La industria musical loser. Hacemos un recorrido por las canciones sobre perdedores

La energía de los perdedores sostiene al universo. Y su dinero lo pone a rodar. De hecho, el sistema ha perfeccionado tanto su engranaje que ha aprendido a apartar lo que le sobra para alimentar a la industria de la gran L y no desperdiciar nada. A todos nos cargan el programa de loser antes de salir de fábrica, sólo que a algunos se les activa antes que a otros. Hay perdedores de todo tipo y de todos los colores: abogados, taxistas, periodistas como el que escribe, políticos,… Estos últimos son los peores: los perdedores con acceso al poder, elevados por una ingente cantidad de semejantes.

Losers hay en todos los estamentos de la sociedad. De hecho, no está comprobado, pero es presumible que los haya hasta en la música. Y si los hay en la música, apaga y vámonos. Lo más inteligente sería dejar el coche en marcha, porque en este artículo hay unas cuantas pruebas de esas que en CSI encuentran a los 5 minutos de capítulo.

Beck es el gran Lebowski de los perdedores. Su «Loser» es el paradigma, el Valle de los Caídos de todo esto; y el detonante de este artículo, claro. Es paradójico, y al mismo tiempo revelador de lo hondo que está insertado el chip loser en el sistema, que esta canción que Beck escribió como extensión de las improvisaciones absurdas que hacía en las cafeterías al comprobar que nadie le prestaba atención fuera, precisamente, la que le sacó de la casi-mendicidad de Nueva York y la mediocridad de Los Angeles a principios de los 90. Más allá de la letra en sí («in the times of chimpanzees I was a monkey» ya es muy loser), lo que queda en el imaginario colectivo es el estribillo: «soy un perdedor. I´m a loser, baby, so why don´t you kill me?«; cuenta el propio Beck que llegó a él después de escucharse rapear intentando imitar a Chuck D, de Public Enemy. Click.

A pesar de que el advenimiento de Beck no llegó hasta los 90, antes ya existía un largo historial de eventos y regocijados sucesoslosers en la cultura musical. De la era a.B. (antes de Beck) llama la atención especialmente el fulgor con el que la religión loser se hizo un hueco en el mundo hedonista y vitalista de movimientos aparentemente antagónicos como Motown. Vale que Little Richard («Two-time loser») y Wilson Pickett («Three-time loser»), el eterno sudoroso de «Land of 1.000 dances», lo hacían con relativa energía y colaba; igual que las Marvelettes, versionando el clásico infantil «el que se lo encuentra, se lo queda» («Finders keepers, losers weepers»), en el que los perdedores materiales son, además, unos llorones. Muy duro. Martha & The Vandellas se acercaban al mito del loseramoroso, aunque del lado del que aún tiene algo de orgullo («You´re the loser now»).

En la sección soul de a.B., la palma se la llevan The Contours y su «It´s so hard being a loser», aún por encima de Diana Ross & The Supremes con «Little miss loser» y Eddie Holman y su «Am I a loser (from the start)». Sólo estos cinco tipos que antes se habían hecho famosos con «Do you love me?», una canción en la que una mujer les mandaba a paseo porque no sabían bailar, serían capaces de captar toda la intensidad del perdedor soul desde los coros iniciales de «loser, oh, loser» (!). Bravo.

Pero no sería justo dejar de rendir homenaje a algunos de los primeros portadores de la gloria loser. Imposible no acordarse a estas alturas del paisaje de Billie Holiday o Hank Williams, cada uno desde su lado del camino. The Hillbilly Shakespeare dejó un rosario de odas perdedoras antes de morir absurdamente en un coche: «I´m so lonesome I could cry» o la devastadoramente loser «My son calls another man Daddy» son sólo la punta del iceberg. Evidentemente, a un guaperas como Dean Martin no le salía tan bien, pero lo intentaba («From lover to loser»). Resultaba infinitamente más verosímil el blues de los años 20 de Maggie Jones («If I lose, let me lose»), el bluegrass entrañable de los responsables del «Man of constant sorrow» de O Brother, los Stanley Brothers («If I lose»), o el disco que Buddy Greco le dedicaba a la causa (Songs for Swinging Losers).

La gran labor de la música en la industria loser posiblemente haya sido la de encumbrar a individuos que, sin una guitarra o un piano delante, no habrían conseguido esquivar lo que les deparaba el destino desde el momento en el que vieron la luz por primera vez. La discografía del Johnny Cash pre-santurrón está repleta de odas a tipos que sin duda nacieron con la L tatuada en la frente; sólo en su inolvidable directo en Folsom encontramos unas cuantas muestras magníficas («Folsom Prison Blues», «I got stripes», «Cocaine blues» o «Busted», donde un tipo arruinado va a pedirle dinero a su hermano y se encuentra con que él iba a hacer lo mismo). Su partenaire en «Girl from the north country» pertenecía a otra clase pero, como buen retratista de la realidad, Dylan captó la esencia loser en una de las mejores canciones de la historia, ese golpe con toda la ele que es «Like a rolling stone»; mucho más tarde, en su Time Out of Mindd.B. (después de Beck), actualizaría su famoso «when you aint got nothing, you got nothing to lose» con el «when you think that you´ve lost everything, you find out you can always lose a little more» de «Trying to get to heaven».

En pleno estallido hippie, con Janis Joplin («Women is losers») y Grateful Dead («Loser») añadiendo su granito de arena a la cultura perdedora, a John Lennon se le escapaba una especie de confesión adulta y los Beatles grababan «I´m a loser» para su disco Beatles for Sale; hasta Marianne Faithfull se atrevería a versionarla un año después en el colmo de la desvergüenza y la vaguería. Rodriguezse quemaba a lo bonzo por la causa en esa época, aunque conseguía hacer la cuadratura del círculo loser y nadie lo sabría hasta cuarenta años después; «Cause», con su lacerante y lastimoso primer verso («´cause I lost my job two weeks before Christmas«), es el himno del perdedor tapado. Años después, por cierto, el gran Alex Chilton daría su propia versión de los hechos con una divertidísima «Lost my job». A tomar por culo todo.

Mientras Queen («The loser in the end») y Fleetwood Mac («Bad loser») publicaban sin miedo sus homenajes losers, extraña que Springsteen dejara sólo para algunos directos y sin versión oficial una canción como «I can´t take it more», en la que le pide respeto a una mujer que lo trata como a un perdedor. Hasta Tom Petty en «Even the losers» tenía claro que incluso los losers tienen orgullo y, a veces, hasta les acompaña la suerte. Ya en los 80 no se llevaba demasiado lo de ser un perdedor, estaban a otras cosas derivadas del aparentar y el fardar. Sin embargo, J.J. Cale («Losers»), Dr. John («Loser for you baby»), Iggy Pop («Winners & Losers») y, sobre todo,Morrissey y los Smiths («Heaven knows I´m miserable now», «How soon is now?», «Please, please, please, let me get what I want») intentaron salvar los muebles cambiando calidad por cantidad.

A Morrissey le salió un aspirante a adalid loser en los 90. Un contrincante duro. Una versión mejorada de Dean Martin: un perdedor guaperas. Pero a Chris Isaak sí te lo creías porque cantaba como un loser, contaba historias de loser,… aunque luego aparecía en plan Playgirl sin camiseta en el interior del disco. Un Morrissey tímido. Mientras Moz desarrollaba sus neuras de perdedor sentimental redomado con canciones como «I am hated for loving» o «The more you ignore me, the closer I get», que más adelante tendrían fieles secuelas como «Let me kiss you», Isaak abrazaba el country-pop y las maneras de referentes como Roy Orbison (incluso versionó «Only the lonely») para calzarse el traje de perdedor llorón de canciones como «Somebodys crying» y, claro, «Wicked game».

Como todo en estos días, la religión loser ha ido perdiendo autenticidad. Ya no mola tanto como antes. Incluso grupos de dudoso talento y one-hit-wonders del rock yanki como 3 Doors Down («Loser») se atreven a caminar sobre las huellas de Beck. O Morcheeba, que sorprendentemente siguen sacando discos y osan cantar que «Everybody loves a loser»; menos mal que, mucho antes, había llegado Albert King para dejarlo meridianamente claro: «Nobody wants a loser». Y con un blues, como dictan las normas. Pequeños destellos, como los de Erlend Oye («Every party has a winner and a loser»), Suede (que, con «Beautiful loser», tomaron el mismo camino que Bob Seger) o Jose Ignacio Lapido («Nadie besa al perdedor») adornan el siglo XXI. Encima de todas ellas, a modo de guinda, de último piso en tembloroso castillo de naipes, «Historia de un perdedor» de Nacho Vegas. La gran esperanza.

Puedes escuchar una amplia selección de canciones de perdedores en este enlace de Spotify.

Deja una respuesta

WP-Backgrounds Lite by InoPlugs Web Design and Juwelier Schönmann 1010 Wien