llevase a Belfast los sonidos acid house que llevaban meses saturando la otra orilla del mar de Irlanda.

Así surgió Sugar Sweet, cuya primera congregación tuvo lugar el 23 de diciembre de ese año, y que tenía por objetivo eliminar cualquier obstáculo que se presentase para la celebración de la cultura rave y la unión de ambas comunidades, a pesar de todas las dificultades que suponía que, en cualquier momento, un bombazo o un tiroteo podía acabar con tu vida.

El éxito de las sesiones fue casi inmediato, y Sugar Sweet se convirtió en la referencia festiva de una ciudad que parecía querer pasar página a los eventos que inspiraron «Alternative Ulster» o «Suspect Device», de los Stiff Little Fingers, o «Sunday Bloody Sunday», de U2. La llegada de la electrónica y su popularización a gran escala comenzaría a tener ese efecto, con salas repletas de gente que elegía el amor químico antes que el odio metálico.

Pasemos a la otra orilla por un momento. En Sevenoaks, en Kent, ese mismo diciembre que tuvo lugar la primera Sugar Sweet, unos principiantes Phil y Paul Hartnoll habían grabado en un cassette «Chime», el primer tema de quienes inmediatamente se convertirían en Orbital. El tema en cuestión (cuenta la leyenda que el coste de producción fue de una libra esterlina) intentaba aunar la esencia del acid house y el techno más primitivo, y tuvo una excelente acogida en el circuito underground. En marzo de 1990, un lanzamiento más oficial por el sello FFRR, fundado por la célebre personalidad británica y DJ Pete Tosh, le dio más cobertura y salió de los túneles de Londres para llegar a casi cada rincón del país.

En Belfast, «Chime» había sido un auténtico descubrimiento en la escena. Sus incesantes e hipnóticas atmósferas se habían convertido en el corte preferido de la comunidad electrónica y festiva de la capital norirlandesa. Holmes y McCready, que se habían hecho con un par de copias de aquella grabación, no se lo pensaron mucho, y decidieron contactar con los hermanos Hartnoll para llevarlos a una de sus sesiones. Los medios de comunicación generalistas planteaban cada día una situación en Irlanda del Norte peor que la del día anterior. A vueltas con los asesinatos, las desapariciones y las ejecuciones sumarias, Belfast no se antojaba como el mejor sitio para tocar, pero el «no» ya lo tenían.

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Los hermanos Hartnoll, a principios de los noventa

A pesar de ciertas reticencias iniciales infundidas por los acontecimientos en la otra isla, los Hartnoll aceptaron entusiasmados la oferta y se plantaron en Belfast para encabezar la Sugar Sweet del 12 de mayo de 1990. El escenario elegido, el Art College de Belfast, viviría una de las noches más recordadas de la ciudad y, desde luego, de las más agradables de las últimas dos décadas.

Cuentan su protagonistas que aquella noche fue una auténtica locura, con el público entregado a un desenfreno más que justificado, con la energía de «Satan» flotando en el ambiente y con el culmen de «Chime». La gente acabó llorando por el momento vivido, por la tensión o por la incomprensión de su realidad -o bien por todo junto-, agradeciendo a Orbital la deferencia que parecían haber tenido con su presencia en una comunidad tan castigada, tanto que los Hartnoll no pudieron bajarse del escenario hasta bien entrada la noche ante tanta muestra de afecto.

Al finalizar la noche, el promotor Holmes les invitó a la casa de su madre y les pidió si tenían algún material nuevo o en el que estuvieran trabajando que le pudieran regalar. Paul Hartnoll, que llevaba una maqueta con dos temas, se la regaló. En ese cassette había escondida una melodía sin nombre, hipnótica, que seguía la línea de llenar de atmósferas y paisajes el acid house más estimulante, y que inmediatamente captó la atención de Holmes. No pudo dejar de escucharla en bucle y contactó con los Hartnoll: «este tema está, literalmente, explotando nuestras mentes».

Una pequeña elipsis temporal. Durante mucho tiempo, esa cinta y el primer embrión de ese tema fueron uno solo por mucho tiempo, y sus originales se habían dado por perdidos. En 2015, Paul Hartnoll,  revisando algunos materiales antiguos, localizó un cassette como el que regaló en Belfast: en Irlanda del Norte dejó una copia, pero aquel «máster» de la maqueta simplemente se había traspapelado. En septiembre, publicó en su blog personal la pista tal y como era cuando todavía no tenía nombre.

El descubrimiento y bendición de aquella sintonía llevó rápidamente a los hermanos Hartnoll a confiar en el beneplácito que habían obtenido desde Belfast. Sin dudarlo, el tema pasó a llamarse «Belfast» en homenaje no solo a la historia detrás de él, sino también en memoria del gran recuerdo que Orbital se llevó de aquella mágica noche en al Art College de la capital norirlandesa.

«Belfast» había sido concebida a finales de 1989, influida por la explosión del acid house, pero, sobre todo, por el ambient house de The Orb, que había conseguido captar la atención de la escena electrónica con su debut A Huge Ever Growing Pulsating Brain That Rules from the Centre of the Ultraworld. Paul Hartnoll tenía en mente explorar una melodía ambiental, y fue así como, tras los primeros acordes en su cabeza, se fueron incorporando el resto de matices hipnóticos. A esa parte más atmosférica le añadió algunos patrones de su Roland TR-909 y procedió a grabarlo en el salón de la casa de sus padres, a pesar de que no estaba del todo convencido. Esa sería la maqueta que daría sentido a «Belfast».

Orbital había sacado un par de sencillos hasta esa fecha, y a finales de 1990 estaban preparando su primer EP, III. A la indiscutible inclusión de «Satan», un tema de corte hip hop industrial muy orientado a la pista de baile (¡y con sampler de Butthole Surfers!) que ya era muy celebrado, se le unirían «LC1» y «Belfast». Estaba decidido: aquella referencia que tan buena acogida tuvo en Irlanda del Norte y que les traía tan buenos recuerdos debía estar sí o sí.

Pero la versión que acabaría incluyéndose en aquel EP contendría una novedad: la inclusión de un sampler acelerado de “O Euchari in leta via”, una composición de canto compuesta por la mística alemana Hildegard von Bingen, que otorga al tema cierta conexión con las texturas ambient. Según cuentan, fue Phil Hartnoll quien estaba escuchando un vinilo con grabaciones de la santa buscando inspiración para una cinta casera con motivo del nacimiento de su segundo hijo. Su hermano Paul se encontraba al lado en labores más técnicas, y cuando le instó a escucharlo, el flechazo fue instantáneo: «Belfast» tendría letra y una identidad difícilmente de superar.

 

1991 también vería el nacimiento de la discografía de álbumes del dúo. Su debut, Orbital (conocido comúnmente como «el disco verde»), vio la luz en septiembre y, cómo no, «Belfast» estaba allí. Obviando la broma de mal gusto que supuso cerrar con «I Think is Disgusting», el corte más significativo de los hermanos Hartnoll era el encargado de culminar, como si de una sesión de tratase, uno de los viajes inaugurales de la electronica británica. Un detalle: en la edición estadounidense del álbum, «Belfast» abre el disco, lo que confirmaba que, tanto a un lado como al otro del charco, el tema merecía un lugar predominante.

«Belfast» había arrancado una carrera meteórica en la capital norirlandesa sin nombre y, en menos de dos años, se había convertido en uno de los grandes himnos de la escena electrónica. Su imparable popularidad, en conjunción con aquella sana costumbre de editar recopilatorios con lo mejor de cada escena o estilo tan propia de la industria de los noventa, depararía una última sorpresa.

Volume, una publicación con un original concepto de revista-libreto y cedé, todo conjunto, ofrecía en cada lanzamiento distintas regrabaciones y remixes de los grupos que trataban. En su tercera edición, en mayo de 1992, Volume Three dedicó contenido editorial sobre Orbital y el tema elegido para formar parte del cedé fue, como no podía ser de otra forma, «Belfast».

Siguiendo el concepto de la revista, el corte incluido debía ser novedoso, por lo que los hermanos Hartnoll pensaron que la incorporación de una letra propia, en conjunción con la voz del canto de von Bingen, podría tener un gran resultado. El experimento contó con la colaboración de Grant Fulton, un amigo de Phil y Paul que propuso una letra (cuya estrofa inicial ambigua rezaba You were brought up like a boy but now you think your life’s a pill) y, además, grabarla con su voz. El resultado fue magnífico, dotando a «Belfast» de una segunda vida bajo el nombre de “Belfast/Wasted”, haciendo referencia así a la parte vocálica. Esta nueva versión contó con un videoclip que incluso circuló más que la anterior, e hizo que el fenómeno Orbital no parase hasta nuestro días.

 

Belfast tuvo que esperar hasta noviembre de 2012 para escuchar en directo su tema. Había tenido que pasar más de veinte años hasta cerrar el círculo. Los Hartnoll jugaron aquella noche en el Ulster Hall con el tempo y, en vez de dejarla (solo) para el final, la incluyeron (también) en medio de su set, lo que llevó a los presentes a una nostálgica y esperada celebración. No obstante, «Belfast» es una de esas canciones que, con el tiempo, se ha convertido en el canon de una tipología de temas que tienen su momento definido en los conciertos de electronica más pura y que poseen cierta contradicción: el cénit de la sesión a cargo de un tema con paisajes y texturas carentes de beats y cuyos segundos constituyen la identidad del repertorio del grupo. Ella abrió, en cierta forma, el camino a esa concepción del directo de las formaciones electrónicas: “Born Slippy”, de Underworld, o “Insomnia”, de Faithless, siguen ese mismo patrón en el que no son necesarios los bpms para caer en el éxtasis del momento.

A su relevancia como puente entre estilos y espacios, y a su importancia en el desarrollo y explosión de la electronica desde el inicio de los noventa, a «Belfast» hay que sumarle cierto lado romántico con su historia. El marco en el que comenzó su viaje distaba mucho de ser el idóneo, pero junto con otros temas suyos, Orbital contribuyó de alguna manera a la idea de que la música podía ser un gran arma de conciliación para aquellos que buscaban una alternativa. La explosión del acid house, la cultura rave y el fenómeno underground no solo acabaron con el hooliganismo en el fútbol, sino que también tendieron puentes entre irreconciliables y quizá «Belfast» y su historia sean la mejor banda sonora de aquel momento y el mejor legado que los Hartnoll pudieron dejar.

 

Ficha técnica:

 

Compositores: Phil Hartnoll y Paul Hartnoll («Belfast»), más Grant Fulton («Belfast/Wasted»).

Productores: Phil Hartnoll y Paul Hartnoll («Belfast»), más Grant Fulton, Ian Tregoning y Rolo («Belfast/Wasted»).

Sello: FFRR («Belfast»), Volume («Belfast/Wasted»)

Fecha de grabación: 1990 («Belfast»), 1992 («Belfast/Wasted»)

Fecha de lanzamiento: 7 de enero de 1991 («Belfast», en III), mayo de 1992 («Belfast/Wasted», en Volume Three).

Letra («Belfast/Wasted»):

You were brought up like a boy
but now you think your life’s a pill
With its love for yourself
ticking to its timeless soundtrack

You point the finger
as you carry the flag
I don’t pay attention
Do you like the dust we breathe?
Do you recommend yourself
to my gentle senses?

I feel wasted

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