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Derby Motoreta’s Burrito Kachimba (Sala M100) Córdoba 26/11/22

Sí, se pueden tomar inspiración y estética de tus grandes referentes, los ídolos musicales con los que creciste tú y tus padres, e incluso varias generaciones posteriores. Se puede estar más o menos dotado para recrear sus canciones o en todo caso asimilar sus influencias y crear algo relativamente fresco y peculiar. Incluso se debe, no solo se puede, arriesgar presupuesto y logística para componer unas canciones con una orientación concreta, meterte en un estudio a pulirlas y arreglarlas y salir a defenderlas donde quiera que sean solicitadas. Para hacer todo eso solo es básico un concepto, que no es otro que el de saber lo que es el talento y fundamentalmente el saber gestionarlo. La banda sevillana Derby Motoreta’s Burrito Kachimba nació casi como una broma, un pasatiempo intrascendente que adquirió visos de futuro a la vez que los pilares de un sonido único se fueron afianzando, y sus responsables también. Desde que la fortuna les sonrió merecidamente, el trabajo ha sido mucho más serio y la responsabilidad creciente para entregar dos discos como dos soles, sendos muestrarios de rock lisérgico, espectros andalusíes y perfil fibroso. Radiantes como una luna de otoño y oscuros como una tormenta estival. Las contradicciones no existen en la música de estos seis grandísimos músicos, solo los contrastes, porque desde el principio lo tenían todo muy claro sin que se dieran cuenta ni ellos mismos.

A estas alturas y después de cuatro años de conciertos cada vez más sólidos y unánime aclamación popular, el poderío en directo de los Derbys (forma familiar y apócope del anárquico pseudónimo artístico) no solo abruma sino que además seduce y atrapa, dejándote boquiabierto desde la intro ceremonial de “KBMD” y su inmediato enlace con la psicodélica “New gizz”, arrancando tu lado más racial con “Gitana” y “El valle”, removiendo la fanfarria lorquiana y transformándola en pura ensoñación con una extraordinaria versión de la “Nana del caballo grande” de Camarón, y siempre encomendándonos a una figura hipotética y totémica entre un Robert Plant caló y unos Chichos enganchados permanentemente a la red eléctrica. La gigantesca presencia escénica de Dandy Piranha, a quien pocos le hubieran dicho hace años que al regresar a España tras varios años de batalla fuera de nuestras fronteras iba a ser capaz de poner en marcha este proyecto con otros cinco músicos que olvidaron la dispersión de los inicios para centrarse en las composiciones de lo que es ya casi una marca. Son reconocibles las formas de la brutal “Porselana teeth”, “Turbocamello” o “Caño cojo”, continuaciones ampliadas y mejoradas de lo ya apuntado en las primigenias “Aliento de dragón” o “El salto del gitano”, ahora adaptadas a un sonido rocoso, que se agrieta en el quejío de voz y guitarra eléctrica –¿cuántos grupos del mal llamado rock andaluz tiraban de guitarra española más allá de algunos arreglos puntuales?- y en la explosión de “Dámela” o “RGTQ”, aposentándose en las dos partes de una joya como “Somnium Igni” o profundizando en el más reciente contenido con “13 monos” y la maravilla con la que Daniel Monzón quiso ilustrar su éxito de taquilla “Las leyes de la frontera”. Todo en los Derbys suena cohesionado, impredecible e impresionante. Dejando huella casi sin inmutarse y estableciendo una complicidad singular con el público, sobre todo teniendo en cuenta que esta era una cita frustrada al primer intento, pandemia mediante, y postergada al segundo. Por fin, como bien manifestaron, el encuentro con la audiencia cordobesa fructificó en una sala M100 casi repleta, y bien que mereció la pena la espera.

Pocas bandas hay, por no decir ninguna, en la escena actual del género que se quiera, con la capacidad de aglutinación y dotes instrumentales de los Derbys, tanto para crear atmósferas como embeberse, ellos y quienes los escuchan y ven, del caldo de cultivo adecuado para meterse y hacerse partícipe de un sello único, una forma de cantar, tocar y crear con nulo parangón. Si la cosa no cambia, porque ellos parece que no están dispuestos a hacerlo, ni deben, aún prometen darnos muchas noches como esta. Y hasta servirnos de inspiración para próximas reuniones en las que música y estética vayan de la mano.

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