Russian Red – Fuerteventura (Sony Music)

De todos es sabido que uno de los principales defectos del mundillo indie es su empecinamiento en devorar a sus hijos, tal como hacía el dios romano Saturno, temeroso de ser derrocado por uno de ellos. Es por ello que cuando Lourdes Hernández empezó a tener cierto éxito con I love your glasses (2008, Eureka Records) muchos torcieron el gesto. Más adelante, cuando se convirtió en asidua en todo tipo de saraos y  fue escogida para presentar colonias o anunciar helados, aumentó el número de los que empezaron a negarle el pan y la sal. Finalmente, cuando anunció su intención de dar el salto a una multinacional (¡el enemigo!), vapulearla se convirtió en el deporte favorito de buena parte de los aficionados. Ya sólo faltaba que se declarara de derechas, o que presentara su disco en tiendas Women Secret (por si acaso, que quede claro que no tengo nada que objetar a ninguna de las dos cosas).
 
No seré yo quien defienda sus formas a la hora de cambiar de discográfica, yo mismo la critiqué en su momento, pero no me gusta anticiparme a los acontecimientos ni tampoco soy de los que opinan que las “multis” son el demonio, así que intenté ser optimista y apostar por que las canciones de Russian Red fueran a mejorar con más medios y mejor producción. Debo confesar, sin embargo, que no las tenía todas conmigo.

Mi sorpresa fue grande cuando escuché el primer single del nuevo disco, “I hate you but I love you”, con esa producción casi spectoriana, ese aroma a clásico de los 60, a Dusty Springfield, a sonido girl group, a Françoise Hardy… ¿Sería todo el disco así, o era un gancho? Desde luego no era el típico single carne de politono que muchos esperábamos. Mayor todavía fue mi asombro cuando escuché el disco entero. Y es que Fuerteventura no solo está repleto de buenas canciones, sino que además la acertadísima elección de productor (Tony Doogan), banda de acompañamiento (los músicos de Belle and Sebastian junto a Charlie Bautista) y lugar de grabación (¡Escocia, la meca del pop luminoso!) consigue que muchos de los temas pasen de buenos a maravillosos.

Algunos dirán que sí, que con todo lujo de medios cualquiera hace un buen disco, que el mérito es más del productor que de la autora… Bueno, es cierto que canciones como “The sun, the trees”, “January 14th” o “Everyday everynight” están tremendamente embellecidas, y que posiblemente perderían mucho con la austera producción de su debut, pero remito a los escépticos a que escuchen “Brave soldier”, pura emoción a lomos de un delicado piano y una tímida guitarra acústica; “The memory is cruel” o “My love is gone”, tan infantiles y delicadas que conmueven; la encantadora armonía de “Tarantino”, la emotiva “Nick Drake” o la crudeza desoladora de “A hat”.

Pleno de un inocente sentido del dramatismo, a medio camino entre las dulces Ronettes, las perversas Shangri-Las y la brujita Kate Bush, este disco es la respuesta que debes dar cuando te pregunten por la función de los intermediarios entre los artistas y su público, o por qué todavía compras discos. Yo lo hago para que artistas como Lourdes Hernández puedan hacer discos como este.

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