Caustic Roll Dave – Approaching Noise (Philatelia Records)

Cuatro años ha tardado en aparecer este segundo trabajo del más extraño y atrayente bluesman moderno del que tenemos noticias en estas tierras. Caustic Roll Dave sigue empeñado en su particular travesía del desierto, esquivando los oasis como quien huye de una víbora venenosa. En este Approaching Noise, el one-man band barcelonés insiste en su personal aproximación al blues eléctrico, sampleado y desfigurado a base de megáfonos, scratches, cavaquinhos y distorsión, repitiendo la fórmula de su sorprendente Long Term Music (Philatelia Records, 2010).

En esta ocasión, sin embargo, me da la impresión de que el sonido está más trabajado y las canciones tienen un formato que se acerca más (sin pasarse) a lo convencional. Se aprecia inmediatamente en «What we understand», que abre el álbum con un repetitivo riff bluesero que suena lejano y sucio hasta que arranca la percusión y el tema se transforma en un blues psicodélico casi bailable. Previa entrada en trance, eso sí. «You´ve got your silver, you´ve got your gold» es un lennoniano alegato a favor del rock n roll frente a las cosas mundanas, con un exquisito toque sureño que se eleva hasta el infinito cuando suena la armónica. Espléndido tema. También magnífica, desde otro enfoque, es la catártica «Restart», donde Caustic Roll Dave recupera sus sorprendentes recitados sobre base hip-hop y en la que suena la guitarra invitada de Pedro de Dios (Guadalupe Plata).

Y así, entre referencias a viejos bluesmen, Tom Waits, Nick Cave, Captain Beefheart  («Low Cost Countdown Beat») e incluso a los Rolling Stones («Reality falls» podría ser un viejo éxito de su mejor época), van transcurriendo los catorce temas que forman el disco sin ningún desperdicio ni sensación de agotamiento. Todo lo contrario: hacia la mitad del álbum aparece «My fall», todo un golpe al bajo estómago que, si algún oyente despistado no estaba prestando atención, lo pone firme inmediatamente. Y un poco más adelante, casi al final, esa crepuscular obra maestra que es «Paranoid Blues», donde se dan la mano los coros gospel de (otra vez) los Stones de finales de los 60, el Beck de Mellow Gold, la hipnótica guitarra de, pongamos, un Eric Burdon, y luego el nombre del bluesman que ustedes quieran.

Una genialidad, de principio a fin. Un visionario que, como todos los visionarios, habita un mundo particular y difícil de comprender pero que, en este caso, se ofrece a compartirlo con todo aquellos que no tengan miedo de asomarse a sus visiones. Yo me apunté hace ya casi 4 años, y no me pienso borrar. Y sé que cuando lo vea en directo, que espero no tardar mucho, fliparé.

 

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