091 (Sala Custom) Sevilla 01/02/2020

Se llama justicia a largo plazo. O injusticia temporal. O simplemente ocasiones únicas de poner las cosas en su sitio. La historia trató mal a bandas como 091, hoy instauradas en el Olimpo de las grandes leyendas del rock español, consiguiendo que la frustración y la falta de apoyo acabaran prematuramente con una de las carreras más brillantes y coherentes de cuantas poblaron los escenarios hispanos entre mediados de los ochenta y el mismo tramo de los noventa. A un José Ignacio Lapido enguantado en la mano izquierda, alma de la agrupación que lidera con su rotunda presencia José Ignacio “Pitos” García, la fortuna parece haberle sonreído parcialmente en una trayectoria en solitario que ha ido creciendo con cada disco publicado. En plena faena del último fue cuando el gusanillo del reencuentro definitivo con sus compañeros empezó a picarle, tras la magnífica Maniobra De Resurrección que hace un lustro los puso de nuevo en la carretera para reflorecer un repertorio único, de corazón clásico, al que solo le faltaba la excusa perfecta que han encontrado después de unos meses de ensayos, composición y grabación: Un nuevo y flamante trabajo, titulado apropiadamente La Otra Vida, con el que desenmascarar cualquier asomo de eso que llaman vivir de las rentas. Y no les está yendo nada mal, a juzgar por el éxito cosechado hace unos días –también lo contamos aquí– en la sala Joy Eslava de Madrid, y por el sold out que están colgando en varias de las sedes elegidas en su actual recorrido por los escenarios patrios. El de Sevilla en una abarrotada sala Custom es solo uno más de los que les esperan, y eso siempre es una excelente noticia.

Era evidente que los temas que en las presentaciones previas y comparecencias puntuales en festivales ocupaban un lugar intermedio y casi camuflado entre tanta joya, como el ahora tema de apertura “Vengo a terminar lo que empecé”, lo hacían justamente porque el disco aún no había sido editado, y para dejarlo claro que es este trabajo por encima de cualquier otra razón el que los ha traído hasta aquí enseñan de primeras la contundencia de “Condenado”, la lírica de “Mañanas de niebla en el corazón” y el tino de “Naves que arden”, intercalándolas con unos “Zapatos de piel de caimán” y “El baile de la desesperación” en una primera ráfaga directa al estómago. Ni una sola pega en la ejecución, con los punteos de los hermanos Lapido alternándose con sumo gusto y especialmente atinado en el caso de Víctor en el riff central de “Por el camino que vamos”, uno de los mejores temas de su regreso. Los teclados que aporta Raúl Bernal brillan en la nueva versión de “En la calle”, en un vistazo fugaz a los primeros y complicados tiempos de la banda, y subrayan los arreglos íntimos de “Un cielo color vino”, “La noche que la luna salió tarde” y “Huellas”, por lo que ya comenzamos a pensar que el sexto miembro del grupo puede resultar poco menos que imprescindible en el nuevo color de unas canciones prácticamente perfectas en las estrofas de “La calle del viento”, “Este es nuestro tiempo”, “Otros como yo”, “Tormentas imaginarias” y la vuelta a la original “La canción del espantapájaros”, siempre con la armónica del Pitos en primer plano tras varias giras tocándola en formato semiacústico. Otros temas resultan sorpresivos, algo más que agradable en el caso de “Cartas en la manga”, o “Al final”, mucho más briosa en directo, mientras que algunos se hacen imprescindibles ahora y siempre, oíganse “La torre de la vela”, “Esta noche” y “Qué fue del siglo XX”, esta última reorganizada en el set list para cerrar el primero de los bises, encabezado por “Soy el rey”, la balada con la que también concluye la decena de nuevas canciones en estudio (solo dos de ellas se quedan fuera), y una más inofensiva pero preciosa “Leerme el pensamiento”. Cambian las formas y surgen otras nuevas, pero la esencia sigue ahí y se quedará para siempre. Que son “los Cero”, y eso se tiene que notar.

Se sabe que llevan ya tiempo cerrando los conciertos con la inolvidable “La vida qué mala es”, su forma de reivindicar la poética granadina que el mismo Morente podría haber cantado con ellos de seguir entre nosotros, y es de sobra conocido que un concierto de 091 podría prolongarse un par de horas más sin que nadie apreciase ni un ápice de desmotivación. En la vocación está la clave, en las sinceras intenciones de volver para quedarse y de ser conscientes de sí mismos y del tiempo que, ahora sí, les ha tocado vivir para contarlo. No son los mismos, como ninguno de nosotros, que hace veinticinco años, ni seguramente este sea el mejor disco que han hecho. Pero sí es la gira más sincera que podían hacer y la forma más elegante de reivindicarse para siempre. En esta vida, la otra, la eterna, hay muchas cosas aún por disfrutar.

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