Sole + Themselves + Sage Francis – Sónar (Barcelona)

Como cada año, y como en cualquier festival, siempre hay una propuesta absolutamente indispensable que hay que presenciar. Algo que se presume tan único que puede acabar en algo grande. Más o menos esta era la idea que teníamos en mente antes de entrar, bajo un tórrido calor, en un Sonar de día cada vez más lleno de gente.

Nos estamos refiriendo al showcase que ofrecieron Sole, Themselves y Sage Francis, tres de los nombres más significativos del sello californiano Anticon, un colectivo progresista en lo musical, en lo vital y en lo que sea que les transmita a ustedes. Son, por decirlo de alguna manera, una serie de artistas de hip hop que, lejos de quedar atrapados en los puritanismos propios del estilo –de éste y de los otros-, llevan el género al terreno al que jamás lo llevará la Gran Industria. Porque allí dónde priman las gorras de Eminem, los scrathes más sobados y las rimas más decadentes, las gorras de Anticon, los músicos electrónicos y las rimas en progresión ideológica se alzan en contra de tal saturación. Es un retorno a la esencia del año 82, pero sin obsesionarse por la imitación de lo ya hecho y con voluntad de escribir, en mayúsculas, lo nuevo. Recuerdan, sin duda, al espíritu rebelde de la California de los años 60.

Sole habla de política. Arropado por el trío Themselves en las máquinas, su discurso, duro y agresivo, se convierte en una auténtica afrenta en contra de los valores que el aparatchik de occidente expande, y que más bien parecen querer engañar a la sociedad que otra cosa. Consignas para resistir, lanzadas por quien prevé el acercamiento de una nueva “banalidad del mal” o quizás deberíamos llamarla, por su poder de camuflaje, “banalidad del bien”. Sole vive en plena tormenta interior que, convertida en rap, nos sugiere, con todo, que estamos ante el futuro de la canción política norteamericana. Aplaudamos, pues, la valentía de esta humilde voz que clama en solitario en un mundo de felicísimos malls que esconden ingentes cantidades de mercadeo humano, sin amparo político alguno.

Tras él, llegó el turno de Themselves, cuyo MC principal es Dose One. Un discurso harto absurdo en apariencia, pero musicalmente atractivo al oído y a la vista. Ritmos espectrales, a medio camino entre el mal rollo y el buen rollo, y melodías nuevas –el hip hop redescubre, por fin, el sintetizador- arropaban a este MC, bastante chaplinesco sin duda, con toda la genialidad que ello conlleva.

Y finalmente, apareció el más esperado: Sage Francis. ¿Un loco en el hip hop? No, simplemente un norteamericano al borde de la locura –nada raro-, pero con la suficiente cordura como para crear arte y contribuir a su progreso cultural. Iba armado con un discman –nuevo estilo, sin duda, para ganar en autosuficiencia- desde el que lanzaba las bases de Sixto, Mayonnaise, Buck 65 y los innumerables MC’s-productores que se pasan las bases entre ellos, como viene siendo habitual en Anticon, desde 1999. Sage Francis apareció envuelto en una bandera americana en la que las estrellas fueron sustituidas por los logos de las cincuentas corporaciones más “importantes” –en desperfectos humanitarios y ambientales- de aquél país. Talento fuera de lo común, con recursos guturales y líricos posiblemente jamás escuchados en un directo, Sage Francis desgranó, paso a paso, las desgracias personales que le rodean; pero lo hizo a la manera del emo-rock, no del hip hop. Voz negra y blanca a la vez, Francis es la evolución natural del hardcore punk norteamericano de Jello Biaffra y Henry Rollins. Muy necesario.

Las músicas de Anticon merecerían un capítulo aparte, porque en general conjugan la magia de muchos géneros, en el momento justo en que éstos empiezan a existir, libres. Ecos de Jimi Hendrix, Santana, Jefferson Aiplane, Minor Threat, Afrika Bambaataa, Autechre… disfrutemos del invento antes de que alguien lo estropee.

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