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Wilco – Cruel Country (Words Ampersand Music / dBpm)

Parece que el círculo se cierra. Veinticinco años después de Being There (1997), obra maestra indiscutible que los situó en el Olimpo del rock independiente, Wilco vuelven a entregar un álbum doble que encaja sin problemas en la etiqueta de alt-country. Entre los dos extremos, la epopeya de toda una vida, un viaje a los abismos de lo desconocido para, finalmente, terminar volviendo a casa. Aunque la tentación de establecer paralelismos entre ambos discos es fuerte, conviene recalcar la diferencia: mientras que Being There era una obra expansiva, de una ambición desmesurada, que pretendía abarcar de un plumazo gran parte de la tradición musical americana, este Cruel Country quiere ser concreto y abrazar tan solo una cara de esa tradición: la música country. De hecho, al menos a un nivel instrumental, es el disco más ortodoxo que han grabado hasta la fecha.

Los motivos para esta vuelta a los orígenes han sido explicados por Jeff Tweedy: tras casi dos años sin tocar juntos, les apetecía encerrarse en su Loft de Chicago y crear música en directo, de forma colectiva y sin ningún líder claro dentro del grupo. La elección del country como hilo conductor suena, en este sentido, a auto imposición, un grupo de perros viejos jugando a ponerse obstáculos y restricciones para disfrutar tocando. Pero existe otro motivo que quizá Tweedy no quiera reconocer: desde hace unos años cada disco de Wilco nace con el reto de diferenciarse de los notables trabajos en solitario de su cantante y único compositor. De esta forma, parecía lógico hacer que la banda al completo diera un paso adelante y tomara las riendas, demostrando que no son solo un vehículo para las composiciones de Tweedy y recordando de paso que estos seis músicos, al menos en directo, son la mejor formación que Wilco ha tenido en su historia. Algo que Cruel Country solo hace a medias.

Porque la idea que hilvana todo el disco es primar siempre el colectivo sobre lo individual, la canción como fruto de un trabajo conjunto por encima de cualquier solista, de tal modo que nos encontramos a un grupo de instrumentistas privilegiados poniéndose al servicio de un sonido y, si es necesario, haciéndose invisibles. Así, por ejemplo, Glenn Kotche, uno de los baterías más originales del rock, se muestra sorprendentemente contenido en todo el disco, aunque una atenta escucha a canciones como “A lifetime to find” demuestra la cantidad de matices que es capaz de introducir sobre un ritmo tradicional.

Los mejores momentos del álbum son aquellos en los que las canciones se aceleran y la banda vuela. En “Falling apart (Right now)” es el guitarrista Nels Cline (de quien conocíamos sus enmarañados solos eléctricos, pero aquí además se destapa como un virtuoso de la slide) quien se echa el grupo a la espalda y nos regala, con sus aires honky tonk, uno de los momentos más divertidos. En “Bird without a tail/ Base of my skull” hay un largo interludio instrumental que nos recuerda a las jubilosas jams de Sky Blue Sky (2007). La ya citada “A lifetime to find” parece sacada directamente de Sweetheart of the rodeo (1968).

Sin embargo, lo que predomina en Cruel Country son los medios tiempos y las baladas polvorientas acompañadas de guitarra acústica y pedal steel, una tendencia continuista con los dos discos anteriores de Wilco. Es posible que hayamos escuchado a Jeff Tweedy hacer lo mismo un millón de veces, pero bastan los primeros segundos de “Tired of taking it out on you” para reconocer que nadie como él ha sabido transitar ese lugar entre el folk y el pop agridulce. La zona de confort de Wilco, más que el country, es el rock de los 70, de Grateful Dead a los Eagles. Durante años la fuerza creativa del grupo radicó en la confrontación directa con esa zona de confort, como si quisieran resistirse a sus inclinaciones naturales, pero en esta ocasión tanto Tweedy como la banda se dejan llevar. “Mistery Binds”, por ejemplo, recuerda al sonido Lauren Canyon más comercial. Y aunque hablar de la influencia de Bob Dylan sea una obviedad, en esta ocasión su presencia parece especialmente explícita: “Ambulance”, en su estructura, es canónica en el sentido del Dylan pre eléctrico, e incluso en “I am my mother” Tweedy canta arrastrando las sílabas con el característico deje dylaniano (aunque, dada la adoración de nuestro hombre por Ian Hunter, cualquier sabe a quién de los dos intentaba imitar exactamente).

El disco se cierra con “The plains”, una joya que, en su simplicidad, conecta con los Wilco más arriesgados. Sobre un manto de sintetizadores y el sonido ambiental de una tormenta flota una balada casi abstracta mientras, acompañado por una guitarra clásica, Tweedy habla de desesperanza y el haber dejado de desear ir a ninguna parte.

Las letras inciden en ese sentido de comunidad que la música quiere transmitir. De hecho, es el disco más explícitamente político que Wilco han grabado nunca. A través de las veintiún canciones asistimos a la visión que Tweedy tiene de su país, desde el drama de la inmigración en “I am my mother” al avance de una derecha conspiranoica en “Tonight’s the day”. La conclusión es terriblemente pesimista. En “Hints” canta: “No hay término medio cuando la otra parte prefiere matar a comprometerse”, aunque quizá sea la canción titular la que mejor resuma su opinión: “amo a mi estúpido y cruel país”.

Puede ser que los días de gloria de la banda estén ya lejos y su música ya no queme a fuego. Puede también que Cruel Country tenga una duración excesiva y que algunas canciones no hubieran pasado el corte en discos anteriores de Wilco. Puede ser que el enfoque excesivamente ortodoxo lastre algunos momentos e impida que los seis músicos brillen como suelen brillar en el escenario, pero es precisamente ese compromiso, ese atenerse a un sonido y, sobre todo, a una idea, lo que demuestra que Wilco son todavía una banda inquieta y relevante. Una garantía.

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