Natalie Prass – Natalie Prass

En estos tiempos que corren, donde la rapidez se impone, cuesta creer la historia del debut de Natalie Prass. Las canciones que lo forman fueron compuestas hace seis años y grabadas hace tres, pero solo ahora han visto la luz. La explicación es que en Spacebomb estaban muy ocupados con Big Inner, álbum de Matthew E. White. El dueño del sello, claro. 

Quizás como compensación, el propio White, compañero de correrías juveniles, ha ayudado con su producción a que Natalie Prass (Spacebomb, 2015) se convierta no solo en uno de los debuts de 2015, sino en uno de los mejores trabajos de lo que va de año. Por supuesto la autora (coautora en algunos casos) de las canciones tiene su mérito. De hecho uno de los triunfos del disco es la gran calidad de las composiciones, y debemos recordar que son obra de una chica que no llegaba a la veintena. No dudo de que «Never over you», por poner un ejemplo, me enamoraría igual en un formato más desnudo, como típica balada country o arrebatador tormento soul. Lo mismo podría decir de «It’s you» y su delicioso ritmo vals, que cierra el disco como los títulos de crédito de un cuento de hadas de Disney. Sin embargo no se puede obviar que buena parte de la magia del disco reside en la producción: excesiva, exagerada, absorbente y, a pesar de todo, inmejorable. El colchón ideal para que la escasa voz de Natalie brille en toda su esplendorosa y abrazable fragilidad. Como en «Christy», donde suelta algo de lastre y se enfrenta a la canción algo más ligera (dentro de lo que cabe) de arreglos, dando como resultado una adorable súplica donde Joni Mitchell y Joanna Newsom (sí, también suenan arpas) se dan la mano. 

Una abrazable fragilidad también extensible a las letras. Típicas y tópicas historias de adolescentes pero que, cantadas de esa forma y llevadas en volandas por inacabables secciones de cuerdas y vientos, llegan al corazón. «My baby don’t understand me» o «Why don’t you believe in me» son buenas canciones, pero su producción las convierte en clásicos instantáneos. El álbum en sí tiene ese aroma a clásico. 

A veces los astros se alinean y surge un chispazo de pura belleza en forma de disco, y esta es una de esas veces. 

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