Iván Ferreiro (Teatro De La Axerquía) Córdoba 06/07/19
Hace falta ser alguien tremendamente humilde y consciente de sus logros, pequeños o grandes, para empezar los conciertos del tramo final de una gira de éxito con uno de los temas más experimentales y menos recordados de la primera fase de tu trayectoria. Iván Ferreiro, otro de los protagonistas del escenario grande del Festival de la Guitarra de Córdoba en su 39ª edición. Acudía a la cita con la formación que le ha venido secundando en las presentaciones de Casa, un último trabajo discográfico con el que parece haber remontado parte del terreno perdido a nivel creativo con sus anteriores episodios. Su hermano Amaro lleva la batuta desde la guitarra y dirige un cotarro sobrado de capacidad en el que destaca el mítico Pablo Novoa, productor y nombre esencial en las penúltimas faenas en estudio de Ferreiro. No solo es uno de los músicos más completos y solicitados de la escena, sino que formó parte de una banda tan esencial como Golpes Bajos, y precisamente por eso no se acaba de entender muy bien su papel, más como testimonio que como consejero, en ese desaguisado que perpetró el bueno de Iván Ferreiro al versionar, por decir algo, el cancionero intocable de la banda que comandó el añorado genio de Germán Coppini. Un capricho bautizado apropiadamente como Cena Recalentada del que por suerte no queda rastro en esta gira, centrada en otros rescates mucho más interesantes.
“Ansiedad” es el tema al que nos referíamos al principio, con el solista sentado a los teclados en una intro turbulenta y conmovedora. Después, la alternancia de recientes aciertos como “Casa, ahora vivo aquí”, “La otra mitad” y “Tupolev” con estupendos botones de muestra de un pasado afortunado, como “El bosón de Higgs”, “Toda la verdad” (qué desapercibido pasó en su momento un buen disco como Las Siete y Media) o la imprescindible “El viaje de Chihiro”. Es curioso que a medida que va mostrando los cuatro o cinco ases que esconde su carrera en solitario te das cuenta de que si no fuera por su voz, demasiado tendente al rugido nasal, muchas de estas canciones te gustarían mucho más. Los Piratas, banda que, en contra de lo que pueda parecer en tiempos de forzado revisionismo, solo fue verdaderamente apreciada cuando dejó de existir, hicieron cosas tan bonitas como “M” o “Santadrenalina”, otra de esas gemas camufladas que el propio autor se encarga de poner en su lugar en uno de los grandes momentos de su directo. Pero luego también hizo una letra tan buena como la de “Ciudadano A”, una melodía tan acertada como la de “Pájaro azul” o una confesión tan certera como la de “Extrema pobreza”. El problema es que muchas de sus canciones, sin el apoyo de una banda expansiva en la que no se nota la reciente baja de Ricky Falkner al bajo –su sustituto no es otro que el omnipresente Martí Perarnau, al que habría que otorgar un premio al músico más trabajador del año-, se quedan en poca cosa cuando muestran el esqueleto, caso de “El acontecimiento”, o se antojan reiterativas o harto manoseadas, caso de “NYC”. Nada que no le impida mantener el tempo de un concierto en el que huye de cualquier protagonismo, cediendo el mando a sus compañeros cada vez que es necesario. En “El viaje a dondenosabidusientan”, por ejemplo, ceden espacio a la electrónica que se cuela en los cortes del último álbum, y en “Cómo conocí a vuestra madre” parecen una banda de dance rock con las guitarras desatadas. Y en los bises no solo hay espacio para lo previsible, que es lo más sorprendente.
Al trío infalible que forman “Fecha caducada”, “El equilibrio es imposible” y “Años 80” –bendito sea el día en que la disquera de entonces “obligó” a Piratas a grabar un tema comercial- se añaden “Una inquietud persigue mi alma”, “SPNB” y “El dormilón”, tal vez una de las canciones que el tiempo ha ido poniendo en el sitio que le correspondía. Y por supuesto, un “Turnedo” que a día de hoy sigue siendo su obra maestra, un tema redondo que fue el estilete del excelente primer capítulo de su nueva carrera, el aún no superado Canciones Para El Tiempo Y La Distancia. El final feliz que todo buen fan del gallego espera y la ocasión perfecta para dejar con ganas de más a quienes consideramos que buena parte de su obra hasta la fecha adolece de cierta irregularidad. Con Iván Ferreiro no vale aquello de “o lo adoras o lo odias”, sino un amplio surtido de matices que hacen que cada vez que lo ves en directo dudes de si vas a volver a sus discos con más atención o a seguir dosificando sus escuchas a riesgo de saturación.
Ha sido un acierto dejar a un lado la aventura de Cena Recalentada, lo de Golpes Bajos mejor que quede como anécdota