María José Llergo (Teatro Price) Madrid 05/02/21
La primera vez que supe de la existencia de María José Llergo fue viendo El Bloque, recomendabilísimo programa musical escaparate de lujo para conocer los nuevos nombres nacionales destinados a dar mucho que hablar.
Fue entonces ya cuando su humildad, naturalidad y voz me dejaron prendado por completo y quedé a la espera de saber noticias de ella en forma de música. La recompensa la tuvimos el pasado año con la publicación de Sanación (20), deslumbrante debut donde flamenco y electrónica se emparentaban con sabiduría intuitiva y emoción verdadera.
Tocaba este viernes asistir en directo a la puesta de largo de ese extraordinario disco y de las maneras y encanto de la joven de Pozoblanco sobre un escenario.
Todo lo concurrido que estos malditos tiempos nos permiten con las restricciones y medidas sanitarias, el Price mostraba un nutrido aspecto, listo para disfrutar de una velada bastante tempranera tras los recientes ajustes orwellianos en materia de horarios y toques de queda.
Casi nada más empezar, María José nos sacó casi las lágrimas con su alegato en favor de la cultura y el agradecimiento por que en este apocalipsis Hacendado nos hubiéramos acercado a gozar de su concierto. Y qué concierto. Inmenso en sus tres reconocidas fases.
La primera, puro cuadro flamenco, con palmeras, guitarrista invitado y sus inseparables Paco Soto a las seis cuerdas y Miguel Gallardo a los teclados y sintetizadores. Un comienzo muy puro y racial, repleto de cantares populares, exigente para bisoños no acostumbrados al flamenco más ortodoxo, pero exquisitamente paladeable en su profesionalidad y sencillez escénica desarmante.
Una excelsa «Niña de las dunas» daba paso a la segunda fase, el repaso a su maravilloso Sanación, donde los destellos electrónicos y la voz sobrenatural de la cordobesa llenaron el ambiente en ese mantra con guiños a los sintetizadores más Blade Runner que es el cante de trilla «Soy como el oro», la misteriosa «El hombre de las mil lunas» y el sentido dramatismo de «Nana del Mediterráneo» como momentos cumbres, no sin olvidar la llegada sobre las tablas del joven cantaor Israel Fernández para interpretar a dúo una apoteósica versión de la «Nana del caballo grande» de Camarón de la Isla.
Para terminar, una sección más epatante, incluyendo recientes temas más accesibles, sin ser ello en absoluto algo negativo. Preciosas sonaron una emocionante «La luz» y una «Tu piel» que fue escaparate escandaloso para apreciar las virtudes de la garganta de la Llergo. Conservó como colofón una intensa y reptante «Me miras pero no me ves», con esos deliciosos toques arábigos para el final con un teatro por completo puesto en pie, dando paso a un regalo en forma de bis con ese homenaje a Lola Flores que fue su revisión del «Pena, penita, pena».
Confirmación inapelable de que estamos ante la artista nacional con mayor proyección a día de hoy. Tarde inolvidable para tiempos que convendrá no recordar jamás.
LA VOZ